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miércoles, 13 de julio de 2011

Grieg. Schumann. Conciertos para Piano. Eugene Ormandy. Philadelphia Orchestra. Philippe Entremont, (Grieg). Rudolf Serkin, (Schumann). 1958. 1964.


Queridos amigos, dejamos hoy uno de esos discos sencillamente maravillosos, encantadores y bellos que tienes la suerte de paladear y saborear. Unas preciosas interpretaciones de dos de los conciertos para piano más ampliamente grabados (y normalmente acoplados juntos en los CD) y más bonitos de los que se puede tener el placer de escuchar: los conciertos de Grieg y de Schumann.

En este CD se presentan en las preciosas y bellas interpretaciones dirigidas por el gran Eugene Ormandy a dos excepcionales pianistas, Entremont en el caso de Grieg y el genial Serkin en el de Schumann. 

Edvar Grieg tiene una formación musical enmarcada en gran parte en la tradición musical alemana. Siempre tuvo un gran amor y respeto por la obra de Schumann desde la audición que siendo estudiante el Leipzig pudo gozar del mismo compositor e influenciado por su maestro Wenzel que inculcó en el joven Grieg ese amor por la música de Schumann. 


En el año 1868 con tan sólo 25 años escribió un excepcional Concierto para Piano (hay esbozos posteriores de un segundo inacabado). Un concierto muy en línea con las formas del concierto de Schumann pero quizá con una mayor brillantez y lirismo y con muchos matices de Chopin y de un futuro Rachmaninov. En su primer movimiento se puede disfrutar de la maestría compositiva de Grieg y de su fantástica escritura tanto para el piano, bellísimos pasajes, como para los instrumentos acompañantes tales como los chelos, el precioso clarinete, las flautas o las trompas. Sabiamente concertados con un lírico y precioso piano constituye uno de los movimientos más bellos jamás escritos. Su segundo movimiento es de una fantástica y serena belleza, sencillamente magistral y hermosísimo. De un lirismo encantador y soñador tiene un genial juego con las cuerdas de la orquesta que encandila desde su primera escucha. Su tercer movimiento es una maravillosa muestra de lirismo encantador y energía desbordante; danzable, alegre, hermoso, suave, va acumulando energía e impulso para finalizar de forma totalmente brillante e intensa.

La ejecución de este concierto en manos de Ormandy y Entremont nos permite disfrutar del mismo con una intensidad y belleza maravillosas. El juego orquestal de la Philadelphia Orchestra es como siempre impresionante, preciso, bellísimo. Entremont da muestras de una calidad pianística soberbia, una nitidez sonora cristalina y pulcra, limpia, muy sonora y bella. Y Ormandy, como es habitual, sencillamente magistral, sabio acompañante de un piano que deja respirar y expresarse con una brillantez y sensibilidad inigualables.


En relación al excepcional concierto de Schumann poco podemos añadir que ayude a darle más valor del que encierra. Es una obra maestra del piano. Schumann, habiendo abandonado por necesidad física su sueño de alcanzar una posición entre los grandes virtuosos del piano había cambiado también su concepción de la música instrumental para el mismo. Quería modificar la forma tradicional del concierto según los clásicos, Mozart o Beethoven. Y su trabajo se centró fundamentalmente en darle un papel relevante a las posibilidades sonoras y musicales del piano acompañándolo de una orquesta muy participativa, variada, que aportara todo su valor como conjunto musical y como individualidades que la forman. 

El concierto fue escrito en una etapa de gran trabajo de Schumann en la obra sinfónica, Primera y cuarta Sinfonías, Obertura, Scherzo y Final, aportando así un enriquecedor conocimiento de las formas compositivas sinfónicas. Inicialmente compuesto en 1841 quedó como un sólo movimiento bautizado como Fantasía. En 1845 fue completado hasta su forma definitiva. El estreno de  la obra tuvo lugar el 1 de enero de 1846 en Leipzig con la esposa del compositor, Clara, como solista. El concierto de Schumann es de una belleza sin par, una maravillosa combinación de maestría intrumental y colorido asignada al piano junto a una orquestación fabulosa, brillantísima; un juego musical desarrollado de forma perfecta a lo largo de sus tres movimientos (o dos según las grabaciones) que asume una forma sinfónica global marcada por numerosísimos cambios de tempos, de expresividad y de tensiones emocionales que logran en su conjunto una belleza musical sencillamente genial, con unos temas bellísimos, una combinación de vitalidad, ritmo, gracia, musicalidad, emotividad y colorido sin par.

En la interpretación presentada, asistimos nuevamente a una demostración de maestría por parte de Ormandy y la Philadelphia Orchestra. Es asombroso cómo logra transitar a lo largo de todo el concierto sin que decaiga la intensidad, cómo logra dar el sentido adecuado a cada fragmento y de qué manera tan fantástica deja respirar al excepcional y brillante piano del fenomenal Serkin. Una interpretación sencillamente preciosa.

El CD se acompaña de una fantástica interpretación, de nuevo por Ormandy y Serkin, del precioso Konzertstück Op. 92, una pieza al estilo de la homónima de Weber. Un mini concierto para piano sencillamente precioso, cargado de emotividad, de romanticismo, de belleza, de serenidad y de alegría desbordante. La obra fue compuesta en 1849 y estrenada también por su esposa Clara. Basta con escuchar su precioso inicio de piano y trompa para hacerse una idea de la belleza que encierra la pieza. Un encanto.

Espero que disfruten de este CD cargado de belleza.






Grieg, Schumann, Conciertos para Piano
Eugene Ormandy
Philadelphia Orchestra
Philippe Entremont, piano (Grieg)
Rudolf Serkin, piano, (Schumann)
Gabaciones:
Grieg, Broadwood Hotel, Philadelphia, 1 de febrero de 1958
Schumann, Town Hall, Philadelphia, 17 de marzo de 1964, Concierto y 16 de marzo de 1964, Konzertstück op.92