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viernes, 23 de noviembre de 2012

Bruckner. Sinfonía nº 8. Boulez. Orquesta Filarmónica de Viena. 1996.


Queridos amigos, hacía ya tiempo que deseaba publicar este disco. Hoy he sentido el impulso y la necesidad de hacerlo por una combinación de estado de ánimo y puro placer tras haberlo escuchado de nuevo. 

En su momento cuando lo adquirí reconozco que me costó mucho trabajo apreciarlo, simplemente por una mala costumbre de prejuicios. ¿Boulez y Bruckner? no me cuadraba esa asociación teniendo además presente la nula discografía que el maestro francés tenía de Bruckner (posteriormente agregó a su repertorio la 5ª, 7ª y 9ª).

Años después adquirí el DVD de la misma interpretación animado por una necesidad cada vez mayor de "ver" ese concierto y porque poco a poco había entrado en mis oídos esa música que producía el director francés sobre la partitura de Bruckner y me había ido cautivando la excepcional sonoridad de la Filarmónica de Viena. Visto el concierto, y varias veces ya, cada vez que escucho el CD me ha ido gustando más y más hasta llegar a tenerlo entre los más bellos discos que poseo tanto de Boulez como del propio Bruckner. 

Al final no iba a resultar tan extraña esa unión de dos músicos tan aparentemente distantes. Un Boulez que es un perfecto maestro del cromatismo, un habilísimo traductor del lenguaje armónico incluso de los más complejos y laberínticos, un maestro seductor en las complejas formas constructivas de la música de autores como Debussy, Ravel o Stravinsky o en las complicadísmas partituras de Bartok por no hablar de los "modernos" de la Escuela de Viena. Un músico que ha ido modelando su lenguaje expresivo con el paso de los años, la experiencia y la madurez y que ha llegado a admirar a Mahler en obras de las que renegaba en su juventud a la par que perfeccionando una técnica de dirección ya de entrada maravillosa no podía resultar decepcionante con Bruckner.

Y creo que no me equivoqué, ya juzgarán, queridos amigos, tras la escucha.

El origen de este concierto especial de Boulez tiene lugar unos cuatro años atrás después de un concierto en Londres con la misma obra y orquesta, un concierto que fue un éxito total y que tuvo una acogida excepcional en la prensa y crítica especializada londinense. Algunas conversaciones, ideas iniciales, proyectos futuros se debatieron entre Boulez y el director artístico de los vieneses resultado de todo ello se acordó un bello objetivo: interpretar la Octava Sinfonía de Bruckner en San Florián en el año del centenario de su fallecimiento. Y el proyecto fue tomando forma hasta llegar a hacerse una realidad, bella e impresionante realidad. 


El concierto se registraría por la ORF, se filmaría por Euroart y se grabaría por la DG. Lugar, Iglesia de San Florián, cerca de Linz, el lugar de reposo de Bruckner y lugar donde por ejemplo dos de los más grandes directores brucknerianos habían dirigido, Jochum y Karajan. Se harían ensayos previos en Viena, se trasladarían todos a San Florián, se montaría y analizaría la bella pero delicada acústica de la iglesia y se ofrecerían dos conciertos el 21 y 22 de septiembre de 1996.


Los resultados sonoros son espectaculares con una grabación verdaderamente antológica en la que se aprecian con enorme nitidez todos los bloques musicales, los instrumentistas solistas, los pasajes densos, las partes de delicada armonía, los silencios y los fantásticos grupos musicales dispuestos por Bruckner en sus corales maravillosas. Grabación que elimina los sonidos inapropiados, los ecos y que permite además hacer una interpretación con un tempo y un ritmo nada forzado a la lentitud por tener que condicionarse a las condiciones acústicas. En definitiva, una grabación soberbia.


Y en cuanto a la interpretación debo reconocer que es sencillamente preciosa. Ya decía al inicio que tenía mis reparos pero cuando la escuchas esos iniciales reparos que puedes tener van desapareciendo y te rindes a la verdadera magia de Boulez, a su precisión sin exceso de análisis, a su entrega a la belleza del sonido bruckneriano, a su elaboración perfecta del edificio sonoro y al desarrollo realmente espectacular de la partitura. Una construcción enlazada de forma soberbia de las partes musicales de cada movimiento, una perfecta unidad conceptual de toda ella, una atención al detalle y significado de cada intervención solista realmente exquisita, un manejo de la masa orquesta depurado, una tímbrica deliciosa, un colorido instrumental realmente bellos y un flujo musical sabiamente manejado, sin altibajos, sin prisas y sin excesos de lentitud. Una interpretación que deja asombrado por su bellísima musicalidad, su enorme fuerza emocional, su belleza sonora al servicio de la belleza espiritual; una interpretación que les conmoverá de verdad y en la que podrán experimentar energía, vitalidad, calma, serenidad, impulso, fuerza, belleza, emoción y pasión.

Realmente una interpretación de la Octava Sinfonía de Bruckner de un altísimo nivel, maravilloso homenaje al compositor en el centenario de su fallecimiento y una muestra más de lo que es la Orquesta Fialrmónica de Viena: una orquesta excepcional, única, irrepetible y, cuando está en estado de gracia, insuperable. Realmente resulta un placer indescriptible escucharla.

Espero que disfruten de este disco realmente sorprendente y bello.

Merece la pena, no piensen en Boulez para que no les pase lo mismo que me ocurrió, que me dejé llevar por prejuicios sin haber dado la oportunidad previa de la escucha. Piensen en una música soberbia que va a ser recreada por un enorme músico con deseo de hacer todo lo bella que pueda la recreación de una partitura que va a dedicar al propio compositor. Y es que cuando la música se interpreta con profundidad, con convencimiento, con amor...jamás puede fallar.



Bruckner
Sinfonía nº 8
Pierre Boulez
Orquesta Filarmónica de Viena
Festival Bruckner de 1996
Grabación: San Florián, Chorherrenstift, 21 y 22 de septiembre de 1996
Versión mixta de 1887/90 en la Edición de  Robert Haas de 1939