Queridos amigos. Continuamos hoy con las interpretaciones del ciclo de sinfonías de Bruckner por el maestro polaco Stanislaw Skrowaczewski y la Saarbrücken Radio Symphony Orchestra. En esta ocasión dejamos la aproximación que realizan a la Sinfonía nº 0 "Nullte" y al Adagio del Quinteto de Cuerdas.
Repetir lo que indicamos en la primera entrada dedicada a este ciclo sinfónico. Si bien los participantes de manera individual no son las típicas estrellas del firmamento discográfico no es, sin embargo, menos verdad que logran ofrecer una inerpretación que no desmerece a las grandes, fundamentalmente por la visión integral que de estas interpretaciones se realiza, por la brillantez y precisión instrumental que logran desempeñar los músicos y por el impulso que anima por parte del director todas y cada una de las interpretaciones.
La Sinfonia nº 0 de Buckner es también una de sus sinfonías de la época de Linz y no tiene asignación de número por parte del autor como si hubiera sido "anulada". Corresponde en realidad a la tercera sinfonía en el orden compositivo tras la Primera y la Sinfonía de Estudio Doble 00. Su fecha de composición data de 1869 aunque se dice que existe una versión previa de 1864 que fue la base para la revisión posterior de 1869. Su estreno no tuvo lugar hasta el año 1924 dirigida por Franz Moissl en Klosterneuburg concretamente el 12 de octubre de 1924. Se puede considerar este trabajo sinfónico como el resultado final de sus estudios compositivos en Linz tras los realizados con la Sinfonía de Estudio de 1863, el Cuarteto de Cuerda en do menor de 1861 y la Obertura en sol menor de 1863. La obra tiene dos ediciones, la de Woss (publicada en 1924) poco valorada por sus añadidos y recortes y la de Leopold Nowak (publicada en 1968) universalmente aceptada como la más válida y la empleada en esta grabación (versión de 1869 en la Edición de Leopold Nowak de 1968).
Obra de juventud es ya un brote visible de lo que serán sus futuras obras a partir de los años 70. Se observa un mejor manejo de la masa orquestal y de los temas así como un estilo todavía romántico. Sus cabalgatas sonoras no están tan perfectamente construidas como en las sinfonías posteriores y el enlace de los motivos no es tan perfecto, pero ya se reconoce a un Bruckner más próximo al de sus grandes obras de perfección constructiva y sonora únicas. El primer movimiento tiene todo el aspecto sonoro de Bruckner; temas que se van sucediendo, engarzando, creciendo; sonoridades amplias perfectamente controladas, metales y cuerdas con un manejo ya muy considerable de perfección. Aunque aquí ya empiezan a aparecer los "metementodo" habituales (para su desgracia) en la vida de Bruckner con las preguntitas de rigor que hicieron mella en la confianza del compositor. Mella breve pues la obra se mantuvo sin correcciones de importancia ¡ay querido Otto Dessoff, quien te mandaría a tí a decir eso de ¿dónde está el tema?, ay, ay!...
La obra resulta fantástica de escuchar. No es de las grandes, pero el mundo sonoro y espiritual de Bruckner está ya en ella. Un primer movimiento bellísimo, amplio, poderoso, sin pesadez, bien construido y perfectamente finalizado con una energía amplia y refulgente; un segundo movimiento Andante majestuoso, lírico y emotivo, precioso sin más, con un manejo de metales y maderas fantástico; un Scherzo como tercer movimiento iniciado de forma explosiva pero que tiene un lirismo juguetón increíblemente bello y un ritmo apasionantemente embriagador y un movimiento de conclusión, un final bellísimo, sin duda alguna, con menor técnica que sus otros finales, con muchos tintes clásicos y románticos pero con todo el poder, la fuerza, la energía creciente y la musicalidad de Bruckner; bellísimo y enorme.
La interpretación lograda por Stanislaw Skrowaczewski y la Saarbrücken Radio Symphony Orchestra está a prueba de cualquier comparación con directores u orquestas que hayan afrontado esta obra. Y el resultado final es una sinfonía bellísima, lírica, radiante, poderosa, clásica y romántica pero ya plenamente bruckneriana. De una emotividad sin puntos bajos en toda la obra, me siguen pareciendo deliciosos su primer y tercer movimientos y ese final, mezcla de bruckneriano maduro en ciernes con clasicismo formal y estructural, es una gozada.
El Quinteto en fa mayor de 1881 fue escrito por encargo de Joseph Hellmesberger, entonces director del Conservatorio de Viena y líder de un excelente cuarteto, justo después de terminar la Quinta Sinfonía, y al igual que ella está impregnado por su belleza, técnica y maravillosa audacia de contrapunto. El Adagio, frecuentemente presentado como pieza independiente, es un ejemplo de la más exquisita belleza sonora y emotividad que se puedan escuchar. Merece de verdad la pena cerrar los ojos y dejarse llevar por su enorme intensidad, tal que a veces hasta hace doler al corazón. Una interpretación profundísima y exquisita de la orquesta. Una maravilla de la música, sencillamente eso.
Les dejo este segundo disco del que estoy convencido disfrutarán mucho. Son obras que, escuchadas con amplitud y libertad de miras y sin ataduras ni anclajes a lo escuchado antes de Bruckner, logran transmitir un placer emocional y sonoro increíble.
Bruckner
Sinfonía nº 0 in D minor 'Nullte'
Versión de 1869 en la Edición de Leopold Nowak de 1968
Adagio del Quinteto de Cuerdas
Stanislaw Skrowaczewski
Saarbrücken Radio Symphony Orchestra
Kongresshalle Saarbrücken, 22 al 25 de marzo de 1999
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