Volvemos a la obra de Bruckner y en esta ocassión en unas manos poco habituales a la hora de interpretar al maestro austriaco. Leonard Bernstein en sus últimos meses de vida volvió con sus músicos vieneses para ofrecer una aproximación fascinante, arrolladora, soberbia, de una emoción latente absolutamente vigorosa. Un Bruckner creo llevado de las manos de un alma atormentada para servir de vehículo transmisor de otra alma absolutamente entregada a su paz definitiva. De un músico que anheló aquello que por su perseverancia y humildad con conocimiento logró: ser un enorme compositor. Uno se dispersó, otro se concentró y ambos alcanzaron sus deseos; uno a regañadientes otro con absoluta aceptación de la tarea cumplida.
La Novena de Bruckner nos deja la expresión clara de la convicción profunda y personal de Bruckner; en ella se entrelazan de forma maravillosa elementos renovadores con numerosas citaciones y recuerdos de las anteriores obras; una obra visionaria y moderna a la par que globalizante. Es la cumbre estilística del compositor y ya se vislumbra en ella nuevas épocas musicales que se harán realidad a principios del siglo XX. Hay un trazo maravilloso de concepto temporal, del aspecto espiritual del compositor, sonoridades modernistas en un conjunto armónico tradicional. Una verdadera fusión de intenciones genialmente elaborada y que no deja de asombrarte en cada escucha.
Tras algunas aproximaciones edulcoradas se ha de esperar al trabajo de Orel en 1932 para poder escuchar la música original de la obra. Unión perfecta entre el pasado, aceptado y puesto en valor con las osadas iniciaciones al modernismo, serialismo o tonalidad llevada a sus últimos extremos.
Si bien esto podría ser una forma de ver la obra desde un punto de vista puramente técnico, lo que más impacta de ella es su elaboración soberbia, la perfecta integración de sus temas, la belleza monumental de la construcción técnica y la impresionante sonoridad bruckneriana llevada a su expresión más bella. Una definitiva despedida por todo, todo lo alto, con una obra única, irrepetible y sensacionalmente emotiva.
Bernstein, aún no siendo un experto en Bruckner, sea quizá por la edad, por la unión mágica con los vieneses, o por otras circunstancias, se entrega al máximo en un derroche de intensidad, lirismo, profundidad de lenguaje y belleza pura; bálsamo musical perfecto para las almas indecisas en lucha y en su etapa final. El mensaje definitivo está pleno de amor y pasión. Venceremos siempre, tarde o temprano y alcanzaremos nuestra paz.
La orquesta de Viena absolutamente excepcional, bellísima en color, calidad, timbre, rica en matices; suavidad elegante, energía vigorosa y compenetración absoluta con el director. Y el mensaje de Lenny está flotando en el aire: era un artista con todas la de la ley ese Bruckner.
Por favor ámenla y disfrútenla como una muestra de amor sincero.
Bruckner
Sinfonía nº 9
Orquesta Filarmónica de Viena
Leonard Bernstein
Musikverein Grosser Saal, febrero y marzo de 1990 (entre otras se realizaron además las tomas para la grabación del DVD)
Versión de 1894 Versión Original en Edición de Leopold Nowak de 1951