Queridos amigos, hoy es un día especial, es mi cumpleaños. 47 añitos más o menos llevados. Feliz de haber llegado a ellos y contento con lo que he conseguido en esta vida: familia, trabajo y amistad. No debo pedir más, bueno sí, que siga durando otros cuantos años más y que, por supuesto todos lo puedan celebrar también.
Y con motivo de este día especial quisiera compartir con todos un disco también especial y que muchos amigos desean escuchar. Va por ellos, por todos en general y vamos a decirlo, también por mí mismo, como regalito musical por mi cumple.
Poco voy a comentar de la excepcional e increíble interpretación recogida en el CD. Sinceramente de lo más bello que ha realizado Celibidache con Bruckner, excepcional. Manifiesto también de entrada que mi preferida sigue siendo la de Jochum con la Sinfónica de Bamberg (la antigua Orquesta Filarmónica Alemana de Praga) que me resulta insuperable, pero dicho esto, ya saben que es cosa de gustos y manías, la interpretación de Celibidache recogida en este disco es algo excepcional, único, soberbio y que resulta realmente difícil de entender que pueda lograrse tal maravilla.
Y es maravilla en todo. En su concepción global, en su fraseo, en su construcción, en el detalladísimo análisis y exposición de temas, en la ejecución vibrante y emocional de los muniqueses, en la elasticidad inacabable de Celibidache, en su manejo del concepto sonido-tiempo, en su "imposible" manejo de la orquesta en unos ritmos y tempos que harían que en manos de cualquier otro se desmoronase todo y resultara un verdadero bodrio infumable (perdonen la expresión).
Comenzada en 1884, después de terminar su Séptima Sinfonía y tras la euforia de su éxito, la Sinfonía nº 8 tiene un devenir más complicado que su predecesora. Terminada en un principio en 1887, fue rechazada por Hermann Levi, quien tuvo un papel determinante en el triunfo de la Séptima y que al no comprender la nueva obra estuvo a punto de llevar a Bruckner, que raras veces estaba satisfecho consigo mismo y que entendía su nueva obra como un verdadero logro musical, a un estado anímico realmente pésimo. Bruckner realizza una larga revisión que dura dos años, tras la que la obra conoce un gran éxito en su estreno en Viena el 18 de diciembre de 1892 en los atriles de la Orquesta Filarmónica de Viena bajo la batuta de Hans Richter. Es ampliamente conocido que se la calificó como de sinfonía de las sinfonías o cumbre de la sinfonía romántica. Y merecido era.
La versión de 1887 inicial es algo más larga en duración que las demás. Su carácter es más austero al reducir de tres a dos las maderas. El estreno de esta versión lo dirigió Hans-Hubert Schönzeler en la BBC en 1973 y está basada en la Edición de Nowak de 1972.
Posteriormente se conserva también un trabajo intermedio de Bruckner que afecta al movimiento lento exclusivamente y se fecha en 1888.
La versión que más frecuentemente se interpreta es la de 1890 en la que Bruckner realiza cambios que para muchos estudios o bien no son propios o se realizan por las presiones de amigos y colaboradores (Schalk sale a relucir) en un intento de hacerla más al gusto brahmsiano. Sin embargo otros estudiosos como Nowak consideran que no hay una mano diferente a la de Bruckner en las anotaciones de la partitura. La obra en esta versión de 1890 es mucho más plena y grandilocuente que la de la versión original, de mayor contundencia y monumentalidad sin dejar de lado la elaboración de unas armonías y texturas sutiles y claras, particularmente en los instrumentos de madera. Leopold Nowak publicó esta edición en 1955.
Una edición posterior de 1892 realizada en gran parte por Schalk es la que sirve para el estreno en Viena de la obra teniendo cortes y añadidos bastante numerosos en el final. Bruckner parece que autorizó su publicación.
Posteriormente existe otra edición en este caso de la mano de Haas que toma la versión de 1890 y añade numerosos pasajes de la de 1887 al considerar que habían sido alterados o eliminados por las sugerencias y presiones de Schalk, Levi y otros. Esta Edición Haas se publicó en 1939 y compite en preferencia con la de Nowak de 1890. Muchos la acusan de tener demasiado trabajo propio de Haas, escribiendo muchas partes, acotando otras y revisando muchas secciones.
En el caso concreto de la interpretación de Celibidache este elige la versión de 1890 en la Edición Nowak de 1955. Y los resultados son realmente poderosos, espectaculares, brillantes, sin excesos de grandilocuencia pero si de marcado e intenso poder musical. La ejecución no tiene desperdicio. Todo está en su lugar. Los temas son fraseados de manera prodigiosa, expuestos con una claridad meridiana a un tempo imposible pero que te permite seguir todo el desarrollo, los metales resultan impactantes, la percusión sorprendente, las cuerdas excepcionales (¿quién dijo que la Filarmónica de Munich era una orquesta de medio nivel?), de una tersura, empaste, sedosidad y energía realmente sorprendentes.
Y por encima de todo ello está la figura mágica de Celibidache. Un maestro que paladea esta música y la hace propia, la asume como suya y la reelabora a su sabio entender, con sus conceptos de tiempo, espacio, momento y sonoridad; con su habilidad para deshacer la música mientras la compone como si deshojara una margarita a la que volviera a colocar sus bellas hojas blancas reconstruyéndola. Me quiere ahora, no me quiere luego, la coloco aquí, la traslado allá de forma que al final tiene la misma margarita pero aún más bella que al inicio. Ha pasado por las manos de un artista, de un florista de las notas que hace ramos maravillosos en su conjunto final.
Indescriptible, impresionante, irrepetible (nunca mejor dicho, jamás tenderemos otra visión así), demoledora, contundente, conmovedora e impactante. Con cotas de inspiración y de grandeza que quizá nadie haya logrado. Realiza un meticuloso desmenuzamiento de la partitura, sin perder en absoluto la visión del conjunto por otro lado elaborado con una solidez aplastante.
El sonido bruckneriano de Celibidache emerge de forma natural, es organístico, robusto, profundo gracias a unas cuerdas e instrumentos graves siempre muy presentes, de empaste primoroso. No resulta ampuloso, es contundente, fuerte, de impresionante marcha dinámica a tempos lentísimos. Estamos ante una traducción no fatalista del todo pero si profundamente arraigada en el ser humano y en el más allá de Bruckner, una visión casi cósmica del mundo, donde hay acatamiento de la desesperanza sin rebeldía enmarcada en una angustia demoledora pasada por el tamiz del conocimiento y la experiencia vital del propio Celibidache. Sensacional.
Espero que lo disfruten, en particular queridos los queridos amigos Ángel, David, Miquel y Rafael; Manuel te encantará; Jose disfrutarás de ella. Todos en general van a disfrutar de una experiencia única.
Y esperemos celebrar muchos cumpleaños más queridos amigos.
Bruckner