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viernes, 7 de septiembre de 2012

Mahler. Sinfonía nº 2. Klemperer. Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera. 1965.


Queridos amigos, preciosa entrada para disfrutar el fin de semana y para mantener en el recuerdo a nuestro querido Javier. Una obra hermosa, cargada de significado y de profundo mensaje. Una obra que siempre cala en tus sentimientos y que jamás te deja indiferente. La magna Segunda Sinfonía de Mahler en esta ocasión en manos de un mago de la dirección orquestal y un músico particularmente afecto a esta obra: Klemperer.

Klemperer, el joven Klemperer que allá por el año 1905 era el encargado de los ensayos de coro y de la orquesta en segundo plano para el concierto de la Segunda Sinfonía que daría Oskar Fried; aquel joven Klemperer que tras el disgusto inicial que se llevó de mano, o mejor de las palabras, del propio Mahler quién dijo no a la calidad de la prestación coral y del propio Klemperer tras los ensayos iniciales y que poco después, en la sala de descanso de los artistas, al recibir el elogio sincero del compositor cambió su vida para ser un representante, un testimonio vivo y un apasionado defensor de su música; aquel Klemperer está presente en este precioso registro de la obra. El Klemperer apasionado, intenso, muy intenso y enormemente profundo de sus años jóvenes emerge de nuevo en esta genial recreación al frente de los músicos bávaros pero cargado de sabiduría, de experiencia y de experiencias vitales de gran calado. Un Klemperer podemos decir que revitalizado y con una profundidad de corazón enorme.


Mahler y Fried. 8 de noviembre de 1905.

Su colaboración con la orquesta de Baviera es quizá una de las máximas alegrías que tuvo Klemperer en los años posteriores a la finalización de la II Guerra Mundial (junto a su encuentro con Legge de EMI, persona ala que jamás podremos agradecer su tarea en la música del pasado siglo XX). Una orquesta preciosista, de una formación por manos prestigiosas (querido Jochum, querido Jochum), una orquesta suntuosa y de cálido sonido capaz a la vez de ofrecer un juego instrumental individual digno de la mejor formación con la que se quiera comparar. Esa orquesta sirve a los propósitos de Klemperer para conseguir una recreación de la obra plena de vitalidad, de enorme belleza sonora, de verdadero espíritu celestial, de magia y encanto, de precisión sin frialdad y sobre todo de un fantástico y audible sentido musical y espíritu mahleriano.

Es una interpretación vitalista, de un ritmo frenético, sin suspiros, impactante. Lejos de la recreación sonora de Bernstein en el pensamiento mahleriano, lejos de la visión particular de Walter, distante también de la maravillosa profundidad de un Abbado o de un Giulini. Lejos de todos ellos pero quizá con un poquito de cada uno (aunque no coincidan en el tiempo). Klemperer consigue aquello que Mahler decía de la música. Consigue estampar en su interpretación el mundo. Llenar de experiencia y vivencia el desarrollo de la música  de Mahler, llenarla de vida.Y hacerlo de una forma sorprendentemente ágil, fresca, directa, sin compromisos efectistas de cara a la galería. Traduce la música y conforme es traducida ya va plena de amor, de sentimiento y de carga emocional.


Klemperer al igual que Walter eran maestros dados a la libertad, a la expresividad, al reforzamiento del sentimiento oculto en las notas. Pero Klemperer cuyo devenir personal fue digamos que algo más complicado que el del venerado Walter y que tenía una personalidad afecta de transtorno psicológico bipolar tenía una enorme capacidad, como todos los bipolares, de impregnar de sentimiento y de alma lo que ejecutaba, de poner todo su corazón en la música que trasladaba al espacio de la creación. Un verdadero y profundo alquimista del sonido y de la pasión.

Y todas estas virtudes y particularidades de Klemperer asoman aquí y allá en esta vibrante, vital, profunda y etérea recreación de la sinfonía. Todo está puesto de manifiesto. Desde la vida hasta la muerte y la resurrección final de todo. Del hombre, de la persona, de la humanidad. Todo es vivo y vibrante, bello, alegre y hermoso pero gracias a Dios todo es finito y emocionalmente bello en su despedida. Despedida que no debe ser un fin, más bien un inicio, un bello canto al más allá, al lugar donde iremos y donde reposaremos de las ansias y pesares de este mundo. No hay medias tintas en la increíble percepción de este universo de sentimientos por parte de Klemperer.


Seguirán absolutamente entusiasmados y anodadados esta maravillosa visión de Mahler de la mano de Klemperer. Experimentarán sensaciones únicas, placenteras y de una capacidad reconciliadora sin par.

Una verdadera obra maestra, un monumento discográfico, un puntal de la música, una experiencia irrepetible. No puedo y no debo olvidar cuatro piezas fundamentales de esta marvilla: la Orquesta y Coro de Baviera, las increíbles voces e interpretaciones profundas de Harper y Baker, ambas monumentales, sublimes y la excepcional y sorprendente grabación de EMI, una joya de grabación.

Disfrútenla por favor.

Disfruta de ella querido Javier. Estás allá, seguro, allá en la armonía celestial.




Mahler Sinfonía nº 2
Klemperer
Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera
Heather Harper, soprano
Janet Baker, mezzo
Coro Sinfónico de la Radio de Baviera, Wolfgang Schubert
Grabación: Herkulessaal, Munich, 29 de enero de 1965