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viernes, 15 de febrero de 2013

Bruckner. Sinfonía nº 8. Wand. Orquesta Sinfónica de la NDR de Hamburgo. 1990.


Mis queridos amigos. No es por un deseo peculiar de lanzar un nuevo debate (que sea al menos tan ameno y constructivo como el producido por nuestro amigo Alejandro a raíz de la entrada de la Séptima de Bruckner por Böhm y que ha suscitado pasiones, y la verdad sea dicha un enorme conjunto de sabias opiniones, de corazón de muchos de nuestros amigos) sobre las interpretaciones y recreaciones de las obras sinfónicas de nuestro bien amado y querido Bruckner, pero no he podido resistir la tentación de dejar esta noche este disco, absolutamente sensacional, genial, mágico y maravilloso con la soberbia interpretación del maestro Wand en Tokio al frente de su NDR Sinfonieorchester de Hamburgo de la monnumental y colosal Octava Sinfonía de Bruckner.

Y lo quería dejar hoy como paso previo a la próxima entrada de la misma obra por Böhm que muy amablemente ha puesto a mi disposición, y por tanto a la de todos, nuestro amigo Manuel José. No con deseos de establecer comparaciones, no, pero sí con la sana intención de que puedan disfrutar de dos verdaderas joyas de la fonografía de esta obra. Y además para permitirme una pequeña licencia querido Alejandro. Voy a ampliar tu abanico de descripciones de directores brucknerianos con uno más, el agnóstico transformado en místico. Este es Wand en esta magistral recreación de la partitura bruckneriana en este concierto de Tokio.


Genial, cálido, exquisito, de discurso elegante sin perder la firmeza y la tensión, incluso dureza de la obra. De fraseo elegantísimo, con unas cuerdas llevadas de manera magistral en su interpretación, salpicada de coloridas intervenciones de maderas y vientos, con metales poderosos y señoriales, percusión arrebatadora y por encima de todo ello una mano que con pulso suave pero no blando maneja el concepto global de la Octava de manera portentosa.

Ni siquiera en su "bestial" interpretación con los músicos berlineses logro captar este fuego y esta pasión que Wand nos entrega y aún no siendo orquestas comparables, nada tienen que envidiar a la Filarmónica de Berlín. Diría más, están a un nivel sorprendente, en su sentido literal, por su sonoridad amplia, detallada, matizada, delicada y minuciosa en los más íntimos detalles. Su conjunción es mágica; las bellísimas arpas del tercer movimiento, ese Adagio sublime, resultan como soplos de belleza y lirismo que te atrapan en un vilo mientras las cuerdas van desarrollando su tenso y profundo juego musical a ritmo pausado, que permite respirar la emoción y profundidad de sus gestos sonoros.

Wand podrá ser agnóstico querido Alejandro pero acaba creyendo en Bruckner. ¡De qué otra forma podría ser! Es imposible resistirse a la belleza de esta música y no podrías más que rendirte a ella y decir, querido maestro, tenías razón, esto es sencillamente gloria bendita. Arte celestial, sublime ejemplo de inspiración y de una capacidad puesta al servicio de algo superior. Podré ser agnóstico o aséptico pero hoy no. Hoy toca ser sencillamente un ser humano entregado a las delicias de un placer superior que es tu música. Y te voy a dar todo, como diría San Ignacio, todo mi ser y me entendimiento, para que lo que has escrito tenga esa vida que es imposible dejar de ver, de sentir y de vivir.


Te voy a entregar estas preciosas cuerdas para que sean la base de un sencillo barquito musical que te voy a aderezar con unos preciosos sonidos de las maderas y de los vientos-metales que serán los poquitos adornos que llevará ese barquito querido Bruckner.

Pero además te voy a dar la energía incesante de mis percusiones y de mis metales para que se pueda impulsar ese barquito mi terco maestro Bruckner. Y un poquito más te voy a dar, te voy a entregar mi sabiduría, porque soy sabio maestro, al menos en tus cosas, pero hoy esa sabiduría la voy a poner a tu servicio, para que sientas esos timbres, veas esos colores, palpite tu alma con esos ritmos que te voy a dejar.

Hoy querido y obstinado maestro Bruckner voy a ser un poquito místico y sencillamente voy a hacer que ese barquito musical sea tu trono en el que te sientas verdadero rey y llegues allí donde seguro, tu fe, tu educación y tu profunda creencia quiere llegar y desea que esté esta tu ofrenda musical. Yo hoy voy a ser el maestro que creyendo profundamente en tu música te de un ejemplo de cuanta belleza puede tener. Y querido Bruckner. Lo he logrado, estoy seguro, completamente seguro.

Y el maestro Bruckner sonrió y asintió emocionado al escuchar su música que subía en un humilde barquito de artesanía. ¡Querido Wand, sí, tienes razón, lo has logrado! Los últimos compases de esa increíble recreación que has realizado han acabado de acercarme ese bello barquito en el que me siento feliz, no como rey, sino como hombre y músico. 


Amigos míos, disfruten de una verdadera obra de arte realizada con pasión, técnica, sabiduría, madurez, sentimiento y conocimiento. Una joya, una joya en mayúsculas.

Gracias querido Wand, agnóstico transformado en místico para la mayor gloria del venerado maestro y para el goce de todos aquellos que con visiones de uno u otro tipo sencillamente amamos a Bruckner.

Y recuerden queridos amigos, Bruckner sonrió.

Bruckner
Sinfonía nº 8

Günter Wand
NDR Sinfonieorchester de Hamburgo
Versión mixta de 1887/90 en Edición de Robert Haas de 1939

Grabación
Tokio, Suntory Hall, 3 de noviembre de 1990