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jueves, 14 de noviembre de 2013

Felicidades Maestro Copland. 14 de noviembre de 1900. Copland. Sinfonía nº 3. Sinfonía para Órgano y Orquesta. Bernstein, Orquesta Filarmónica de New York. 1966. 1967.


Mis queridos amigos, esta noche tengo el placer, verdadero placer, de dejar para disfrute general un precioso disco con el que aprovechamos para rendir un pequeño homenaje a uno de los mayores músicos del pasado siglo XX, mi bien querido, respetado y adorado Aaron Copland.

Copland representó para mí en mis inicios a la apreciación de la música clásica una verdadera piedra de toque para mis sentidos y mis capacidades de escucha. En esa aventura de la que ya se van a cumplir bastantes años, su música ha estado asociada casi siempre a su buen discípulo y amigo Leonard Bernstein cosa que logró que mi acercamiento al entendimiento y disfrute de la misma fuera bastante más fácil de lo esperado. Cuando no era Lenny el que interpretaba sus obras me remitía siempre a las interpretaciones del propio Copland que aún no siendo de la misma profundidad emocional ni del mismo valor técnico eran de un enorme atractivo musical.

Siempre he mantenido esa asociación y quizá he perdido la posibilidad de escuchar otras aproximaciones a la música de ese gran revolucionario norteamericano que fue Copland. Poco a poco aprendí a disfrutar de su música de cámara y fundamentalmente de su piano, un pianos realmente hermoso, bello y difícil, pero por encima de todo dotado de un enorme poder de seducción.

Y algo semejante pasa con las obras presentadas en este soberbio disco, un disco realmente referente en la discografía de Copland (bastante más fresco, vital, desgarrado y libre que el posterior que el mismo Lenny grabó para DG). Un Copland al que muchos califican de Gran Padre de la música norteamericana, yo quizá no me atrevo a tanto pues en su época destacaba o empezaba a despuntar una pléyade de figuras inquietas, radicales, como las de Roy Harris, William Schuman, Peter Mennin, David Diamond, Walter Piston o el propio Lenny. Figuras todas ellas que pretendían crear un nuevo y propio lenguaje musical americano. Quizá de entre todas ellas la de Copland destaca por su inquietud permanente desde sus años parisinos, su disconformidad con la "simplificación" que se hacía con la música en el ámbito francés, la complacencia con la que se trataban las enormes posibilidades de la polirritmia del jazz o su concepción profunda de una música que debía cambiar para aprovechar todas las posibilidades que se habrían en su país alejado de las corrientes algo anquilosadas de las leyes francesas, alemanas o italianas en la música.


Con todo ello en mente es en el año de 1924 cuando Nadia Boulanger,que había sido su maestra durante un período de dos años en Francia, quien le pide que escriba una obra para órgano y orquesta que debía ser
estrenada en su próxima gira por América del Norte. Copland a su regreso a EEUU se pone a trabajar duro en una composición en la que tiene una difícil tarea y unas elevadas complejidades. Se enfrenta a un camino tortuoso y difícil de recorrer. No conocía ni había escuchado escuchado su propia forma de orquestar, ni tampoco, como confiesa, conocía el órgano más allá de una forma superficial. No había trabajado las grandes formas sinfónicas ni se había enfrentado a la rígida disciplina de una composición de tal envergadura. Copland eligió quizá el camino más difícil: adoptar el papel de "enfant terrible" de la música nacional. A pesar de todo ello su composición que se estrenó el 11 de enero de 1925 con la misma Nadia Boulanger al órgano acompañada por la Orquesta Filarmónica de Nueva York bajo la dirección de Walter Damrosch fue calificada por el mismo director como algo "demencial" (en tono sarcástico, vino a decir que quien compone algo así con 23 años en un periodo de cinco años más podrá cometer un crimen) y tuvo una acogida que podemos calificar de "sorprendente" para el público de aquella época. Pero como indicaba para el mismo Copland seguía siendo una obra demasiado clásica y atada a las normas imperantes. En el año 1928 era revisada y transformada en su Sinfonía nº 1 con la eliminación de la parte de órgano.

En cualquier caso y sirviendo estas notas como simples pinceladas de lo que la mente de Copland tenía en su recámara, debemos decir que resulta una composición chocante pero manteniendo un tono europeo que resulta realmente bello y en la que ya se pueden vislumbrar las ideas ulteriores de Copland en cuanto a la generación de su propio lenguaje y de un lenguaje más propiamente americano.


La Sinfonía nº 3 de Copland tiene su génesis en el encargo realizado por la Fundación Koussevitzky en el año 1946. Copland ya ha madurado bastante su lenguaje y nos da una muestra realmente impresionante de una composición que aglutina las grandes fuentes folclóricas americanas, los ballets musicales del propio compositor, los secretos del jazz, los preciosos juegos de citaciones de microtemas, las referencias a Mahler o Shostakovich en amplitud temática y en la elaboración general de la obra como un monumento único, amplio, poderoso y brillante. Un tono general de de heroísmo, magnificiencia, dignidad, majestuosidad y una pizca de revolución y agitación recorren la obra. Una obra amplia, colosal en instrumentación en la que vamos descubriendo diversos y bellos temas sabiamente armonizados y enlazados (precioso tema retomado y modificado el de su Fanfarría para un Hombre corriente), temas y ánimos que van desde lo feliz y animado del folclore a lo ensoñador y delicado de los pasajes más "europeos" pasando por la majestuosidad y la ruptura de la misma con estridencias sorprendentes. Una obra realmente sensacional, sorprendente, revolucionaria e impactante. Una verdadera obra de arte que se estrenó el 18 de octubre de 1946 , por la Orquesta Sinfónica de Boston bajo la dirección de su titular Serge Koussevitzky.


Queridos amigos, quizá esta entrada les pueda parecer extraña y diferente pero no es más que la pasión y la maravillosa concepción y opinión que tengo de las obras presentadas, obras que siempre me han procurado un placer, difícil sí pero enorme, un estado de serenidad y de pasmosa tranquilidad tras su escucha y que siempre me han maravillado por la ejecución primorosa de Bernstein, su orquesta, una maravillosa Filarmónica de New York, y por esa intervención realmente mágica del órgano de Power Biggs.

Un disco realmente maravilloso al que siempre le tendré un particular cariño por su fácil manera de hacerme ver una música diferente de manera clara, sencilla y preciosa. Permítanme finalizar esta entrada con esta foto que ella sirva para reflejar, creo que de manera preciosa, una relación realmente maravillosa entre dos grandes genios de la música.

Va por Aaron, va por Lenny, va por su obra y su labor. Gracias a ambos. 



Copland
Sinfonía nº 3
Sinf. para Órgano y Orquesta

Leonard Bernstein
Orquesta Filarmónica de New York
E. Power Biggs, órgano

Grabaciones:

Sinfonía nº 3, 16 y 17 de febrero de 1966, Philharmonic Hall, now Avery Fisher Hall, Lincoln Center, New York

Sinfonía para Órgano y Orquesta, 3 de enero de 1967, Philharmonic Hall, now Avery Fisher Hall, Lincoln Center, New York