Queridos amigos dejamos esta noche un disco realmente bonito. La interpretación inmensa y profunda de la Décima Sinfonía del gran Shostakovich por el joven maestro letón Andris Nelsons, no hace mucho serio candidato a la titularidad de la Filarmónica de Berlín, al frente de su orquesta, la excepcional Sinfónica de Boston en la que se mantiene en su titularidad.
Una interpretación rica, inmensa, detallista, muy profunda en sus vistas y quizá despojada de las virtudes de las antiguas recreaciones de los grandes maestros rusos apostando por un poco menos de rasgo dramático y más en el sentido de un intento de reflejar la visión humana de un compositor y un hombre atormentado por los años y circunstancias vividas, impulsando más su carácter íntimo, melancólico e introspectivo. Al igual que hace con el hermoso Passacaglia de la obra de Shostakovich, despojándola de connotaciones políticas (que las tuvo y muy serias) y enfocándola más en su aspecto humano, dramático, remarcando su poderosa instrumentación masiva y su sentido de inmenso dolor humano.
Creo que es digno de mencionar que la belleza tímbrica de la Sinfónica de Boston acompaña muy bien a esta aproximación de Nelsons dejando notar su preciosa sección de cuerdas y las maravillosas maderas, su empaste único como conjunto y su sonoridad profunda y cálida, sin olvidar que estamos ante una de las más portentosas centurias del mundo.
Shostakovich nacido en San Petersburgo un 25 de setiembre de 1906, hizo sus primeros estudios musicales con su madre, una pianista profesional. En 1919 fue admitido en el Conservatorio de Petrogrado donde estudió piano con Leonid Nikolayev y composición con Maximilian Steinberg, finalizando ambas disciplinas en 1923 y en 1925 respectivamente. Su obra de graduación, la Primera Sinfonía, estrenada triunfalmente en Leningrado el 12 de mayo de 1926 bajo la dirección de Nikolai Malko, constituyó un éxito impresionante y una muy agradable sorpresa para público y crítica siendo una obra habitualmente interpretada desde entonces. Pocos meses después de su estreno fue interpretada en Berlín y en Filadelfia.
Las dos siguientes sinfonías del maestro, subtituladas "A octubre" y "El primero de mayo" fueron escritas para afirmar su fidelidad a la revolución. Entre 1927 y 1930, Shostakovich escribió algunas de sus mejores obras para la escena como la ópera "La nariz", el ballet "La edad de oro" y la música incidental para la puesta en escena de Meyerhold de "La pulga" de Maiakovski.
El 22 de enero de 1934 se estrenó en Leningrado su ópera "Lady Macbeth del distrito de Mtsensk" basada en un cuento de Nikolai Leskov (1831-1895) que fue muy bien recibida tanto por la crítica como por el público. Un crítico la calificó de "gran logro de la construcción socialista...que sólo pudo haber sido escrita por un compositor soviético formado en las mejores tradiciones de la cultura soviética." A comienzos de 1936 "Lady Macbeth" había tenido 83 representaciones en San Petersburgo y 97 en Moscú.
Pero el 28 de enero del mismo año se produjo un cambio dramático y tremendo para la suerte de nuestro querido Shostakovich. Stalin acudió a una representación y pocos días después "Pravda" publicó un furioso ataque al compositor bajo el título "Caos en lugar de música" que denunciaba la música de Shostakovich como "grosera, primitiva y vulgar". La Unión de Compositores Soviéticos se reunió de manera urgente para dar su apoyo la línea oficial y muchos de sus colegas sumaron su voz condenatoria a la oficial del Kremlin. Shostakovich sufrió en silencio y tuvo que resignarse a que su próxima obra, la "Quinta Sinfonía" (1937) fuera presentada como "la réplica creativa de un compositor soviético a una crítica justa". Mientras tanto para el maestro, su vida y su forma de trabajo, quedaron en un permanente peligro y encima de ambos, estaba siempre una losa dispuesta a caer para aplastarlos definitivamente, como persona y como compositor.
En los diecisiete años siguientes Shostakovich escribe seis de sus quince sinfonías, de la Quinta a la Décima y este conjunto de obras no dejan de presentar de una u otra forma la tensión permanente entre el compositor y el padre de la patria rusa, nuestro amigo Stalin. Antes del artículo de Pravda, Shostakovich era un hombre de espíritu libre, con ilusión, reconocimiento público y confianza. Después del artículo su vida se convierte en un infierno personal y profesional, pasa a ser un enemigo del pueblo cuya vida pende de un hilo que sabiamente tira y afloja papá Stalin a su antojo, Y en esas circunstancias un hombre como Shostakovich, que tiene una tolerancia cero a la intrusión política y que desea por encima de todo la libertad para que los artistas puedan explorar sus sentimientos y los deseos del alma, es un hombre roto y "muerto".
La Quinta Sinfonía fue un gran éxito y ayudó a consolidar la posición de Shostakovich como el compositor más destacado de su generación. En 1940 volvió a obtener el reconocimiento oficial con el Premio Stalin por su quinteto con piano.
La invasión de Hitler a la Unión Soviética en 1941 lo motiva a poner su arte al servicio del pueblo y como un esfuerzo por elevar la moral combatiente del pueblo. Durante los primeros meses de la guerra vivió en la Leningrado sitiada donde compuso los tres primeros movimientos de la Sinfonía nº 7 dedicada a la ciudad. Evacuado a Kuibyshev en octubre del mismo año terminó la sinfonía en diciembre. Estrenada en marzo de 1942 la sinfonía se convirtió en un símbolo de la resistencia soviética a la agresión nazi y tuvo una gran repercusión tanto en su país como en el exterior. Sólo en la temporada 1942-43, la Sinfonía "Leningrado" fue interpretada en 62 ocasiones en los Estados Unidos. Dos años después, Shostakovich escribió otra sinfonía de guerra, impresionante y profundísima, la Sinfonía nº 8 que sin embargo no alcanzó el éxito de la Séptima.
Después del fin de la guerra, se produjo un significativo endurecimiento de la política interna del régimen soviético que se expresó también en el plano artístico. Un personajillo, el comisario encargado de las "purgas" en la vida cultural del país, Andrei Zhdanov, fue el responsable de preparar una total reorganización de la Unión de Compositores Soviéticos. En un decreto fechado el 10 de febrero de 1948, un número de prominentes compositores soviéticos, incluyendo a Shostakovich y Prokofiev, fueron acusados de representar a las "perversiones formalistas y a las tendencias anti-democráticas en la música" y de cultivar "un culto a la disonancia, la atonalidad en confusas y neuróticas combinaciones que convierten a la música en cacofonía". ¡Este Andrei era un fenómeno!
Debemos al "simpático" de Zhdanov, como director del Departamento Cultural del Comité Central, el haber amargado la vida a muchos compositores rusos desde Prokofiev pasando por Miaskovsky, Khatchatourian, Kabalevsky hasta nuestro querido Shostakovich que le resultaba particularmente antipático. Gracias a sus decretos y normas la vida y la actividad compositiva de Shostakovich sufrió de manera relevante causándole preocupaciones profundas que influyeron en su obra y en su propia actitud vital. Tuvo que dedicarse a la composición de obras para poder mantener a su familia (bandas sonoras para películas), otras para colaborar con el Estado y por encargo de las autoridades destinadas a custodiar el status político (cantatas patrióticas) y variada música de cámara (cuartetos y ciclos de canciones) para ser presentada en círculos restringidos o simplemente en espera de tiempos mejores. Aunque también, como veremos luego, compone verdaderas obras de arte que aparta como decimos para mejores momentos.
De forma general todos los compositores se "arrepintieron" oficialmente y en los cinco años siguientes siguieron la política musical marcada por el Partido Comunista. Pero varios, entre ellos Shostakovich, escribieron música conformista y sencilla, sin dejar de componer para sí mismos composiciones acordes con sus ideas estéticas y necesidades espirituales. Entre las obras escritas por el maestro de acuerdo a la norma oficial, están las obras corales "La canción de los bosques" y "El sol alumbra a nuestra patria" pero a la par destinó al cajón del futuro, hasta después de la muerte de Stalin en 1953, otras obras de mayor valor artístico tales como el primer Concierto para Violín, el Cuarteto de Cuerdas nº 4 y el ciclo de cantos "De la poesía popular judía".
El mismo año 1953, año de la muerte de esa losa brutal y opresora que fue Stalin, Shostakovich dió a conocer su "Décima Sinfonía" que aún siendo criticada por los conservadores en un comienzo, más tarde fue reconocida como una obra maestra, tanto en la Unión Soviética como en el exterior. Después de la muerte de Prokofiev en 1953, Shostakovich se convirtió en el compositor soviético más reconocido y celebrado. Y justamente hay que decir.
La tendencia a la liberalización en las artes continuaba y era lógico esperar que Shostakovich se convirtiera en su portavoz más destacado. Pero, al menos públicamente, Shostakovich se volvió más conservador, elogiando la posición oficial y criticando a la vanguardia. Como para demostrar que el concepto del realismo socialista seguía siendo viable, escribió dos sinfonías, la Sinfonía nº 11 "El año 1905" y la Sinfonía nº 12 "A la memoria de Lenin". Era como un paso atrás en la forma, el estilo y cabe pensar que en el pensamiento del compositor.
Este "paso atrás" se ve rápidamente superado y en 1962, reaparece de alguna manera el Shostakovich contestatario, crítico, liberal, luchador y defensor del arte. Su Sinfonía nº 13 con solista y coros, utiliza para su primer movimiento el famoso poema de Yevgeny Yevtushenko "Babi Yar", una emotiva denuncia del antisemitismo en la Unión Soviética, que produjo un notorio, y esperable, desagrado oficial. El mismo año se presentó una versión revisada de su ópera "Lady Macbeth de Mtsensk" ahora rebautizada "Katerina Izmailova" después de largos años de haber sido prohibida. Esta vez fue aclamada como una obra maestra, fue llevada al cine y se presentó en el Covent Garden de Londres y en la New York City Opera de Nueva York.
En 1966, problemas cardíacos de importancia mantienen a Shostakovich fuera de la actividad por algún tiempo aunque en los años siguientes, algo repuesto de los mismos problemas, continuó su intensa actividad de siempre produciendo entre otras importantes su Sinfonía nº 14 de 1969 de carácter sombrío y meditativo. Su tema es la muerte y se inspira en textos de Lorca, Rilke, Apollinaire y Kuchelbecker.
La última sinfonía de Shostakovich, la hermosa Sinfonía nº 15, está considerada como una de sus obras más enigmáticas. Fue compuesta durante los meses de julio y agosto de 1971, en la casa de descanso para compositores de Repino en Carelia. Se estrenó el 8 de enero de 1972 en la Gran Sala de la Universidad de Moscú, interpretada por la Orquesta Sinfónica de la Radio y Televisión de la URSS, dirigida por el hijo del compositor Maxim Shostakovich.
Se trata de una obra sinfónica compuesta en la forma tradicional del género. En su orquestación emplea una amplia sección de percusión, incluyendo campanas tubulares, xilófono, vibráfono y celesta. Su propio final nos indica que se trata de una obra interrogativa y misteriosa. Se aparta de las obras escritas para el gran público, recobrando la interioridad de sus cuartetos de cuerda. En el último movimiento podemos intuir como el amor triunfa sobre la muerte. Se trata de una obra personal, envuelta en el misterio, misterio que aparece en tantas obras del maestro.
Shostakovich fallece el 9 de agosto de 1975, seis semanas antes de cumplir los 69 años.
Y en toda esta movida historia personal del maestro nos centramos en su Décima Sinfonía, obra también con algún secretillo que otro entre sus notas y en los testimonios recogidos, más o menos fiables, al compositor.
Tras la muerte de Stalin a principios de 1953, Shostakovich retoma (o compone según las fuentes) la composición de la Décima Sinfonía que finalmente fue estrenada el 17 de diciembre de 1953 por la Orquesta Filarmónica Leningrado dirigida por Evgeny Mravinsky. La obra obtuvo un enorme éxito tanto en su país como en el exterior. Shostakovich triunfaba de nuevo, éxito como compositor, éxito de público. Un reflejo de su resistencia, de su alma profundamente fuerte que vuelve a vencer.
La obra está estructurada en cuatro movimientos:
I. Moderato. De tintes oscuros con una progresión impresionante hasta un clímax profundamente emotivo.
II. Allegro. A modo de scherzo con vientos, cuerdas, metales y percusión arrolladores.
III. Allegretto. Un movimiento de danza con melodías preciosas enfrentadas en su carácter emotivo, oscuridad frente a alegría, y referencias a Mahler (trompa) y a Elmira antigua estudiante suya (¿un amor oculto?).
IV. Andante - Allegro. Lleno de alegres melodías y ritmo arrollador hasta un final impresionante en fuerza, ritmo, potencia y referencias políticas y personales (el motivo de su nombre).
III. Allegretto. Un movimiento de danza con melodías preciosas enfrentadas en su carácter emotivo, oscuridad frente a alegría, y referencias a Mahler (trompa) y a Elmira antigua estudiante suya (¿un amor oculto?).
IV. Andante - Allegro. Lleno de alegres melodías y ritmo arrollador hasta un final impresionante en fuerza, ritmo, potencia y referencias políticas y personales (el motivo de su nombre).
Repitiendo la estructura de sus sinfonías Quinta y Séptima, lento/vivo/lento/vivo, la Décima resulta absolutamente arrolladora, emotiva y profunda. Un verdadero prodigio de emociones e intensidad anímica, preciosa instrumentación, ricas melodías y ritmos, referencias ocultas personales y deseos más o menos ciertos de triunfo sobre la opresión.
En la Sinfonía nº 10 parece que el maestro quiere dejar claro que la forma sinfónica tradicional, bien usada, en esa forma vieja de los cuatro movimientos de la forma sinfónica tradicional pueden criarse nuevos retoños musicales y que son además buenos, muy buenos. En la Décima Sinfonía la firma musical del compositor (el motivo re, mi bemol, do, si, o sea, DSCH en nomenclatura musical germánica) es el núcleo estructural de una obra que, yendo de la oscuridad a la luz, parece recuperar de alguna manera el optimismo que muchos años antes había brillado en la Primera Sinfonía.
Y queridos amigos, el gran maestro lo consigue dejándonos una obra para la eternidad, bellísima, de la que se hablará siempre por su música y por su historia asociada.
Espero que disfruten de la preciosa recreación de Nelsons al frente de la suntuosa Sinfónica de Boston. Un disco que resulta realmente precioso e inicio de una serie que espero pueda completar este magnífico director letón.
PD.
A raíz del comentario del amigo Fernando López añadimos al final dos enlaces de interés a unos artículos referentes a esta obra que pueden resultar de enorme interés.
PD.
A raíz del comentario del amigo Fernando López añadimos al final dos enlaces de interés a unos artículos referentes a esta obra que pueden resultar de enorme interés.
Shostakovich
Passacaglia, Lady Macbeth of Mtsensk
Sinfonía nº 10
Andris Nelsons
Boston Symphony Orchestra
Grabación
Symphony Hall, Boston, abril de 2015
Enlaces de interés:
Thanks a lot for your upload!
ResponderEliminarTo you dear friend. Enjoy it.
EliminarEfectivamente, un disco espléndido. Espero no estar fuera de tiesto al permitirme compartir lo que escribí hace tiempo sobre esta partitura, que quizá pueda servir de complemento a tus propios comentarios. Un cordial saludo.
ResponderEliminarhttp://flvargasmachuca.blogspot.com.es/2008/10/el-segundo-de-tchaikovsky-y-la-dcima-de.html
Querido Fernando, ¡cómo vas a estar fuera de tiesto! tus comentarios siempre están llenos de sapbiduría y nos aportan nuevos conocimientos. Lo enlazo ahora en la entrada. Como bien dices, Shostakovich siempre resulta un enigma. Quizá él mismo contribuyó a ello por diversas razones.
EliminarUn fuerte abrazo. PD: me acabo de dar cuenta de que no te tenía en Google +. Lo acabo de hacer. Si te molestan los avisos me lo dices por favor.
Un abrazo.
Thank you!
ResponderEliminarTo you dear friend. Enjoy it.
EliminarQue a nadie se le despiste este director. Aún joven (creo que unos 37) lleva ya años ofreciendonos cosas muy buenas. Le he escuchado cuanto he podido (discos, videos, retransmisiones radiofónicas, canal Arte.... ), y todo me ha parecido de bueno para arriba, con algunas cosas de primera. No lo ha querido la Berliner Philarmoniker, pero tiene en sus manos dos "instrumentos" fantásticos:la Sinfónica de Boston y la Gewandhaus de Leipzig
ResponderEliminarAsí es querido amigo AMD. Un director jovencísimo, que apunta enormes maneras. Ya se habló mucho en su día de esa elección final que tuvo la Filarmónica de Berlín, decisión desde luego que no voy a cuestionar pues ellos saben más aquello que a día de hoy les conviene, pero que levantó ampollas. Quizá en un futuro acceda a la misma, no lo sabemos. Pero como bien dices a su disposición tiene dos orquestas excepcionales con las que hacer mucho camino y decir muchas cosas.
EliminarUn fuerte abrazo.
PD. Pronto creo que volveremos a la cuestión de los brucknerianos místicos y ascéticos. :-)
Era "místicos y agnósticos"-----jajaja
ResponderEliminarEso es jejeje. 😀😀😀😀
EliminarSaludos Mi amigo Julio, es extraordinario para Mi este digno aporte que haces de este maravillosa obra sinfonica, llena de luces y sombras. Todo un portento para mi oirla sobretodo del Scherzzo donde hace todo un cuadro descriptivo Shostakivitch de Stalin, diaria yo cuasi infernal; asi como desde su oscuro Allegro (Moderatto) al deslumbrante y pelotorico triunfal Andante-Allegro. Fue la primera obra que mis iodos escucharon del digno y mejor sucesor sucesor de Korsakov y Tchaikovsky. Sobradamente agradecido contigo Julio.
ResponderEliminarQuerido DAvid. ¡Qué bonito comentario! Me agrada mucho leerlo y principalmente que te haya gustado. Yo quedé también gratamente sorprendido con este disco, no conocía a Nelsons más que de alguna grabación que había escuchado de mala calidad y de comentarios que apuestan muy mucho por él. Espero que pueda culminar el ciclo de la obra sinfónica de Shostakovich, sería estupendo. Un fuerte abrazo querido amigo.
EliminarMuchas gracias!
ResponderEliminarA ti querido Guiller por el comentario.
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