Queridos y pacientes amigos. Volvemos de nuevo con una entrada preciosa. Hacía ya tiempo que no teníamos regularidad en este espacio. Son diversos problemas tanto personales como informáticos añadidos a un poquito de carga de trabajo más alta de la habitual los que me han apartado un poco de aquí. Y quiero retomar la actividad con un precioso disco del que me he enamorado y que como todo enamoramiento ha pasado por diversas fases de intensidad, unas veces ha estado muy arriba, otras un poquito más abajo. Pero sigo siendo fiel a este amor.
Hacía ya mucho tiempo que no escuchaba un Bruckner por Barenboim y partiendo del punto inicial en que reconozco mi poca empatía con ese binomio musical empiezo a modificar un poco esa querencia por el maestro argentino y su forma de aproximarse a Bruckner. Sus anteriores aproximaciones al maestro austriaco nunca llegaron a emocionarme, no me calaron lo suficiente, aunque sus interpretaciones de la DG de las sinfonías iniciales siempre me gustaron y muchas de las obras en Teldec me llegaron a impactar.
No sé si será por el momento emocional personal actual pero reconozco que esta interpretación de la formidable Sinfonía nº 7 de Bruckner me ha calado profundamente. Es una interpretación que me conmueve en muchos de sus periodos. Como si una fuerte marea fuera ha logrado subirme en las crestas de sus olas y llevarme con una fuerza emocional enorme a lo largo de todo el viaje marino que hace. Esa es la sensación, una marea de emociones que van y vienen, que suben y bajan; una marea que te mece empapándote de sentimiento, de calor, de intensidad emotiva y que no te ahoga en sus crestas de forma que siempre ves el horizonte luminoso y el fondo profundo de humanidad al que te gustaría caer.
Es una marea suave, en la que te meces y te dejas llevar en un viaje placentero de sentimientos cargado y que te refresca constantemente con gotas sorprendentes de pasión, de frescura, de nuevos sentidos y nuevas emociones. En ocasiones las gotas son lluvia, lluvia de hermosísimos sonidos que en su caída te sacian la sed de tu alma por la belleza y en otras verdadero granizo de intensidad plena que sacuden tu corazón y sin dolor te despiertan de tu letargo emocional.
Maestro Barenboim, ha logrado usted una representación musical soberbia de la obra del viejo y amado Bruckner. Ha conseguido usted una belleza musical sencillamente espléndida. Ha conseguido que la Staatskapelle de Berlín suene de una forma tan hermosa que, aún a pesar de un sonido directo algo irregular en su modulación, ha logrado que mi corazón se llene de emoción.
Ha conseguido que sienta escalofríos al escuchar un Adagio fenomenal, sentido, sedoso y en su momento poderosamente profundo y emotivo. He podido mecerme en esas preciosas cuerdas berlinesas sin sobresaltos cuando sus timbrados metales y su poderosa percusión declaraban desde la marea al viento la magnitud emocional de la obra. Y he podido volver a soñar plácidamente con el amor y la serena paz de la emoción profunda de la música.
Ha conseguido que la música del maestro Bruckner llene mis oídos de belleza y de placer. Que su Scherzo suene encantador y dinámicamente sorprendente, que el inicio de la obra se me aparezca como un sueño sorprendente y renovador para mi alma y que pueda sentir en su devenir emociones profundas e indescriptibles. Ha logrado que en su final vaya cargando mi corazón de energía, de fuerza y de ánimo para disfrutar de una conclusión sencillamente emotiva en su limpia, ágil y precisa ejecución.
Quizá, maestro Barenboim, sea de los pocos músicos actuales que logre esto con Bruckner; quizá la senda de Celibidache sea difícil de seguir, pero quizá, y sólo quizá, usted pueda transitar por ella. Si es así será una verdadera maravilla poder seguirlo.
Muchas gracias por todo ello.
Sinfonía nº 7
Daniel Barenboim
Staatskapelle Berlín
Versión de 1884/1885 en Edición de Leopold Nowak de 1954
Grabación
Philharmonie de Berlín, junio de 2010