Mis queridos amigos, esta noche, anticipándome un poquito, quiero dejar a disposición de todos este disco, auténtica joya fonográfica, musical, artística y humana en homenaje de uno de los músicos quizá más incomprendido y a la par venerado del panorama musical, Hugo Wolf, ese ser humano atormentado, apasionado y vehemente, entusiasta y a la par desequilibrado. Un 22 de febrero de 1903 fallecia en su última y penosa morada en Viena.
Entre mis muchísimas carencias están los idiomas. Y esta es una de las ocasiones en las que lamento profundamente no tener un conocimiento de alguno de ellos y en este caso concretamente del alemán, para poder apreciar en todo su inmensidad y profundidad el contenido de este disco. Pero no obvia esta carencia que disfrute con un verdadero y sentido placer del mismo gracias a esa maravillosa y mágica capacidad de la música de hacer llegar al corazón los sentimientos más delicados, complejos, profundos y difíciles de entender haciendo que tu sean propio corazón, tu propio cerebro y tu propia alma los que interpreten a su sencilla voluntad y en función de cada momento los maticen y conviertan en sensación y pasión única. Alcanzo a leer los bellísimos poemas en francés o inglés, mejor el primero por su semejanza constructiva con el español, pero me encantaría ese plus del alemán.
Aparte de esa gran carencia, me gustaría transmitirles en palabras la belleza y el significado que encierra este disco. La tarea no es fácil pero se intentará. De forma muy resumida: es sencillamente uno de los testimonios grabados más impresionantes que existan de las canciones de Wolf. Un reflejo maravilloso de la sensibilidad, la maestría, la dulzura, la profundidad y el alma del compositor. Todos esos matices están reflejados con un arte difícilmente superable por dos genios de la música, quizá los dos mayores genios en sus facetas respectivas que hayan existido.
La belleza vocal de Schwarzkopf, su enorme técnica, su sensibilidad, su dominio de escena, su conocimiento de la obra, su pasión y su entrega son insuperables. ¡Qué voz! ¡Qué matizaciones! ¡Qué inflexiones! Realmente sorprendentes. A su lado un mágico Furtwängler que acompaña con sabiduría y trabajo a la joya de la corona, a esa soprano que pone voz al sentimiento de los poemas y de la música. Sencillamente increíble apreciar como en el transcurso del concierto ambos se van "entonando", "calentando" que diríamos por aquí, entrando cada vez más y más en el sentido profundo de las palabras, el sonido, el timbre y el color.
La historia de esta grabación es al menos curiosa. En la fecha de la celebración del concierto se celebraban los cincuenta años del fallecimiento del compositor. Y Wolf seguía siendo por entonces un olvidado para la generalidad del público. Unos cuantos entusiastas encabezados por Walter Legge fundaban años atrás la Wolf Society para promocionar la obra del artista y a la fecha del evento apenas mil socios se habían conseguido. Es más, resulta sorprendente cuanto menos, en el mismo Salzburgo el Lied era algo al menos extraño y poco valorado. Aquí conviene reseñar los esfuerzos de Bruno Walter, Joseph Schwarz, Lotte schöne, Lotte Lehmann en la década de los años 30 o de Peter Pears o Benjamin Britten en los cincuenta por lograr establecer los programas de lieder como algo de valor en Salzburgo.
El concierto de Schwarzkopf y Furtwängler, los dos artistas de mayor prestigio del festival, fue un punto de inflexión, no sólo para iniciar el camino del aprecio a Wolf sino también del aprecio a las propias veladas y programas de lieder.
Legge había preparado el programa con mimo y cariño, con corazón y pasión. Furtwängler se había ofrecido en el mes de diciembre anterior como pianista y trabajó el mismo desde el momento en que fue aceptado; Schwarzkopf preparó el recital con un entusiasmo fuera de lo común.El mismo Karajan que asitió al recital no pudo menos que decir al oído de Legge ·...no la tortures más, por Elisabeth, ya te he dicho que la pequeña es la mejor".
Y aunque con alguna que otra cariñosa ironía en los días previos por parte del maestro hacia Elisabeth, con ciertas consideraciones hacia el joven Karajan y la actitud de ella en las óperas previstas "...¿cantarás el Mozart del señor Karajan?..." con una respuesta excepcional de la soprano "...Herr Doktor, cantaré Mozart, simplemente Mozart..", la velada se desarrollo como no podía ser de otra manera al darse la mano dos músicos, dos almas y dos pasiones paralelas: excepcional, maravillosa, sorprendente e irrepetible.
Supuso el pasito definitivo para lanzar el lied en Salzburgo. Y supuso además un empujoncito providencial para el aprecio de la obra de Wolf. Un aprecio que no paró de aumentar con el paso de los años. Sencillamente era cuestión de tiempo, lo bueno, todo aquello que surge del corazón y del sentimiento, acaba triunfando.
Un triunfo en el que tres grandes personalidades tuvieron mucho que ver: Legge, Schwarzkopf y Furtwängler. Wolf les debe un poquito de su reconocimiento actual, y los tres le deben mucho a Wolf, mucho, el sencillo hecho de poder organizar, interpretar y cantar un recital de una hora de música soberbia, profundísima, de extrema belleza y delicadeza. Un hora de música que sólo es apta para los corazones más elevados.
Mis queridos amigos espero de corazón que aprecien este hermosísimo disco, envidio sanamente a aquellos que puedan apreciar todo su valor al entender su idioma original, espero que puedan maravillarse con la voz más bella que haya cantado a Wolf en la historia y deseo que aprecien el gesto del gran maestro al dar sus manos a ese piano profundo, atormentado, sensible y matizado que acompaña a la voz de nuestra amada Elisabeth.
Que lo disfruten. No se van a sentir defraudados.
Hugo Wolf
Lieder
Elisabeth Schwarzkopf, soprano
Wilhelm Furtwängler, piano
Salzburgo, Mozarteum, 12 de agosto de 1953