Queridos amigos termina el mes de abril. Personalmente termina de una forma que aunque esperada siempre es temida y desagradable. Muchos amigos dejaron ayer un espacio que será difícil de ocupar y no imposible ya que siempre están las puertas abiertas para un regreso. Pero aunque sea algo que puedas intuir nunca jamás es comparable al momento en el que sucede. Otros muchos seguimos, por ahora, en el lugar, con respeto profundo a todos y una mezcla de esperanza, incertidumbre e intranquilidad. Los que ahí estamos no olvidaremos jamás a aquellos que marcharon y que además marcharon con la cabeza bien alta y demostrando una categoría y entereza fuera de lo común.
Este fin de abril no merece más que, por ellos, rinda homenaje a su labor y a su esencia con un disco que nos deja una recreación soberbia de la Octava Sinfonía del maestro Bruckner de la mano del gran Kubelik y su orquesta, la Sinfónica de la Radio de Baviera, esa fabulosa orquesta que recibió de Jochum consolidada y que llevó a al prestigio internacional, dotó de una calidad musical y un nombre que permanece hoy en día como sinónimo de calidad, belleza y buen hacer.
Una obra que entrego con total humildad y con mi deseo más sincero de que en lo posible ayude a superar esos momentos de crisis vital, de conflicto humano, personal y familiar, de rotura espiritual profunda. Espero que como el gran Bruckner, infatigable ante los infortunios, las críticas, los errores de otros, la manipulación directa o enmascarada de sus deseos y de su buena fe, mis compañeros logren hacer realidad un deseo que todos compartimos: que todo lo vivido no sea más que una forma de emerger como grandes. Grandes personas que fueron grandes amigos y compañeros.
Como Bruckner que pudo parecer débil y manipulable pero era una roca dura y consistente con una creencia ciega e inalterada a lo largo de su existencia en algo más allá de cualquier explicación, en su caso en Dios, y en algo más cercano y terrenal: él mismo, su talento, su valía y su capacidad de trabajo.
De la misma forma que el maestro triunfó, estoy plenamente convencido de que los compañeros con su valor, su dureza, su tenacidad, su valía y su honradez como seres humanos emergerán de nuevo si cabe con más fuerza y más intensidad. Sin duda alguna, queridos amigos, como Bruckner lo logró y ahí permanece para siempre.
Esta maravillosa recreación de una de las más inmensas y colosales obras musicales de todos los tiempos, y como decía hace unos días un buen amigo, siempre inalcanzable y misteriosa, siempre llena de novedad y sorpresa, es en esta ocasión la recreación y exposición del gran Kubelik, una exposición hecha de una forma tan sencilla como a la par enormemente impactante e intensa.
Kubelik sabía hacer música sin complicar el acto musical, música por el simple hecho de ofrecer música, con la enorme habilidad de dejar hablar al compositor y a su creación, con la difícil y a veces imposible capacidad de crear a partir de la exposición musical un evento elemental, sencillo, sereno, profundo y bello. Con su orquesta de Baviera lo consiguió más que con otra cualquiera de las que dirigió y a la inversa sus músicos bávaros dieron para él mucho, mucho más de lo que se les puede exigir basándose en la sóla profesionalidad. Su unión persiguió hacer música para el placer y deleite de las personas. Y no cabe duda de que lo lograron.
Por mis compañeros. Seguiréis siempre en la mente y en el corazón de muchos.
Rocas, infatigables. grandes. Persistirá para siempre el recuerdo y renacerá de nuevo vuestra esencia humana como renace en cada recreación la magia de esta Octava, su fuerza, su enorme vitalidad, su misterio, su valor, su inmensidad.
Bruckner
Sinfonía nº 8
Rafael Kubelik
Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera
Versión mixta de 1887/90 en Edición de Robert Haas de 1939
Grabación
Munich, Herkulessaal der Münchner Residenz, 8 de noviembre de 1963