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sábado, 19 de febrero de 2011

Bruckner. Sinfonía nº 9. Evgeny Mravinsky. Orquesta Filarmónica de Leningrado. 1980.


Queridos amigos. Hoy volvemos a Bruckner. Y de una manera especial. Su enorme e increíblemente bella Sinfonía nº 9. Un testamento emocional profundísimo y una música sencillamente excepcional. E igualmente de excepcional podemos considerar la aproximación que presenta el CD que dejamos: Mravinsky con su soberbia Orquesta de Leningrado.

Hace ya algunos años que comencé a comprar discos de clásica. Básicamente los inicios fueron con diferentes colecciones de CBS de Bernstein, Szell y Ormandy así como varios de DG de Karajan. Siempre he disfrutado aquellos primeros discos y permanecen en mí como ocasiones únicas y maravillosas de apreciar la música que en ellos se presentaba. Como creo que pasa con todo, las primeras ocasiones siempre dejan huella, buena o mala, pero permanecen en el recuerdo profundo de cada persona. Aquellos discos me hicieron amar la música clásica y me iniciaron en mi pasión por aquellos "señores" para mí desconocidos (salvando Bernstein y Karajan) que aparecían en las cubiertas de los discos como directores de unas formaciones igualmente desconocidas para mí. Szell se convirtió en una absoluta referencia de muchísimas de las obras que iba descubriendo; Ormandy me fascinaba con su increíble sonoridad y belleza musical y Bernstein pasó a ser mi "adorado director" que sencillamente me hacía la escucha fácil, me iluminaba de alegres sueños el corazón y me hacía disfrutar de la música de una forma única, llena de vitalidad y energía.

Por aquellos tiempos cayó en mis manos el disco que hoy dejamos. Un disco baratísimo de esos que encuentrabas en las cajas de ofertas de los grandes hipermercados como retales junto a maravillosas grabaciones de flamenco, música española de copla y fantásticos discos de "carretera" (esos que se ponían en el coche para distraerse). Un señor de nombre rarísimo e impronunciable y un compositor del que jamás había oído hablar. Lo adquieres por curiosidad nada más y sin esperar algo especial o maravilloso (gran defecto, que he ido corrigiendo con los años, ese de juzgar sin conocer).

Y debo confesaros que me costó muchísimo apreciar este disco. Primero por tratarse de mi primera escucha de una obra de Bruckner y segundo por la interpretación ofrecida por ese director raro, una interpretación completamente diferente a aquellas a las que estaba acostumbrado a escuchar; un director rápido, seco y con ofrecía una sonoridad instrumental que me chocaba; digamos que me sonaba, cuanto menos, "raro".


Pero sólo fue al principio. Algo debió transmitirme ese disco que me impulsó al mundo de Bruckner, a su belleza, su monumentalidad, su sonoridad amplísima, su sonido completamente diferente al de cualquier otro compositor. Los discos de Bruckner comenzaron a caer, en diferentes versiones, sellos, directores y épocas. Fue el inicio de mi conocimiento de Furtwängler, Jochum, Wand, Giulini o Celibidache. Y de vez en cuando volvía siempre a la escucha del disco de Mravinsky. Ya conocía más cosas de él, de su enorme trayectoria profesional, de su formación impresionante, de su maestría, de sus miedos y manías. como pasa con casi todas las cosas, cuanto más y mejor las conoces, más las aprecias y valoras. Y Mravinsky pasó a ser uno de mis favoritos, de los grandes y en muchas obras de los excepcionalmente grandes.

Ese disco barato de Bruckner y su Novena Sinfonía se fue convirtiendo en una joya que con cada escucha era más y más apreciada. Me gustaba, me llenaba, me impactaba y siempre descubría en él pequeños matices, detalles y sonoridades diferentes de una obra que cada día me resultaba más hermosa.

La sencilla y directa aproximación de Mravinsky a la sinfonía de Bruckner, las hermosísimas sonoridades proporcionadas por las cuerdas de la Filarmónica de Leningrado, el diferente timbre y color de sus instrumentos de metal, la construcción detallada y suscinta de la obra sin llegar a ser fría o árida, todos esos detalles lograban y siguen logrando hoy que me impacte y emocione su interpretación. Todo el desarrollo de los movimientos es espectacularmente bello. Un ritmo y tempo rápidos, muy semejantes a los de Furtwängler o Jochum, animados y aderezados por una precisión y belleza orquestal impresionantes, con las transiciones de los temas perfectamente marcadas pero sin perder el hilo conductor y el alma profunda de la obra. Sencillamente maravillosa, bella, monumental, emotiva, profunda y musicalmente soberbia.


Tengo varias novenas de Bruckner más, cada una con su encanto y su valor, pero esta del gran Mravinsky siempre tuvo, tiene y tendrá un hueco en mi corazón, creo que merecido objetivamente y desde luego, para mí, por el cariño especial que le tengo desde aquellas primeras audiciones tan difíciles de entender de ese músico extraño y ese director de nombre impronunciable. Muchas veces lo difícil te lleva a apreciar, por un camino diferente, cosas insospechadas. Este fue uno de esos caminos extraños que me llevaron a admirar la maravilla que es Bruckner.

Les dejo este precioso disco y espero simplemente que disfruten de él.

Bruckner
Sinfonía nº 9

Evgeny Mravinsky
Orquesta Filarmónica de Leningrado

Grabación:

29 y 30 de enero de 1980
Versión original de 1894 en Edición de Leopold Nowak de 1951





martes, 15 de febrero de 2011

Mozart. Sinfonías nº 29, nº 39, nº 40 y nº 41. Ferenc Fricsay. Orquesta Sinfónica de Viena. 1959. 1961.


Queridos amigos. A estas horas de la noche aquí en España y con un día en Sevilla algo tristón por el "fresquete" y la lluvia, me encuentro con un estado de ánimo bastante alicaído. Uno de esos días tontos que estás deseando que pasen y terminen ya para correr un tupido velo y olvidar rápidamente. No llevo una época buena, eso es cierto, pero hoy ha sido un día particularmente difícil.

No sabía exactamente qué hacer; he estado ojeando algunas revistas antiguas de motos (mi otra pasión) recordando antiguos modelos de algunas de las que tuve como aquella preciosa, única e indescriptiblemente bonita Frontera MK11 azul y amarilla (quizá la de mayor carácter de todas) y no fue precisamente algo que me devolviera el ánimo. Ultimamente todo lo que me lleva al pasado me entristece más de lo deseable, quizá sea una acentuación de mi ánimo, triste por naturaleza y vida, junto al hecho de que cada día me veo más viejo, con menos impulso y más apagado. Pero todo esto son elucubraciones mías que debo ir poco a poco superando.

En eso estábamos, cuando en el fondo de la caja de las revistas de moto encuentro un volumen de unos libros dedicados a la música clásica, concretamente a la selección de las mejores obras grabadas. Y en él una reseña a las interpretaciones de Fricsay de las sinfonías de Mozart. Enorme alegría supuso este hallazgo pues recordaba tener alguna de ellas grabadas. Así que manos a la obra, removimos cajitas y cajitas y allí estaba, en el fondo de una de ellas, donde si te pones a buscarla no la encuentras (soy un desordenado total). Un doble CD que rápidamente me alegró la vista y me hizo sentir un brinco en el corazón. Un disco de Fricsay dirigiendo a Mozart. Una joya. Una música que vendría como anillo al dedo a mi estado anímico.

Recuerdo que el primer Don Giovanni que escuché fue el de Fricsay. Y dejó en mí una huella indeleble, hasta el punto de considerar esa grabación como un monumento artístico insuperable. Y recuerdo que poco después de ese CD adquirí este que os dejo procedente de la casa francesa de DG, a un precio ridículo y que reunía casi todas las sinfonías grabadas por Fricsay para el sello amarillo en sus aproximaciones con la Sinfónica de Viena.


Lo he vuelto a escuchar y no puedo más que alegrarme por haberlo hecho. Mi espíritu cambió progresivamente a lo largo de la audición transformándose en un espíritu más calmo, más feliz, más animoso y aunque más sensible y susceptible, muchísimo más feliz. Felicidad plena es lo que ha logrado transmitirme, felicidad, paz, amor, serenidad, sensibilidad y calma.

La mezcla perfecta de la maravillosa música de Mozart y de la interpretación sutil, sublime, inmensamente rica, maravillosamente amable y delicada de Fricsay con la perfecta Sinfónica de Viena lograron el milagro.



Qué belleza instrumental, que maravilla de musicalidad, qué melodías tan extraordinariamente bellas y tan sabiamente traducidas, qué instrumentos tan delicadamente expuestos en su sencillez, lirismo, colorido y expresividad. Un soberbio trabajo que permite disfrutar, mejor dicho gozar de la música en su más alto nivel de simple belleza y amor profundo en ella.

Todas las obras resultan maravillosamente traducidas y son un ejemplo perfecto de belleza sonora y musical, de espiritualidad y sentimiento de lo más alto que se pueda encontrar en la música, de sutileza exprevisa y delicadísima aproximación a la finura de las obras, claridad expositiva, brillantez emotiva, lirismo sin par.

Les dejo estos dos CD con el convencimiento pleno de que lograrán disfrutarlos con mucho amor y alegría y que les llenarán sus corazones de un espíritu positivo, expansivo y afectivamente de sentimiento puro. Como corresponde al genio de Mozart y a la visión de Fricsay.


Mozart
Sinfonías nº 29, nº 39, nº 40 y nº 41
Ferenc Fricsay
Orquesta Sinfónica de Viena
Nº 29,13 y 13 de marzo de 1961
Nº 39, 12 de agosto y 29 y 30 de noviembre de 1959
Nº 40, 26 y 29 de noviembre de 1959
Nº 41, 12 y 13 de marzo de 1961





Nº 29 y nº 41:



Nº 39 y nº 40: 


sábado, 12 de febrero de 2011

Bruckner. Sinfonías nº 8 y nº 9. Eugen Jochum. Orquesta Estatal Filarmónica de Hamburgo. Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera. 1949. 1954.


Queridos amigos. Hace unos días con ocasión de los comentarios intercambiados con nuestro amigo Juan sobre la interpretación de la Octava de Bruckner con la Orquesta de Bamberger en dos ocasiones diferentes, San Florián y Tokio, me vino a la memoria este disco que os dejo. Las aproximaciones en etapas "de juventud" de Jochum para el sello amarillo de dos de las grandes sinfonías del gran Bruckner, la Octava y la Novena.

Corresponden a aproximaciones de un maestro a medio camino de su vida, joven y enérgico, pero con ideas y formas maduras. Las orquestas intervinientes son la maravillosa Orquesta de Hamburgo y la fenomenal agrupación de la Radio de Baviera. Para ambas formaciones Jochum no era un extraño.

Podríamos considerar cronológicamente a estas grabaciones como un paso previo a la maduración del proceso de grabación de la integral sinfónica que realizó posteriormente Jochum con la DG y la colaboración de la citada Sinfónica de la Radio de Baviera y la Filarmónica de Berlín.

En estos dos discos se muestran las líneas generales de Jochum. Dinamismo, color orquestal bellísimo, sonoridad monumental "organística", desarrollo preciso de los temas que son sabiamente conducidos para nuestro deleite y apreciación de detalle, acentuación maravillosa de los diferentes "cambios" bruscos de registro sin dejarnos aislados del discurso musical, con una forma sorprendente de plasmar el maravilloso juego musical pleno de metamorfosis temáticas y sonoras, preciosa mezcla de sonoridad sombría y misteriosa a la par que profunda y con eco emocional soberbio. No hay exageraciones en estas interpretaciones, ni de ritmo o tempo, ni de sonoridad; el juego instrumental es claro y transparente, bellísimo en ambas obras; los momentos imponentes están justamente marcados y aquellos de aislamiento, serenidad y calma precisamente mostrados.

Las grabaciones, ambas en sonido mono, son suficientemente buenas para disfrutar de ambas obras, de sus detalles, de los matices, saborearlas de pleno y apreciar unas interpretaciones de verdad plenas de sentimiento, profundidad emotiva y belleza sonora.

La Sinfonía nº 8 fue grabada en el año 1949 en el, por aquel entonces, llamado Estudio A de Musikhalle de Hamburgo. La Orquesta de Hamburgo contaba para el registro con 94 músicos y en la reseña del disco se indica la dirección técnica de uno de los más grandes del sello amarillo: Heinrich Keilholz (uno de los futuros técnicos que diseñaron la espectacular sede de la Filarmónica de Berlín). La Sinfonía nº 9 se grabó 5 años después, a finales de 1954. En esta ocasión se eligió a la soberbia Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera con 97 músicos participantes y se registró en la Residenz Saal de Munich. En ambos casos tenemos una muestra maravillosa del quehacer técnico de la época y más con unas obras como las grabadas plenas de riqueza instrumental y sonora.

Espero que disfruten de ambas obras. Particularmente me entusiasma la octava aunque la novena tampoco tiene desperdicio. En ambos casos creo que disfrutarán de una aproximación bellísima a la obra de Bruckner, con amor, cariño y sentimiento de respeto y admiración por su obra.


Una muestra más del arte de Jochum y en particular de su visión de Bruckner. Un maestro que consideraba como un don del cielo su talento musical y su objetivo servir como medio a los deseos de los compositores como expresión de los pensamientos de Dios.

PD. Para muchos esta grabación de la Octava de Bruckner sigue siendo la mejor de toda la historia.


Bruckner
Sinfonías nº 8* y nº 9**

Eugen Jochum
Orquesta Filarmónica Estatal de Hamburgo*
Versión 1887/90 en Edición de Robert Haas de 1939*
Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera**
Versión original de 1894 en Edición de Leopold Nowak de 1951**

Grabaciones:
Sinfonía nº 8, 26 al 28, 31 de enero y 3 y 4 de febrero de 1949*
Sinfonía nº 9, 22, 23, 27 y 28 de noviembre de 1954** 











lunes, 7 de febrero de 2011

Bruckner. Sinfonía nº 4. Hans Knappertsbusch. Orquesta Filarmónica de Berlín. 1944.


Queridos amigos. Seguimos con la música de Bruckner (últimamente parece ser la única que logra apaciguar un poquito mi ánimo) y en esta ocasión quisiera dejarles un precioso disco, antiguo sí, aunque con esa bella combinación de sonido mono, añejo, pero bellísimo y encantador.

La Cuarta Sinfonía de Bruckner en manos de Knappertsbusch, dirigiendo y conduciendo de forma magistral a una filarmónica berlinesa en la etapa de la II Guerra Mundial, año 1944 (al final comentaremos las pequeñas discrepancias en la fecha exacta de grabación). Un documento excepcional e hhistórico de una manera de aproximarse a Bruckner diferente a la del resto de maestros, directa, sin complejidades, absolutamente clara en las texturas, con una capacidad emotiva maravillosa y unque la precisión orquestal no fue su punto fuerte sí destaca en esta portentosa grabación.

Knappertsbusch construye un precioso edificio sonoro de esta sinfonía, con unos ataques dinámicos geniales, una acentuación de la sonoridad de las cuerdas bellísima, unos crescendos controlados de forma precisa sin desmadrarse. La rítmica global de la obra es rápida pero sin dar sensación de aceleración sin freno, a veces un poco seca en algunas transiciones pero nunca llega a perder el flujo sonoro lo cual, a mí en particular, me produce una sensación bellísima de ímpetu y de emoción creciente en todos y cada uno de los desarrollos de los diferentes movimientos. Me sigue impactando profundamente ese tercer movimiento, bellísimo, dinámico, profundamente intenso y nada adormecedor y ese final, impresionante por sí mismo, acaba siendo poderosamente seductor en manos de Kna.

Espero que disfruten de esta preciosa obra en manos de otro de los grandes brucknerianos de la historia, con sus particularidades (creo que mucho más cercano a un Jochum que a un Celibidache o un Furtwängler) que lo hacen especial. Un músico sin devaneos, directo al corazón de la música y de las personas.


Knappertsbusch usa la versión de1888 revisada por Ferdinand Loewe en la Edición de Albert Gutmann de 1889. En cuanto a las fechas de registro, en este disco en concreto y en algunas otras ediciones fonográficas, se apunta como fecha de grabación a marzo de 1944 aunque la discografía oficial de Knappertsbusch apunta como fecha oficial y real del registro la del 8 de septiembre de 1944.

Bruckner
Sinfonía nº 4

Hans Knappertsbusch
Orquesta Filarmónica de Berlín
Versión 1888 revisada por Loewe, Edición Gutmann 1889

Grabación
Baden-Baden, 8 de septiembre de 1944







jueves, 3 de febrero de 2011

Beethoven. Sinfonía nº 7. Leonard Bernstein. Orquesta Sinfónica de Boston. 1957.


Queridos amigos. Hoy tenemos un día feliz. Tras el precioso disco de ¡Mamma Mia! quisiera dejaros este otro, de estilo completamente diferente pero que transmite al igual que el anterior, felicidad, alegría, vitalidad, sensibilidad, amor y sentimiento.

Nos retrotraemos en el tiempo al 26 de abril de 1957, al mismo escenario, con la misma orquesta e interpretando la misma obra con la que años posteriores, concretamente en 1990, Bernstein se despedía de este mundo.

33 años separan estos dos momentos, estas muestras de la vida de un gran músico. Los inicios, con su orquesta del alma, de un joven Bernstein que "se comía" el mundo con su energía, su vitalidad, su fortaleza, su atractivo (en todos los sentidos) y su atrevimiento y el final de un Bernstein maduro, cansado, físicamente destrozado, con todo lo vivido y más pero con la misma energía vital que al inicio. La misma orquesta, en ambos casos entregada; el mismo público, el de Boston fiel al maestro desde sus inicios; y la misma obra de su Beethoven amado hasta el final, la Séptima, quizá el mejor ejemplo de fortaleza, amor, sentimiento, vitalidad y energía del genio de Bonn.

Si escuchamos ambas obras apreciaremos la misma base pero con una absoluta diferencia. La madurez de 1990, su estado físico y quizá su mensaje final se transmitió de una forma contundentemente contemplativa y detalladamente expresiva. La energía desbordante de 1957 de un músico que estaba en vías de lograr sus éxitos profesionales anhelados, que se codeaba con los mejores de EEUU, con las miras puestas en New York, con los impulsos de Schumann, Copland, Bliztein, Koussevitzky y su bien amado Mitropoulos, se manifiesta con un empuje en la interpretación sorprendente, quizá sin la técnica adquirida con los años, pero con una energía arrolladora, un torrente de vitalidad, puro dinamismo, progresión impactante y musicalidad directa y a flor de piel.


Dos momentos en la historia de un músico que lo fue todo, que quiso todo y logró todo. Y que a pesar de sus errores, musicales y humanos, seguía siendo al final de su carrera el mismo Lenny que 33 años atrás asombraba en los EEUU. El mismo músico comunicador innato e indomable de espíritu; aquel que nunca se quitó el anillo de Koussevitzky, símbolismo absoluto de poder musical; que pudo "despreciar" a la Filarmónica de New York "traicionándola por la de Viena; que venció las reticencias de una orquesta fundamentalmente opuesta a un judío americano hasta hacerla quedar a sus pies reconociéndolo como uno de los más grandes que por su atril pasó; que paseó su enorme arte por todos los escenarios de mayor nivel del mundo orquestal para finalmente retornar a sus orígenes. En todo ese círculo vital transmitió placer musical, amor a la música, vitalidad, amor a la vida; dejó de lado a muchos y a muchas cosas, pero siempre fue fiel a una: la música.


Disfruten de este Beethoven impulsivo, bellísimo, enérgico y poderoso, brillante y lleno de una energía interior propulsiva maravillosa desde el inicio al final. Disfruten de su mensaje de vida, felicidad, amor y confianza. Y disfruten de la mano de un Bernstein que siempre creyó en todo lo anterior.

Beethoven
Sinfonía nº 7

Leonard Bernstein
Orquesta Sinfónica de Boston

Boston, 26 de abril de 1957










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