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lunes, 10 de diciembre de 2012

Beethoven. Sinfonía nº 3. Celibidache. Orquesta Filarmónica de Munich. 1987.


Queridos amigos dejamos esta noche un disco que hace tiempo ya que tenía en la recámara. Un disco cuanto menos sorprendente y diferente. Una interpretación realmente majestuosa y detallista de la Tercera Sinfonía de Beethoven de las manos del maestro Celibidache, interpretación que gustará o será rechazada, desde mi punto de vista no hay medias tintas.

Particularmente pienso que es una de las mayores ejecuciones de esta hermosa obra de Beethoven, tocada con una maestría asombrosa, con una minuciosidad y atención al detalle propias del Celibidache maduro que sacan a relucir momentos de una belleza rara vez escuchada. Es sin embargo una interpretación que cuesta asimilar, de tempos dilatados, de fraseos largos, de ritmo a veces realmente pesado. Una interpretación que no escucho de manera habitual pero que cuando lo hago me lleva a un estado de bienestar indescriptible.

Y me suele pasar igual con todo su ciclo de Beethoven publicado por EMI. Son de esos discos que tienes como verdaderas joyas pero que sólo se revelan como tales cuando se dan muchas circunstancias juntas; momento adecuado (cuál ya es cosa de cada uno), estado anímico, saturación por otras músicas o compositores, deseo de tranquilidad y serenidad. Cuando esas circunstancias se dan y pones cualquiera de sus discos de Beethoven alcanzas la gloria.

Ya hemos comentado en muchas ocasiones anteriores que pocas músicas aguantan la mano del Celibidache de los 80 y 90. De ellas Bruckner es la que mejor ha sido tratada por el maestro con recreaciones realmente irrepetibles y únicas. Beethoven parecería a primera vista uno de los compositores que podría ser "destrozado" por Celibidache, pero sorprendentemente no es así. Incluso diría que el maestro nos abre otra vía a la escucha de Beethoven, una vía totalmente sublime plagada de detalles sabiamente expuestos, de matices que muchas veces hemos pasado por alto o a los que no hemos dado importancia, de sonoridades bellísimas que llenan nuestro oído tanto o más que nuestro sentimiento. 

La partitura de la Tercera está desmenuzada pero no triturada, Celibidache trenza un tejido musical sonoro espectacular, soberbio, sin dejar lugar a puntadas inapropiadas. Teje un paño musical bellísimo sobre el que va depositando trocitos de seda musical como si fueran joyas sonoras; aún a pesar de la lentitud del tempo es tal la belleza de su discurso, su calidad técnica, su atención al total de la obra, que no llegas a perder la paciencia con ese discurso, es más te embelesas con muchas de sus palabras o frases como si fueran perlas de poesía.


Los músicos de la Filarmónica de Munich están realmente soberbios, con altísima claridad en sus exposiciones, con una sonoridad nítida, bella y encantadora. Y resulta difícil, muy difícil interpretar este Beethoven. Hace falta mucha calidad, mucha compenetración y mucha comprensión de la idea del maestro Celibidache para no estropear esta recreación musical, para aguantar el tipo ante las exigencias de esta idea de Beethoven. Mucha calidad. 

Las cuerdas de los muniqueses suenan a gloria bendita, sus maderas tienen una calidez asombrosa y una bellísima sonoridad, los metales en su punto justo de intensidad pero controlados para dar el punto adecuado de fuerza. Todos realmente fuera de lo común para ofrecer un sonido empastado, unitario, bello, delicado y de energía contenida o mejor dicho trasladada a la bellísima línea melódica de la obra. Verdaderamente geniales.

Espero que disfruten de esta interpretación como les decía diferente pero de una belleza inigualable. Les gustará o les defraudará, pero tengan el gusto de deleitarse al menos una vez con ella. No intenten compararla con otra interpretación de la misma por cualquier otro director; sencillamente es distinta. 

Beethoven
Sinfonía nº 3
Sergiu Celibidache
Orquesta Filarmónica de Munich 
Grabación: 12 y 13 de abril de 1987, München, Philharmonie am Gasteig









miércoles, 5 de diciembre de 2012

Richard Strauss. Cuatro Últimos Lieder. Szell. Schwarzkopf. Radio-Symphonie-Orchester Berlín. Orquesta Sinfónica de Londres. 1965. 1968. Dedicado a alguien que lo merece.


Queridos amigos, hace ya muchos días que no publicamos en este espacio. Ni siquiera he agradecido las felicitaciones recibidas en el día de mi cumpleaños, pero lo haré. 

Hoy quiero dejar este hermoso disco, verdadera joya de la fonografía, de la música y del arte.

No voy a dejar comentarios. Es un disco que va dedicado a alguien muy especial que está pasando momentos difíciles. Alguien que lo merece y al que quiero entregárselo con todo el cariño del que soy capaz. 

Que sea testimonio de una forma nueva de amar, sentir, gozar, disfrutar y vivir.

De corazón a corazón.

Deseo además que todos puedan disfrutar de él. 

Strauss
Cuatro Últimos Lieder
Lieder

George Szell
Elisabeth Schwarzkopf
Radio-Symphonie-Orchester Berlín (RSO Berlín)
Orquesta Sinfónica de Londres
Morgen: solo violin Edith Peinemann

Grabaciones
Pistas 1 a 9 RSO Berlín, 1 al 3 de septiembre de 1965, Grunewaldkirche, Berlín
Pistas 10 a 16, OS de Londres, 10 al 14 y 18 de septiembre de 1968, Kingsway Hall, Londres















Pueden visitar un disco con parecido contenido:



martes, 27 de noviembre de 2012

Bruckner. Sinfonía nº 8. Sergiu Celibidache. Münchner Philharmoniker. 1990. Tokio.


Queridos amigos, hoy es un día especial, es mi cumpleaños. 47 añitos más o menos llevados. Feliz de haber llegado a ellos y contento con lo que he conseguido en esta vida: familia, trabajo y amistad. No debo pedir más, bueno sí, que siga durando otros cuantos años más y que, por supuesto todos lo puedan celebrar también.

Y con motivo de este día especial quisiera compartir con todos un disco también especial y que muchos amigos desean escuchar. Va por ellos, por todos en general y vamos a decirlo, también por mí mismo, como regalito musical por mi cumple.

Poco voy a comentar de la excepcional e increíble interpretación recogida en el CD. Sinceramente de lo más bello que ha realizado Celibidache con Bruckner, excepcional. Manifiesto también de entrada que mi preferida sigue siendo la de Jochum con la Sinfónica de Bamberg (la antigua Orquesta Filarmónica Alemana de Praga) que me resulta insuperable, pero dicho esto, ya saben que es cosa de gustos y manías, la interpretación de Celibidache recogida en este disco es algo excepcional, único, soberbio y que resulta realmente difícil de entender que pueda lograrse tal maravilla.

Y es maravilla en todo. En su concepción global, en su fraseo, en su construcción, en el detalladísimo análisis y exposición de temas, en la ejecución vibrante y emocional de los muniqueses, en la elasticidad inacabable de Celibidache, en su manejo del concepto sonido-tiempo, en su "imposible" manejo de la orquesta en unos ritmos y tempos que harían que en manos de cualquier otro se desmoronase todo y resultara un verdadero bodrio infumable (perdonen la expresión).

Comenzada en 1884, después de terminar su Séptima Sinfonía y tras la euforia de su éxito, la Sinfonía nº 8 tiene un devenir más complicado que su predecesora. Terminada en un principio en 1887, fue rechazada por Hermann Levi, quien tuvo un papel determinante en el triunfo de la Séptima y que al no comprender la nueva obra estuvo a punto de llevar a Bruckner, que raras veces estaba satisfecho consigo mismo y que entendía su nueva obra como un verdadero logro musical, a un estado anímico realmente pésimo. Bruckner realizza una larga revisión que dura dos años, tras la que la obra conoce un gran éxito en su estreno en Viena el 18 de diciembre de 1892 en los atriles de la Orquesta Filarmónica de Viena bajo la batuta de Hans Richter. Es ampliamente conocido que se la calificó como de sinfonía de las sinfonías o cumbre de la sinfonía romántica. Y merecido era.



La versión de 1887 inicial es algo más larga en duración que las demás. Su carácter es más austero al reducir de tres a dos las maderas. El estreno de esta versión lo dirigió Hans-Hubert Schönzeler en la BBC en 1973 y está basada en la Edición de Nowak de 1972.

Posteriormente se conserva también un trabajo intermedio de Bruckner que afecta al movimiento lento exclusivamente y se fecha en 1888.

La versión que más frecuentemente se interpreta es la de 1890 en la que Bruckner realiza cambios que para muchos estudios o bien no son propios o se realizan por las presiones de amigos y colaboradores (Schalk sale a relucir) en un intento de hacerla más al gusto brahmsiano. Sin embargo otros estudiosos como Nowak consideran que no hay una mano diferente a la de Bruckner en las anotaciones de la partitura. La obra en esta versión de 1890 es mucho más plena y grandilocuente que la de la versión original, de mayor contundencia y monumentalidad sin dejar de lado la elaboración de unas armonías y texturas sutiles y claras, particularmente en los instrumentos de madera. Leopold Nowak publicó esta edición en 1955.

Una edición posterior de 1892 realizada en gran parte por Schalk es la que sirve para el estreno en Viena de la obra teniendo cortes y añadidos bastante numerosos en el final. Bruckner parece que autorizó su publicación.

Posteriormente existe otra edición en este caso de la mano de Haas que toma la versión de 1890 y añade numerosos pasajes de la de 1887 al considerar que habían sido alterados o eliminados por las sugerencias y presiones de Schalk, Levi y otros. Esta Edición Haas se publicó en 1939 y compite en preferencia con la de Nowak de 1890. Muchos la acusan de tener demasiado trabajo propio de Haas, escribiendo muchas partes, acotando otras y revisando muchas secciones.

En el caso concreto de la interpretación de Celibidache este elige la versión de 1890 en la Edición Nowak de 1955. Y los resultados son realmente poderosos, espectaculares, brillantes, sin excesos de grandilocuencia pero si de marcado e intenso poder musical. La ejecución no tiene desperdicio. Todo está en su lugar. Los temas son fraseados de manera prodigiosa, expuestos con una claridad meridiana a un tempo imposible pero que te permite seguir todo el desarrollo, los metales resultan impactantes, la percusión sorprendente, las cuerdas excepcionales (¿quién dijo que la Filarmónica de Munich era una orquesta de medio nivel?), de una tersura, empaste, sedosidad y energía realmente sorprendentes.

Y por encima de todo ello está la figura mágica de Celibidache. Un maestro que paladea esta música y la hace propia, la asume como suya y la reelabora a su sabio entender, con sus conceptos de tiempo, espacio, momento y sonoridad; con su habilidad para deshacer la música mientras la compone como si deshojara una margarita a la que volviera a colocar sus bellas hojas blancas reconstruyéndola. Me quiere ahora, no me quiere luego, la coloco aquí, la traslado allá de forma que al final tiene la misma margarita pero aún más bella que al inicio. Ha pasado por las manos de un artista, de un florista de las notas que hace ramos maravillosos en su conjunto final.


Indescriptible, impresionante, irrepetible (nunca mejor dicho, jamás tenderemos otra visión así), demoledora, contundente, conmovedora e impactante. Con cotas de inspiración y de grandeza que quizá nadie haya logrado. Realiza un meticuloso desmenuzamiento de la partitura, sin perder en absoluto la visión del conjunto por otro lado elaborado con una solidez aplastante. 

El sonido bruckneriano de Celibidache emerge de forma natural,  es organístico, robusto, profundo gracias a unas cuerdas e instrumentos graves siempre muy presentes, de empaste primoroso. No resulta ampuloso, es contundente, fuerte, de impresionante marcha dinámica a tempos lentísimos. Estamos ante una traducción no fatalista del todo pero si profundamente arraigada en el ser humano y en el más allá de Bruckner, una visión casi cósmica del mundo, donde hay acatamiento de la desesperanza sin rebeldía enmarcada en una angustia demoledora pasada por el tamiz del conocimiento y la experiencia vital del propio Celibidache. Sensacional.

Espero que lo disfruten, en particular queridos los queridos amigos Ángel, David, Miquel y Rafael; Manuel te encantará; Jose disfrutarás de ella. Todos en general van a disfrutar de una experiencia única.

Y esperemos celebrar muchos cumpleaños más queridos amigos.




Bruckner
Sinfonía nº 8

Sergiu Celibidache
Orquesta Filarmónica de Munich
Versión de 1890 en Edición de Leopold Nowak de 1955

Grabación: Tokio, Suntory Hall, 20 de octubre de 1990
Disco Altus ALT 183/4












domingo, 25 de noviembre de 2012

Bruckner. Sinfonía nº 5. Stanislaw Skrowaczewski. Saarbrücken Radio Symphony Orchestra. 1996.


Queridos amigos, damos esta noche otro pequeño pasito más en este lento paseo que pretendemos hacer recorriendo las preciosas interpretaciones brucknerianas del maestro Skrowaczewski. 

Y hoy dejamos el CD correspondiente a su grabación de la hermosa Sinfonía nº 5 que representa a mi modesto entender una de las cimas de su ciclo junto con la Sexta y la Octava. La interpretación que nos deja el maestro de esta Sinfonía nº 5 está cargada de intensidad, de fuerza, de elegancia, de dinamismo, de perfección técnica, de visión estructural clara, de matizaciones, de sonoridad cristalina, de planteamiento musical perfecto, de estratificación de planos perfecta. En suma de maravillas técnicas y musicales que hacen su escucha un verdadero placer. Una interpretación al mismo nivel que puedan estar las más grandes recreaciones de esta obra.

La Quinta Sinfonía fue compuesta entre 1875 y 1876 con algunos cambios menores en años posteriores. Su primera interpretación orquestal fue dirigida por Franz Schalk en Graz, el 9 de abril de 1894 (Bruckner se encontraba enfermo y no pudo asistir; nunca pudo escuchar su sinfonía en las manos de una orquesta). La partitura está dedicada a Karl von Stremayr, ministro de educación del Imperio Austrohúngaro.


Hay dos versiones posteriores de la sinfonía, en 1878 y en 1898 y sobre esta última hay serias dudas de la participación o del visto bueno de Bruckner sobre las modificaciones que parecen ser debidas a la mano de Schalk que añadió en el final platillos y triángulo y dobló los instrumentos de metal, para dar mayor brillo y potencia al pasaje (algo habitualmente usado por Jochum en sus interpretaciones aunque use normalmente la versión de 1878).

En el caso de Skrowaczewski nos encontramos con el uso escrupuloso de la versión de 1878 con ese final original precioso sin el aumento de instrumentos de metal y con ese maravilloso contraste que ofrecen las maderas antes del final de timbal, final por otro lado extraordinariamente preciso, marcado, contundente y enérgico en esta interpretación. Pero además de este final que resulta espectacular, brillante y poderoso, es de destacar la maravillosa interpretación global de la obra que nos ofrece el maestro dirigiendo a una orquesta extraordinaria, de verdad increíble y sensacional, bellísima en su colorido orquestal, en sus cuerdas vibrantes que logran formar un tejido musical de base maravilloso sobre el que asentar la construcción monumental de Bruckner (sus pizzicatos y stacattos son realmente hermosos).

Maravillosa simetría en los temas de los movimientos, preciosa unión de los bloques musicales, hermosísimo devenir de cada uno de ellos, con sentido global y con la vista puesta en la construcción final de los mismos. Bellísimos toques de maderas y vientos y sensacionales metales salpican toda la construcción siempre como indicaba apoyados en un tejido sonoro denso pero claro de unas cuerdas soberbias. Extraordinarios los ritmos, timbres y tempos.

Bellísima la sonoridad global de la orquesta, sensacional. Impresionante el movimiento inicial, majestuoso y poderoso; emocionante Adagio, profundo, conmovedor, denso; fantástico el Scherzo, vitalista, renovador, ágil y pleno de dinamismo y musicalidad. Y extraordinario el movimiento final con una impresionante recreación del manejo de los temas a modo de citas de los ya aparecidos en los movimientos previos y con adición magistral de los nuevos que van a construir el tejido base del Allegro final.

En resumen y repitiendo lo que entradas anteriores indicaba de la misma obra: "... Desde su inicio maravilloso, lento y sublime que oficia como una presentación de la obra hasta el final excepcionalmente bello con la repetición de los temas previos imbricados de manera soberbia en un crecimiento constante hasta su terminación en una coral genial, la obra resulta de una belleza asombrosa e imposible de dejar de admirar." 

Y en esta recreación esas palabras son realmente aplicables.



Creo realmente que estamos ante una grandiosa interpretación de esta magna obra bruckneriana. Merece el tributo de su audición detallada para saborear un Bruckner inmenso, claro, intenso, bello, poderoso y técnicamente muy bien elaborado y recreado. Un maestro pleno de buen hacer y una orquesta realmente sorprendente.

Que disfruten de esta hermosura. No se van a sentir defraudados, es más estoy plenamente seguro que se verán gratamente sorprendidos por esta interpretación.

Bruckner
Sinfonía nº 5 
Stanislaw Skrowaczewski
Saarbrücken Radio Symphony Orchestra 
Grabación:
Kongresshalle Saarbrücken
31 de mayo al 3 de junio de 1996 (las notas del CD indican octubre de 1996)
Versión de 1878, Edición de Leopold Nowak, 1951, sin grandes diferencias con la de Haas de 1935








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Brahms. Conciertos para Piano. Baladas. Fantasías. Jochum. Gilels. Orquesta Filarmónica de Berlín. 1972. 1975.


Queridos amigos dejamos hoy estos dos CD excepcionales con los registros realizados por Eugen Jochum, Emil Gilels y la Filarmónica de Berlín de los Conciertos para Piano de nuestro amado Brahms. 

Los Conciertos para Piano de Brahms son considerados obras monumentales y de importancia capital en la historia musical por su calidad, su significado de cambio formal en la historia del concierto para piano, su belleza e intensidad emocional y su extraordinaria concepción como obras monumentales que elevan el concierto a nivel sinfónico sin dejar de lado una escritura para el instrumento realmente soberbia.

El Concierto para Piano nº 1 fue comenzado a escribir en el año 1854 inicialmente con el propósito de ser una sonata para dos pianos y terminado finalmente en el año 1858 en su forma definitiva de concierto para piano tras pasar por cuatro años de duro trabajo, conflicto personal, dudas, desesperación y lucha anímica de Brahms al tener una relación temporal con alguno de los peores momentos de su vida, ni más ni menos que ver como su maestro y compañero, Robert Schumann perdía el juicio y finalmente moría en un manicomio. Fueron años también de elaboración técnica por el maestro Brahms de su concepción de lo que sería un nuevo rumbo en la forma del concierto para piano.


Finalmente fue estrenado el 22 de enero de 1859 en Hannover con una una acogida dispar, más bien tirando a mala, por parte de público y críticos; lo podríamos dejar en "división de opiniones".

El concierto es una monumental obra sinfónica, por su enorme grandeza conceptual, sus exigencias instrumentales, su construcción y elaboración formal, su distribución y equilibrio de partes y su intensidad sonora plena y poderosa. En él la orquesta deja de ser un simple acompañante del instrumento solista pero también el solista no es la estrella rutilante de la obra sino que se integra en el concepto sinfónico elaborado por Brahms. Es realmente maravilloso observar como los grandes temas del primer movimiento se exponen en la orquesta con una expansión progresiva y monumental y se unen al instrumento solista con una maravillosa idea de progresión en forma de variaciones temáticas realmente asombrosa. Un movimiento masivo, enorme y grandioso que asombra por su poder e intensidad y por la enorme extensión del mismo. Un compromiso entre el concepto beethoveniano y las propias exigencias sinfónicas y orquestales de Brahms. Grandioso en su conjunto, impetuoso y de cierto carácter fatídico es asombroso y bellísimo. 

El Adagio que sigue es un movimiento de una belleza enorme en forma de una combinación maravillosa de carácter sombrío con lirismo y emotividad que da paso a un Rondo final en el que se cierra el drama conceptual del inicio con matices triunfantes y bucólicos. Las alusiones a Beethoven en estos dos movimientos están presentes, homenaje del maestro a la figura del compositor, a su valor formal y a su ideal expresivo.

El Segundo concierto para Piano fue comenzado a componer en 1878 y se completó tres años más tarde, en 1881, en Pressbaum, en las cercanías de Viena. Distante unos 20 años de su Primer Concierto nos muestra un Brahms ya maduro, seguro y dueño de unas habilidades técnicas muy desarrolladas que le permiten culminar la idea inicialmente esbozada en el primero y elevar definitivamente el concierto para piano a una verdadera obra sinfónica majestuosa. Se nos presenta como una obra de corte clásico si bien Brahms modifica el esquema tradicional del concierto para piano introduciendo, luego del primer movimiento, un segundo movimiento rápido. En su conjunto es una obra de profundo y largo aliento, grandes dimensiones, carácter marcadamente sinfónico y de amplios desarrollos temáticos que lo mantienen en cierto modo emparentado con su predecesor, su primer concierto para piano. En este caso ya Brahms logra un maravilloso esquema formal de conjunto, trabaja la orquesta como un gran todo sinfónico de una manera brillante, los temas y sus desarrollos en preciosas variaciones están sabiamente definidos y conseguidos y parejo en fecha con su Segunda Sinfonía el concierto se muestra claro y pleno de recursos expresivos.


La obra fue estrenada en Budapest el 9 de noviembre de 1881 con el compositor al piano y  a diferencia de su primer concierto recibió una muy favorable aceptación de crítica y público. Hoy sigue siendo considerado como una obra excepcional llena de complejidad en la parte solista y en la orquestal.

En su conjunto el Segundo Concierto de Brahms se nos aparece como una obra de menor calado trágico y más bien lleno de profundo lirismo y rico colorido. En todo él destaca la maravillosa y sorprendente capacidad de Brahms de unir las partes intervinientes, piano y orquesta, en un todo sinfónico en el que los temas se exponen, se reelaboran y se transforman de forma nunca antes vista de manera que es esta misma técnica la que determina la forma del concierto. Todo ello además aderezado por la maravillosa sensibilidad de Brahms que añade impulsividad, lirismo, cromatismo, colorido, brillantez, serenidad y muy diversas emociones más a lo largo de su desarrollo.

Un concierto realmente extraordinario, majestuoso, brillante, lleno de emoción, precioso en su sonoridad individual y orquestal y lleno de temas realmente inolvidables. 

Los dos discos se completan con piezas pianísticas de Brahms de una belleza extraordinaria.
Las Baladas op. 10 son un ejemplo maravilloso de romanticismo pianístico, casi verdaderas sonatas para piano en forma de tiempos lentos de las mismas. Se escribieron por el maestro en 1854 en una visita a sus amigos Robert y Clara Schumann y fueron las últimas piezas que Schumann (ya internado) comentó con lucidez con el maestro. Están dedicadas a su amigo Julius Otto Grimm y coinciden en el tiempo con el comienzo del afecto (siempre casto) durante toda la vida del compositor hacia Clara Schumann. Son un ejemplo de la profunda capacidad emotiva de Brahms. La inspiración para la primera balada la toma Brahms de la Balada de Edward un poema escocés que se encuentra en la colección Stimmen der Völker en Liedern Ihren compilado por Johann Gottfried Herder. Son a su vez un maravilloso ejemplo del estilo bardo de Brahms, que recoge y evoca la sensación de un pasado mitológico. Puede que inicialmente el plan completo fuera la elaboración de música en forma de Lied que posteriormente fue reelaborada a la forma de pieza para piano recogiendo en el instrumento las sensaciones que la Balada de Edward le habían producido.


Las Fantasías op. 116 son piezas para piano de la etapa final de Brahms compuestas en la década de 1890, muy probablemente en el verano de 1892, y forman parte del conjunto final del grupo de obras para piano compuestas por el maestro, de la op.116 a la op. 119 e inspiradas y dedicadas a Clara Schumann. Obras de aparente facilidad interpretativa requiere algo muy importante a la hora de su recreación: enorme musicalidad y gran delicadeza. Son piezas íntimas, delicadas en su sentido y a la par un ejemplo de dificultad compositiva formal que según los entendidos daría paso en un futuro a la ruptura por parte de la generación de músicos de Schönberg con esas dificultades formales.

En lo referente a los discos presentados sólo quisiera indicarles que realmente resultan maravillosos. La perfecta comunión entre Jochum y ese enorme pianista que es Gilels unida a una interpretación realmente soberbia de la Filarmónica de Berlín da como resultado unas recreaciones bellísimas de los dos conciertos de Brahms. Realmente sin tacha, contundentes, claras, de exposición nítida, técnicamente irreprochables, de sonoridad y colorido espectacular. 


La claridad de exposición de Jochum es realmente sobresaliente, su forma de desarrollar la temática de los conciertos clarísima, su sensibilidad sobresaliente y su atención al detalle orquestal y a la unión con el solista impresionante, solista por otra parte y repito, genial y maravilloso. La concepción musical que Jochum tiene de Brahms ya tuvo su reflejo en las preciosas interpretaciones de su obra sinfónica y aquí vuelve a quedar de manifiesto su afinidad por su universo sonoro, su música y su ideal compositivo.

Gilels siempre ha sido tenido por uno de los pianistas más técnicos que hayan existido teniendo además la virtud de una enorme sensibilidad interpretativa lo que hace que estas recreaciones de los conciertos y de las piezas para piano de Brahms sean increíblemente bellas e impactantes. Su sonido es poderoso, claro, de pulsación contundente y precisa, técnicamente irreprochable y con una genial gama de colores y timbres. Perfectamente equilibrado con la dirección de Jochum y con la formación berlinesa creo sinceramente que nos deja unas interpretaciones irrepetibles y grandiosas.



Espero que disfruten de estos maravillosos discos, de la música de Brahms, del piano de Gilels, del arte musical de Jochum y de esa formación orquestal soberbia que es la Filarmónica de Berlín. todo en su conjunto da como resultado dos verdaderas obras de arte y dos hitos de la fonografía.

Sesiones de Grabación de los Conciertos de Brahms



Brahms
Conciertos para Piano
Eugen Jochum
Emil Gilels
Orquesta Filarmónica de Berlín

Grabaciones: 

Conciertos para Piano
  • nº 1, 16-17 de junio de 1972
  • nº 2, 12-13 de junio de 1972

Berlín, Jesus-Christus-Kirche

Fantasías op. 116 y Baladas op. 10, septiembre de 1975. Concert Hall, Turku, Finlandia










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