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domingo, 3 de abril de 2016

Bruckner. Sinfonía nº 4. Barenboim. Staatskapelle Berlin. 2010.


Queridos amigos, esta noche para finalizar la semana y dado que hace ya bastante tiempo que no dejamos música de nuestro querido Bruckner nada mejor para solucionarlo que dejar este precioso registro realizado por el maestro Barenboim (a mi entender uno de los grandes directores brucknerianos de todos los tiempos) al frente de su Orquesta, la Orquesta Estatal de Berlín o Staatskapelle Berlin, de la que es director musical.

El registro procede del DVD del concierto ofrecido en la Philharmonie de Berlín el 20 de junio de 2010. Creo que el maestro ha culminado esta integral pero que sepa en formato CD no ha sido puesta a disposición del público (cosas de las casas comerciales o los intereses de las mismas). Creo que sí está en formato DVD y que sepa en formato Mp3 o uno similar que usa Apple para su tienda (creo que en el sello Peral algo que se hizo para sacar estas grabaciones a la luz de forma comercial por el desinterés de la DG). ¡Un despropósito total! Estos registros merecen su paso a formato de audio decente en soporte CD y su disponibilidad para que los aficionados aprecien su enorme valor musical y artístico.

El DVD es una verdadera maravilla y la interpretación que nos ofrece Barenboim es una interpretación de muchísima altura. Una Cuarta que podemos situar a la altura de las más bellas que se hayan grabado nunca lo que es decir ya muchísimo (Celibidache, Böhm, Karajan, Haitink, Klemperer, Furtwängler, etc. etc.)


Una cuarta dirigida con extraordinaria meticulosidad por el maestro, con un discurso interno precioso, con continuidad de la exposición, co sabio manejo de los grupos temáticos e instrumentales, con un control asombroso de los tiempos, los acentos, los crescendos, los silencios, el ritmo y la intensidad sonora de los diferentes planos. Todo ello ayudado por la ejecución brillantísima de una orquesta fantástica, que es un aderezo delicioso que condimenta la obra con exquisitas sonoridades en todos sus atriles, con cuerdas sedosas y vibrantes, metales poderosos, maderas equilibradas y algo excepcionalmente bello ¡unas maravillosas trompas finales! (En el DVD hay que fijarse, al final del concierto, en la cara de la asistente del trompa principal para apreciar que ha experimentado una de sus noches más gloriosas).

La música fluye de la mano de Barenboim de una manera realmente ágil, de un sólo trazo, sin fisuras, en un discurso de planteamiento rotundo y claro, continuado, repleto de sencilla hermosura y pleno de algo realmente complejo que no es más que la facilidad a la hora de desbrozar la arquitectura musical bruckneriana sin perderse en ello y sin hacer tediosa su escucha. Si a ello, queridos amigos, le sumamos que esta obra de Bruckner tiene un poder de seducción increíble resulta que acercarse a la música del maestro austriaco es no ya sólo fácil sino atractivo y profundamente emocionante.


Barenboim nos lleva por un recorrido realmente hermoso a la largo de su interpretación.

Un primer movimiento, marcado por ese bellísimo tema de la trompa y que es uno de los movimientos más bellos compuestos por el maestro, es expuesto de forma soberbia y desarrollado de forma rítmica impulsiva, enérgica y poderosa hasta finalizarlo de manera sublime retomando en la coda el tema de la trompa junto con el resto de temas que previamente se habían ensamblado en el desarrollo del movimiento.

Su segundo movimiento es presentado, casi como una marcha fúnebre realmente preciosa, en los instrumentos de cuerdas y es una bellísima demostración del manejo del grupo de cuerdas que realiza nuestro amado Bruckner (y que sabe traducir de manera impecable Barenboim) salpicado de bellísimos toques de maderas, metales y timbales que finalizan en un decrecimiento en unas cuerdas en pizzicato mágicas.

Su tercer movimiento, quizá el más conocido de la obra, es un movimiento rápido, un scherzo vitalista con marcados contrastes de tiempo y dominado por las bellísimas llamadas de las trompas salpicadas en su unión temática con pinceladas mágicas en las maderas y las cuerdas así como con unas puntualizaciones magistrales de las flautas y los clarinetes. 

La obra finaliza en un cuarto movimiento de una belleza mágica y que es demostración de una verdadera artesanía en su elaboración por el maestro Bruckner. En él, sus largos crescendi toman sentido más allá de ser simples sonidos atronadores, sus explosiones dramáticas son perfecto complemento de las mismos. Se usan de forma magistral los temas precedentes de la sinfonía. En el plano estructural una combinación en forma y momento bellísima de los instrumentos de madera y cuerdas acompañando a unos trombones sorprendentes que tras una desaparición suave se van encadenando como verdaderos eslabones de esa forma constructiva bruckneriana tan marcada en su origen organístico, un encadenamiento de temas con un paralelo aumento en recursos instrumentales e intensidad, las maderas, los metales, las cuerdas y el conjunto orquestal finalizando en una conclusión final realmente apoteósica, de dimensiones místicas y triunfales que Barenboim sabe conducir con su justa intensidad y su justo marcado de tiempo y ritmo. 


Un registro verdaderamente precioso y digno de verdad de escucharse y valorarse.

Un registro de calidad sonora extraordinaria y de calidad musical fuera de toda duda.

Un registro lleno de matices, aprovechando al máximo la expresividad de una orquesta limpia, clara y ejemplar en su dicción, con unos grupos orquestales puestos de manifiesto de forma muy sabia y una masa sonora plena de color, de timbre y de sonoridad. 

Espero que disfruten de este precioso registro. Creo que no se defraudarán con él.

PD. Las carátulas están hechas por mí ya que no existe soporte CD y las del DVD me parecían muy sosas.


Bruckner
Sinfonía nº 4

Daniel Barenboim
Staatskapelle Berlin
Versión de 1881 (1878/80) en Edición de Robert Haas de 1936

Grabación
Philharmonie Berlin, 20 de junio de 2010









Shostakovich. Sinfonía nº 10. Passacaglia de Lady Macbeth of Mtsensk. Nelsons. Orquesta Sinfónica de Boston. 2015.


Queridos amigos dejamos esta noche un disco realmente bonito. La interpretación inmensa y profunda de la Décima Sinfonía del gran Shostakovich por el joven maestro letón Andris Nelsons, no hace mucho serio candidato a la titularidad de la Filarmónica de Berlín, al frente de su orquesta, la excepcional Sinfónica de Boston en la que se mantiene en su titularidad.

Una interpretación rica, inmensa, detallista, muy profunda en sus vistas y quizá despojada de las virtudes de las antiguas recreaciones de los grandes maestros rusos apostando por un poco menos de rasgo dramático y más en el sentido de un intento de reflejar la visión humana de un compositor y un hombre atormentado por los años y circunstancias vividas, impulsando más su carácter íntimo, melancólico e introspectivo. Al igual que hace con el hermoso Passacaglia de la obra de Shostakovich, despojándola de connotaciones políticas (que las tuvo y muy serias) y enfocándola más en su aspecto humano, dramático, remarcando su poderosa instrumentación masiva y su sentido de inmenso dolor humano.

Creo que es digno de mencionar que la belleza tímbrica de la Sinfónica de Boston acompaña muy bien a esta aproximación de Nelsons dejando notar su preciosa sección de cuerdas y las maravillosas maderas, su empaste único como conjunto y su sonoridad profunda y cálida, sin olvidar que estamos ante una de las más portentosas centurias del mundo.

Shostakovich nacido en San Petersburgo un 25 de setiembre de 1906, hizo sus primeros estudios musicales con su madre, una pianista profesional. En 1919 fue admitido en el Conservatorio de Petrogrado donde estudió piano con Leonid Nikolayev y composición con Maximilian Steinberg, finalizando ambas disciplinas en 1923 y en 1925 respectivamente. Su obra de graduación, la Primera Sinfonía, estrenada triunfalmente en Leningrado el 12 de mayo de 1926 bajo la dirección de Nikolai Malko, constituyó un éxito impresionante y una muy agradable sorpresa para público y crítica siendo una obra habitualmente interpretada desde entonces. Pocos meses después de su estreno fue interpretada en Berlín y en Filadelfia.

Las dos siguientes sinfonías del maestro, subtituladas "A octubre" y "El primero de mayo" fueron escritas para afirmar su fidelidad a la revolución. Entre 1927 y 1930, Shostakovich escribió algunas de sus mejores obras para la escena como la ópera "La nariz", el ballet "La edad de oro" y la música incidental para la puesta en escena de Meyerhold de "La pulga" de Maiakovski.


El 22 de enero de 1934 se estrenó en Leningrado su ópera "Lady Macbeth del distrito de Mtsensk" basada en un cuento de Nikolai Leskov (1831-1895) que fue muy bien recibida tanto por la crítica como por el público. Un crítico la calificó de "gran logro de la construcción socialista...que sólo pudo haber sido escrita por un compositor soviético formado en las mejores tradiciones de la cultura soviética." A comienzos de 1936 "Lady Macbeth" había tenido 83 representaciones en San Petersburgo y 97 en Moscú.

Pero el 28 de enero del mismo año se produjo un cambio dramático y tremendo para la suerte de nuestro querido Shostakovich. Stalin acudió a una representación y pocos días después "Pravda" publicó un furioso ataque al compositor bajo el título "Caos en lugar de música" que denunciaba la música de Shostakovich como "grosera, primitiva y vulgar". La Unión de Compositores Soviéticos se reunió de manera urgente para dar su apoyo la línea oficial y muchos de sus colegas sumaron su voz condenatoria a la oficial del Kremlin. Shostakovich sufrió en silencio y tuvo que resignarse a que su próxima obra, la "Quinta Sinfonía" (1937) fuera presentada como "la réplica creativa de un compositor soviético a una crítica justa". Mientras tanto para el maestro, su vida y su forma de trabajo, quedaron en un permanente peligro y encima de ambos, estaba siempre una losa dispuesta a caer para aplastarlos definitivamente, como persona y como compositor.


En los diecisiete años siguientes Shostakovich escribe seis de sus quince sinfonías, de la Quinta a la Décima y este conjunto de obras no dejan de presentar de una u otra forma la tensión permanente entre el compositor y el padre de la patria rusa, nuestro amigo Stalin. Antes del artículo de Pravda, Shostakovich era un hombre de espíritu libre, con ilusión, reconocimiento público y confianza. Después del artículo su vida se convierte en un infierno personal y profesional, pasa a ser un enemigo del pueblo cuya vida pende de un hilo que sabiamente tira y afloja papá Stalin a su antojo, Y en esas circunstancias un hombre como Shostakovich, que tiene una tolerancia cero a la intrusión política y que desea por encima de todo la libertad para que los artistas puedan explorar sus sentimientos y los deseos del alma, es un hombre roto y "muerto".

Les recomiendo la lectura de un artículo sensacional que una gran amiga nos pasó hace pocos días para que puedan sumergirse en el ambiente de la época. Es realmente impactante. El artículo es este "En la conciencia del otro" de Antonio Muñoz Molina.

La Quinta Sinfonía fue un gran éxito y ayudó a consolidar la posición de Shostakovich como el compositor más destacado de su generación. En 1940 volvió a obtener el reconocimiento oficial con el Premio Stalin por su quinteto con piano.

La invasión de Hitler a la Unión Soviética en 1941 lo motiva a poner su arte al servicio del pueblo y como un esfuerzo por elevar la moral combatiente del pueblo. Durante los primeros meses de la guerra vivió en la Leningrado sitiada donde compuso los tres primeros movimientos de la Sinfonía nº 7 dedicada a la ciudad. Evacuado a Kuibyshev en octubre del mismo año terminó la sinfonía en diciembre. Estrenada en marzo de 1942 la sinfonía se convirtió en un símbolo de la resistencia soviética a la agresión nazi y tuvo una gran repercusión tanto en su país como en el exterior. Sólo en la temporada 1942-43, la Sinfonía "Leningrado" fue interpretada en 62 ocasiones en los Estados Unidos. Dos años después, Shostakovich escribió otra sinfonía de guerra, impresionante y profundísima, la Sinfonía nº 8 que sin embargo no alcanzó el éxito de la Séptima.

Después del fin de la guerra, se produjo un significativo endurecimiento de la política interna del régimen soviético que se expresó también en el plano artístico. Un personajillo, el comisario encargado de las "purgas" en la vida cultural del país, Andrei Zhdanov, fue el responsable de preparar una total reorganización de la Unión de Compositores Soviéticos. En un decreto fechado el 10 de febrero de 1948, un número de prominentes compositores soviéticos, incluyendo a Shostakovich y Prokofiev, fueron acusados de representar a las "perversiones formalistas y a las tendencias anti-democráticas en la música" y de cultivar "un culto a la disonancia, la atonalidad en confusas y neuróticas combinaciones que convierten a la música en cacofonía". ¡Este Andrei era un fenómeno!

Debemos al "simpático" de Zhdanov, como director del Departamento Cultural del Comité Central, el haber amargado la vida a muchos compositores rusos desde Prokofiev pasando por Miaskovsky, Khatchatourian, Kabalevsky hasta nuestro querido Shostakovich que le resultaba particularmente antipático. Gracias a sus decretos y normas la vida y la actividad compositiva de Shostakovich sufrió de manera relevante causándole preocupaciones profundas que influyeron en su obra y en su propia actitud vital. Tuvo que dedicarse a la composición de obras para poder mantener a su familia (bandas sonoras para películas), otras para colaborar con el Estado y por encargo de las autoridades destinadas a custodiar el status político (cantatas patrióticas) y variada música de cámara (cuartetos y ciclos de canciones) para ser presentada en círculos restringidos o simplemente en espera de tiempos mejores. Aunque también, como veremos luego, compone verdaderas obras de arte que aparta como decimos para mejores momentos.


De forma general todos los compositores se "arrepintieron" oficialmente y en los cinco años siguientes siguieron la política musical marcada por el Partido Comunista. Pero varios, entre ellos Shostakovich, escribieron música conformista y sencilla, sin dejar de componer para sí mismos composiciones acordes con sus ideas estéticas y necesidades espirituales. Entre las obras escritas por el maestro de acuerdo a la norma oficial, están las obras corales "La canción de los bosques" y "El sol alumbra a nuestra patria" pero a la par destinó al cajón del futuro, hasta después de la muerte de Stalin en 1953, otras obras de mayor valor artístico tales como el primer Concierto para Violín, el Cuarteto de Cuerdas nº 4 y el ciclo de cantos "De la poesía popular judía".

El mismo año 1953, año de la muerte de esa losa brutal y opresora que fue Stalin, Shostakovich dió a conocer su "Décima Sinfonía" que aún siendo criticada por los conservadores en un comienzo, más tarde fue reconocida como una obra maestra, tanto en la Unión Soviética como en el exterior. Después de la muerte de Prokofiev en 1953, Shostakovich se convirtió en el compositor soviético más reconocido y celebrado. Y justamente hay que decir.

La tendencia a la liberalización en las artes continuaba y era lógico esperar que Shostakovich se convirtiera en su portavoz más destacado. Pero, al menos públicamente, Shostakovich se volvió más conservador, elogiando la posición oficial y criticando a la vanguardia. Como para demostrar que el concepto del realismo socialista seguía siendo viable, escribió dos sinfonías, la Sinfonía nº 11 "El año 1905" y la Sinfonía nº 12 "A la memoria de Lenin". Era como un paso atrás en la forma, el estilo y cabe pensar que en el pensamiento del compositor. 

Este "paso atrás" se ve rápidamente superado y en 1962, reaparece de alguna manera el Shostakovich contestatario, crítico, liberal, luchador y defensor del arte. Su Sinfonía nº 13 con solista y coros, utiliza para su primer movimiento el famoso poema de Yevgeny Yevtushenko "Babi Yar", una emotiva denuncia del antisemitismo en la Unión Soviética, que produjo un notorio, y esperable, desagrado oficial. El mismo año se presentó una versión revisada de su ópera "Lady Macbeth de Mtsensk" ahora rebautizada "Katerina Izmailova" después de largos años de haber sido prohibida. Esta vez fue aclamada como una obra maestra, fue llevada al cine y se presentó en el Covent Garden de Londres y en la New York City Opera de Nueva York.


En 1966, problemas cardíacos de importancia mantienen a Shostakovich fuera de la actividad por algún tiempo aunque en los años siguientes, algo repuesto de los mismos problemas, continuó su intensa actividad de siempre produciendo entre otras importantes su Sinfonía nº 14 de 1969 de carácter sombrío y meditativo. Su tema es la muerte y se inspira en textos de Lorca, Rilke, Apollinaire y Kuchelbecker.

La última sinfonía de Shostakovich, la hermosa Sinfonía nº 15,  está considerada como una de sus obras más enigmáticas. Fue compuesta durante los meses de julio y agosto de 1971, en la casa de descanso para compositores de Repino en Carelia. Se estrenó el 8 de enero de 1972 en la Gran Sala de la Universidad de Moscú, interpretada por la Orquesta Sinfónica de la Radio y Televisión de la URSS, dirigida por el hijo del compositor Maxim Shostakovich.

Se trata de una obra sinfónica compuesta en la forma tradicional del género. En su orquestación emplea una amplia sección de percusión, incluyendo campanas tubulares, xilófono, vibráfono y celesta. Su propio final nos indica que se trata de una obra interrogativa y misteriosa. Se aparta de las obras escritas para el gran público, recobrando la interioridad de sus cuartetos de cuerda. En el último movimiento podemos intuir como el amor triunfa sobre la muerte. Se trata de una obra personal, envuelta en el misterio, misterio que aparece en tantas obras del maestro. 

Shostakovich fallece el 9 de agosto de 1975, seis semanas antes de cumplir los 69 años.

Y en toda esta movida historia personal del maestro nos centramos en su Décima Sinfonía, obra también con algún secretillo que otro entre sus notas y en los testimonios recogidos, más o menos fiables, al compositor.

Tras la muerte de Stalin a principios de 1953, Shostakovich retoma (o compone según las fuentes) la composición de la Décima Sinfonía que finalmente fue estrenada el 17 de diciembre de 1953 por la Orquesta Filarmónica Leningrado dirigida por Evgeny Mravinsky. La obra obtuvo un enorme éxito tanto en su país como en el exterior. Shostakovich triunfaba de nuevo, éxito como compositor, éxito de público. Un reflejo de su resistencia, de su alma profundamente fuerte que vuelve a vencer.


La obra está estructurada en cuatro movimientos:

I. Moderato. De tintes oscuros con una progresión impresionante hasta un clímax profundamente emotivo.
II. Allegro. A modo de scherzo con vientos, cuerdas, metales y percusión arrolladores.
III. Allegretto. Un movimiento de danza con melodías preciosas enfrentadas en su carácter emotivo, oscuridad frente a alegría, y referencias a Mahler (trompa) y a Elmira antigua estudiante suya (¿un amor oculto?).
IV. Andante - Allegro. Lleno de alegres melodías y ritmo arrollador hasta un final impresionante en fuerza, ritmo, potencia y referencias políticas y personales (el motivo de su nombre).

Repitiendo la estructura de sus sinfonías Quinta y Séptima, lento/vivo/lento/vivo, la Décima resulta absolutamente arrolladora, emotiva y profunda. Un verdadero prodigio de emociones e intensidad anímica, preciosa instrumentación, ricas melodías y ritmos, referencias ocultas personales y deseos más o menos ciertos de triunfo sobre la opresión.

En la Sinfonía nº 10 parece que el maestro quiere dejar claro que la forma sinfónica tradicional, bien usada, en esa forma vieja de los cuatro movimientos de la forma sinfónica tradicional pueden criarse nuevos retoños musicales y que son además buenos, muy buenos. En la Décima Sinfonía la firma musical del compositor (el motivo re, mi bemol, do, si, o sea, DSCH en nomenclatura musical germánica) es el núcleo estructural de una obra que, yendo de la oscuridad a la luz, parece recuperar de alguna manera el optimismo que muchos años antes había brillado en la Primera Sinfonía. 

Y queridos amigos, el gran maestro lo consigue dejándonos una obra para la eternidad, bellísima, de la que se hablará siempre por su música y por su historia asociada.

Espero que disfruten de la preciosa recreación de Nelsons al frente de la suntuosa Sinfónica de Boston. Un disco que resulta realmente precioso e inicio de una serie que espero pueda completar este magnífico director letón.

PD.

A raíz del comentario del amigo Fernando López añadimos al final dos enlaces de interés a unos artículos referentes a esta obra que pueden resultar de enorme interés.




Shostakovich
Passacaglia, Lady Macbeth of Mtsensk
Sinfonía nº 10

Andris Nelsons
Boston Symphony Orchestra

Grabación
Symphony Hall, Boston, abril de 2015














Enlaces de interés: