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domingo, 11 de septiembre de 2011

Tchaikovsky. Sinfonía nº 5. Celibidache. Münchner Philharmoniker. 1982.


Queridos amigos, retomamos esta noche, tras unos días ligeramente apartado del blog propio (he estado ayudando a los nenes a modificar los suyos propios que si no es molestia os recomiendo visitar y que están enlazados en la pestaña Personal), las entregas dedicadas a las aproximaciones particulares de Celibidache a Tchaikovsky. Hoy dejamos una grande, muy grande, aproximación a la fantástica Sinfonía nº 5.

En la entrada anterior ya apuntábamos que el universo musical de Tchaikovsky era particularmente grato al maestro rumano. En sus últimas aproximaciones grabadas por EMI los registros muestran ese amor por la música de Tchaikovsky con una música desgranada con manos de artesano, ofrecida en bandeja de oro para el deleite musical. Son interpretaciones de una profundidad sin par. En la interpretación recogida en este disco dicha pasión no se queda a la zaga aunque mi impresión final es que su sentido es ligeramente diferente.

La sinfonía fue elaborada en pocos meses durante el año 1888 y aunque durante ellos el alma dubitativa de Tchaikovsky no descansó alcanzó un gran éxito después de su estreno en San Petersburgo el 17 de noviembre de 1888 dirigida por el propio Tchaikovsky. La clave, como apuntaba en una antigua entrada, sea quizá su simple belleza y su enorme capacidad de comunicar y transmitir emociones. Su densidad emotiva y dramática es de una intensidad que resulta modulada perfectamente a través de sus cuatro movimientos, excepcionales todos ellos, plenos de musicalidad, de profundidad, de intensa emoción. Un reflejo maravilloso del cosmos humano y sentimental de Tchaikovsky, de su lucha espiritual, de su destino y de su final.


La Sinfonía estructurada en cuatro movimientos durante los cuales en diferentes formas se presenta un motivo, el Destino, el llamado "mal de los tristes". 


Un primer movimiento genial que en los bocetos del compositor se describe como “Introducción: sumisión total ante el destino o, lo que es igual, ante la predestinación ineluctable de la providencia” es una maravillosa mezcla de sentimientos de tristeza, de música sombría, salpicada de alegres momentos danzables reminiscencias del ballet y unas preciosas fanfarrias de metales, poderosas, coloridas y maravillosas.

El segundo movimiento de la obra es uno de los más maravillosos ejemplos de música cantabile. En su boceto es referido como "¿No valdría más entregarse por completo a la fe? El programa es excelente si consigo llegar a realizarlo”. Tchaikovsky estructura un maravilloso movimiento sobre el tema del Destino donde las trompas, los clarinetes, los oboes y los chelos resultan abrumadoramente bellos y que finaliza con los metales y los violines de una forma serena y melancólica soberbia y sobrecogedora.

El tercer movimiento expone de nuevo el tema del destino en una pintura de vals delicadísima, dulcemente ornamentada, menos agógica. La tristeza contenida reaparece en su parte final como el tema cíclico de toda la obra.

En el cuarto movimiento, muchas veces reprochado por exceso de metales y opulencia, resurge el tema pero cargado de intensidad, de fuerza de poder. Es un canto de victoria, la victoria del Destino o de la Fe, un final apoteósico y grandioso; un final que siempre resulta conmovedor e impactante; un final que tiene además la virtud de permitir ser escuchado por todos y cada uno de los oyentes de una forma diferente, siempre activa, abierta a la relación sentimental con él y en el que la dirección y el sentido que esta quiera darle influyen sobremanera en la percepción del mismo.

Y Celibidache consigue emocionar y consigue que su orquesta sea un instrumento perfecto, brillante, sedoso, emotivo, empastado, con colorido oscuro o con tonalidad brillante según se precise (maravilloso y excepcional segundo movimiento, impactante). Nada alocado, es un corredor de fondo que prepara de forma minuciosa un final musicalmente bellísimo y humanamente reflejo triunfante de la Fe y del hombre. Un final no marcado por la pura opulencia orquestal sino por el significado arrastrado y desarrollado a lo largo de toda una excepcional exposición de la obra. Un control mágico de los tempos, una claridad asombrosa en los matices, un devenir conducido lujosamente a través de los sonidos y los sentimientos en ellos contenidos. Una verdadera maravilla.


Espero que disfruten de esta excepcional aproximación de Celibidache a una de las más grandes sinfonías jamás escritas. Una verdadera obra de arte musical y un ejemplo excepcional de humanidad.

Tchaikovsky
Sinfonía nº 5

Celibidache
Münchner Philharmoniker

Grabación, Munich, 16 de enero de 1982






Visitar también la Sinfonía nº 4 del mismo CD aquí.
Visitar el Concierto para Piano nº 1 con Barenboim aquí.