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lunes, 27 de agosto de 2012

Beethoven. Conciertos para Piano nº 3 y nº 5. Leonard Bernstein. Rudolf Serkin, piano. Orquesta Filarmónica de New York. 1964. 1962.


Queridos amigos, esta noche me gustaría compartir con todos vosotros este hermoso disco. Un disco con dos de los más bonitos conciertos para piano jamás escritos. Un disco del que siempre he estado enamorado ya que fue uno de los disco que facilitaron mi primer acercamiento al Concierto nº 5 de Beethoven y por el que sigo teniendo un cariño especial. Y seguramente no seré objetivo en su valoración. Se dan muchas circunstancias que hacen que le tenga en altísima estima y que no podré explicar. Son de esos discos que atesoras y que guardas en tu interior y que todas y cada una de las veces que lo escuchas te llena, te sorprende y te gratifica.

No obstante lo anterior, me permitirán que les recomiende su escucha, aún desde una recomendación algo partidista, el disco es una verdadera delicia. 

Si no me equivoco, Bernstein no llegó a grabar un ciclo completo de los conciertos para piano de Beethoven con un mismo pianista. Los intentos quedaron ahí con Gould, con Serkin y con Zimerman. Todos los ciclos, incompletos eso sí, tienen verdaderas joyas y de las aproximaciones con Serkin, su grabación del Emperador me parece la más conseguida de todas. 

Tres grandes pianistas de estilos completamente diferentes y tres visiones igualmente diferentes de Beethoven. Gould siempre libre y sorprendente, Zimerman maravilloso y técnicamente perfecto y Serkin un verdadero clásico, un artista de la vieja escuela, con técnica depurada y sonoridad al piano maravillosa. Las grabaciones se realizaron por Bernstein en tres etapas diferentes de su evolución como director. Quizá la serie de grabaciones con Serkin, sin llegar a la maravillosa expresividad de Gould es la más lograda, para mi gusto, en cuanto a la combinación de técnica, sensibilidad y vitalidad contando además con una Filarmónica de New York realmente fantástica.

Bernstein amaba a Beethoven, como amaba a Mahler. Su evolución estilística con respecto al maestro de Bonn fue quizá más acusada que la que tuvo con Mahler con el que fue madurando su concepto expresivo hasta llevarlo a extremos al que pocos directores han osado acercarse. Con Beethoven resulta más pausado y comedido en su visión pero es manifiesto su cambio si comparamos las aproximaciones con New York y las realizadas años después con Viena, verdaderas obras maestras interpretativas y un verdadero manantial de belleza. Pareciera que en esta etapa norteamericana Lenny preparase su esquema de Beethoven, madurase su concepto de compositor clásico renovador, osado, poderoso y rompedor. Y en ese esquema sin perder su vitalidad inicial va progresivamente añadiendo matices, texturas, colores, pinceladas hasta lograr lo que era su visión.



Es el mismo Beethoven pero madurado con la experiencia, el mismo Beethoven enérgico, de sonoridad apolínea, de estructura firme pero maleable, de profundo mensaje de amor, poder y libertad.

Y en estas versiones de principios de los años 60 apreciamos los magníficos detalles del piano del maestro alemán, su integración en el discurso orquestal como una parte más de la misma orquesta, en diálogo y sin enfrentamiento. Una orquesta delicadísima, maravillosa en sus melodías, con detalles que de verdad te llevan al séptimo cielo. Y todo ello Lenny lo sabe clarificar de una manera fácil dejando a Serkin una participación de igual a igual y respondiendo con su pulsación clara y nítida, su soberbia maestría en los pasajes delicados y su sensacional impulso y energía para aquellos momentos intensos y poderosos.

El Concierto para Piano nº 3 es una maravilla. Ligero de textura, con calado sentimental, con elocuencia en la expresión y con un piano verdaderamente sorprendente de Serkin que sabe transmitir toda la hermosura, el profundo calado, la energía, la brillantez y el dramatismo que encierra esta soberbia música. Una orquesta excepcional que ofrece una entrada al concierto digna de admiración dejando luego ese piano de Serkin, solitario piano, exponer un movimiento del todo punto magistral y majestuoso como es cálido y sedoso en el segundo movimiento, melodía pura y que nos ofrece un ritmo vitalista en su rondó final.

Y, para mi gusto, el Concierto nº 5 es la joya de este disco. Poderoso, rítmico, vitalista, profundo y delicado. Serkin está genial, soberbio, cristalino, pulcro y nítido y se ve acompañado por una orquesta y unos solistas absolutamente geniales. No llegan al poder inconmensurable de un Klemperer y Barenboim pero no se le quedan muy lejos en visión, en concepto y en calidad. Un Lenny mucho más ligero que Klemperer junto a un Serkin más maduro y claro que el maestro argentino. 

Una combinación, la de Serkin y Lenny, que de verdad es digna de escuchar. Combinación que permite saborear la fantástica introducción inicial del primer movimiento, paladearla en toda su extensión, disfrutando de los temas orquestales y de la exposición del tercer tema por el piano claro y nítido de Serkin. Una combinación que nos permite degustar ese arte supremo con que se expone el segundo movimiento, un verdadero prodigio de delicadeza y belleza, de calma y serenidad y una combinación, en definitiva, que nos hace sentir escalofríos en un tercer movimiento mágico de juegos entre orquesta y solista, una vez uno otra el otro hasta desembocar en su majestuoso y poderoso final.

Espero que disfruten del disco, disco que por otra parte tiene una calidad sonora espectacular (¡qué maravillosas grabaciones de Columbia se hacían en el Manhattan Center de New York!).

Que disfruten de ello. Para mi entender, un verdadero monumento fonográfico.





Beethoven
Conciertos para Piano nº 3 y nº 5
Leonard Bernstein
Orquesta Filarmónica de New York
Rudolf Serkin, piano
Grabaciones:
Manhattan Center, New York, 
nº 3, 20 de enero de 1964
nº 5, 1 de mayo de 1962