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viernes, 19 de febrero de 2010

Leonard Bernstein. "En mi Fin está mi Comienzo". The Final Concert. Orquesta Sinfónica de Boston. 1990.


Hermoso testimonio este que os dejo de un gran músico.

Leonard Bernstein, su último concierto, un ciclo de amor  y pasión por la música abierto y cerrado en el mismo lugar, un retorno a sus orígenes dejando un legado al futuro. Su frase " En mi fin está mi comienzo" es un precioso testimonio de vida.

Musicalmente para muchos no son interpretaciones de excepción, de referencia. Pero no es este el objeto de esta publicación discográfica. Es un testimonio musical y humano de un hombre enfermo, moribundo ya, de su fuerza y su pasión por la música, de su amor a un lugar, unas personas, un arte y un pasado que le hicieron crecer como músico y como persona. Es un legado humano más que musical sin que, y es mi opinión, se pueda considerar una interpetación de poca calidad.

Tanglewood fue uno de los lugares donde acontecieron una parte muy importante no sólo de la formación humana y musical de Lenny sino un lugar de estrenos importantes, de establecimiento de amistades fundamentales en la vida de Lenny, de actividades felices y notorias en su carrera, de formación musical y humana de excepción. Y es el lugar del broche final de dicha carrera, preciosa paradoja del destino. 

Alumno todavía de dirección, acudió ya desde la fundación por su mentor Koussevitski, al Tanglewood Music Center en el año 1940. Koussevitski, Director Musical de la Orquesta Sinfónica de Boston, eligió Tanglewood como sede o residencia de verano para su orquesta con la intención de convertirlo en una referencia mundial en la formación musical. Lenny colaboró de manera intensa en los años de la guerra al mantenimiento formal y espiritual de Tanglewood y en el año 1946 a su reapertura oficial (con el estreno mundial de una de las obras aquí presentadas entre otras grandes actividades). Su relación con Tanglewood duró toda su vida y fue una fuente importantísima de inspiración humana y musical del centro. Los veranos en Tanglewood eran una forma de expansión y de llenado espiritual para Lenny.

En el verano de 1990, ya muy enfermo, no se rompió el compromiso con su "iglesia musical". Acudió para cumplir sus compromisos de profesor, director y formador. Era el quinquagésimo aniversario de la apertura del centro y de su estreno en Tanglewood. Un doble motivo de enorme peso para estar presente ese verano. Desgraciadamente la gira que se tenía previsto celebrar con la orquesta de alumnos no pudo tener lugar y fue la última aparición pública de Lenny como director de orquesta.

El día del concierto el aforo estaba ocupado en su totalidad. Se presentaban la Orquesta Sinfónica de Boston y Leonard Bernstein, dos emblemas de Tanglewood. La jornada estaba dedicada a la memoria de Serge y Olga Koussevitski, era el homenaje anual a su fundador y mentor y a su esposa (enorme figura esta en la carrere del gran Koussevitski). Cincuenta años atrás un jovenzuelo fogoso y ambicioso, de enorme talento, recibía clases en el centro. Cincuenta años después ese jovenzuelo había logrado todo lo que ambicionaba, con sus más y sus menos en la forma de lograrlo, pero era el gran padre de la música americana y un director, músico, pedagogo y ser humano de prestigio internacional.

Todos los veranos Lenny regresaba y era el centro de atención de la temporada estival sobre todo en la Semana Bernstein. Sus enseñanzas, clases, conciertos, anécdotas, etc. eran la inspiración musical y humana para los alumnos del centro.

Este año 1990 era ya diferente. La salud estaba tan deteriorada que ya se habían anulado conciertos, giras y otras actividades previstas (Charleston, Japón, etc.). Durante la Semana Bernstein de ese verano era tal el deterioro que las actividades no imprescindibles se anularon, muchos de los ensayos con la orquesta de alumnos se suspendieron y había sería dudas sobre la capacidad de que Lenny dirigiera el concierto en memoria de Koussevitski. Pero sí pudo. Parte del concierto, concretamente la obra del propio Lenny, Arias y Barcarolas, fue encargada en su ejecución al director Carl St. Claire. Lenny se reservó las obras principales: Britten y Beethoven.


En la obra de Britten, cuyo estreno mundial fue llevado a cabo por Lenny y la Sinfónica de Boston en el 1946, la interpretación es soberbia. Es fresca, rica en matices, brillante, variada, expresiva y bellísima con una orquesta que suena preciosa, agresiva y dulce según la necesidad. Muy bella interpretación.


La interpretación de Beethoven, plato fuerte de la sesión, es diferente a cualquier otra del propio Lenny. Retenida, emotiva, amplia, muy concentrada, con matices instrumentales preciosos, enormemente intensa en su fondo espiritual. Sus tempi son extraños, lentos para algunos, pero efectivos en el resultado. No resulta pesada, resulta profundamente humana.


Su ejecución fue difícil, muy difícil, con momentos de tensión enormes, con un Lenny agotado físicamente, apoyado en el podio buscando el aire que ya no tenía. Una interpretación reflejo de la fuerza humana y su lucha frente a la adversidad y el tiempo. Un precioso homenaje a Beethoven y al ser humano.


Sin resuello y totalmente agotado ya Bernstein, llegó el final. Un final hermoso de una hermosa obra. Lenny recibió una emotiva y calurosa ovación, se retiró lenta y dolorosamente, volvió hizo un gesto de leve sonrisa y volvió a retirarse. Esta vez para siempre.



Pero sigue vivo. Y seguirá.
Gracias por todo Lenny.


Britten
Cuatro Interludios Marinos

Beethoven
Sinfonía nº 7

Orquesta Sinfónica de Boston
Leonard Bernstein

Grabación, Tanglewood, 19 de agosto de 1990








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