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jueves, 13 de diciembre de 2012

Beethoven. Sinfonías nº 7 y nº 8. Furtwängler. Orquesta Filarmónica de Viena. Festival de Salzburgo. 1954.


Queridos amigos, hace tiempo prometíamos al amigo Alejandro la colocación de este hermoso disco en alguna entrada de nuestro espacio. Hoy no he podido resistir la tentación de hacerlo empujado a ello por una necesidad interior e íntima de poder hacer que se disfrute de esta hermosísima música de Beethoven de la mano del que quizá haya sido el más grande recreador de ella (y que me perdone mi bien amado Szell): Furtwängler.

He escuchado el disco desde su inicio hasta su final, verdaderamente poseído por una necesidad de Beethoven que no sabría explicar bien. Necesitaba llenar mi alicaído espíritu con una fuerte carga de pasión, de belleza, de emoción. Necesitaba aliviar mi atormentada mente con sus sonidos apaciguadores, con su melodía impulsiva y enérgica, con su pasión y entrega al sólo fin de la belleza.

Son esas ocasiones, quizá demasiado frecuentes, en que necesitas tener tu corazón lleno de amor porque ha sido herido por la inconsciente maldad del ser humano, seguramente involuntaria aunque ya empiezas a pensar que demasiadas veces intencionada. Esas ocasiones en que estás derrotado e indefenso con la sóla "arma" de ser simplemente buena persona y te das cuenta que eso tan sólo tiene su recompensa quizá en otro momento o lugar. 

Todo esto podrá parecer totalmente ajeno a la presentación de un simple disco de música. Podría haber sido otro, pero Beethoven y Furtwängler han llenado plenamente mis ansias de paz interior. Y lo han hecho desde nada más y nada menos que la plena convicción en el valor del ser humano, en su fortaleza, en su tesón, en su capacidad de impulsarse y darse a valer. 


Los bellísimos trazos que deja Furtwängler dados de forma realmente natural y expresiva, intensa y convencida llenan tu corazón de energía y serenan tu inquietud. Sus arrebatos de impulsividad y aparente descoordinación son sencillamente expresión de su profunda alma apresada en la inmensidad del mundo beethoveniano y lanzadas al exterior en forma de música intensísima, de naturaleza impulsiva, plena de belleza y calor, de poder intrínseco en sus propios sonidos, en sus frases y en su planteamiento estructural. 

Gracias querido Furtwängler por lograr que una cosa tan mágica como son las notas musicales del genio Beethoven sean capaz a día de hoy de seguir transformando el corazón y la mente humana y sigan llenando de energía realmente positiva sus en muchas ocasiones vacíos sentimientos.

Disfruten con la verdadera magia de unas interpretaciones sorprendentes, arrebatadoras, intensas, profundas  y ofrecidas desde el amor a esta música y a ese universo humano beethoveniano. Disfruten del arte de este sabio maestro de la dirección y de su increíble forma de expresar, a través de la no menos genial Orquesta Filarmónica de Viena, el amor y la vida.

Simplemente, gracias por este bello ejemplo de humanidad.


Beethoven
Sinfonías nº 7 y nº 8
Wilhelm Furtwängler
Orquesta  Filarmónica de Viena
Salzburgo, Festspielhaus, 30 de agosto de 1954