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lunes, 8 de octubre de 2012

Bruckner. Sinfonía nº 9. Carlo Maria Giulini. Orquesta Filarmónica de Viena. 1988.


Estimados amigos si no me equivoco hoy es el primer disco que dejamos de Carlo Maria Giulini en este nuestro espacio. Les debo confesar que simplemente es porque tengo poco material del maestro italiano (desgraciadamente). He escuchado bastantes obras del mismo tanto en DG como en Sony principalmente pero en general no me he decantado casi nunca por la adquisición de sus CD. Y repito es una pena.

No obstante creo que no hay mejor entrada posible para su estreno aquí que esta inmensa, enorme, grandiosa e inconmensurable interpretación de la Novena Sinfonía de Bruckner al frente de una portentosa y sencillamente magistral Orquesta Filarmónica de Viena. La grabación aquí presentada es generalmente tenida por una de las mayores cumbres de la discografía de la Novena Sinfonía de Bruckner y sencillamente no voy a discutir yo esa apreciación. Tal es su intensidad, su concentración espiritual, su expresividad y su portentosa ejecución musical que sería imposible rebatir lo dicho y más que imposible, totalmente injusto. Giulini logra traducir esta obra como quizá nadie haya intentado hacerlo desde la música hacia el corazón. Quizá, al menos para mí, sólo Furtwängler, Jochum y Bernstein lo han logrado.


En esta hermosa obra, este hermoso testamento vital de Bruckner ya en el final de su vida, queda reflejada toda la vida del compositor. Es su esencia, su sentido profundo, su deseo manifiesto de alzarla al Gran Dios lo que la hace una de las obras más monumentales y de contenido más profundo en lo espiritual que se hayan escrito. Bruckner se va, es inminente; deja un legado que con muchos quebraderos de cabeza ha sido más o menos aceptado (no era su hora todavía), pero Bruckner se va y deja este monumento a su creador a aquél por el que ha vivido en forma y fondo. 

Aún en estas circunstancias dedica tiempo, quizá demasiado querido maestro, a revisar ¡de nuevo esos consejos querido Bruckner! la Octava Sinfonía; tiempo que quizá le impidió finalizar esta magna obra o quién sabe, tu Dios igual la prefería así con ese inmenso, profundísimo y bello Adagio final, igual no necesitaba más de un viejo compositor que le había entregado todo.

La obra está cargada de una dimensión espiritual jamás alcanzada por el maestro, una intensidad de tempo de meditación intensísima, un lenguaje musical complejísimo y un tempo maravilloso para poder reflejar esos cambios de ritmo del Universo con sus inmensas respiraciones, profundas respiraciones, largas frases y testimoniales silencios. Una obra que sin dejar de lado la tradicional forma bruckneriana de grupos temáticos usa aquí y allá referencias a obras anteriores como si quisiera dar una unidad final y globalizadora a su vida. 


En el primer movimiento, grupos temáticos de enorme dramatismo que alcanzan una solemnidad sin parangón y que en el primer movimiento contrastan abiertamente con el ardor y fuego del lirismo pasional de otros temas que reflejan la enorme belleza de este su todavía mundo. Estos temas juegan y se elaboran de una manera tan sabia que sin darte cuenta van reelaborándose, se vuelven a exponer, se trabajan hasta llegar a disonancias aterradoras, inquietantes, sombrías. 

Y finalizando así un primer movimiento impactante que es traducido por Giulini con una verdadera mano mágica, con un perfecto equilibrio en la matización y el detalle de cada uno de ellos, con un marcado carácter e intención expositiva, pasamos a ese vehemente Scherzo de carácter a veces casi salvaje o primitivo con deformaciones que nos llegan a aturdir y a pensar en la disolución del mismo en buscas o por la presencia de las disonancias rompedoras de la tonalidad, fantasmas furtivos que aparecen, presagios. 

Giulini de nuevo atentísimo a estos detalles, sabio conocedor del profundo significado de la obra marca su estilo, impone su sello, quiere decir algo, quiere que no sea sencillamente un Scherzo. Es música elaborada y disuelta, elevada y luego desmoronada. Impresionante su manejo de los grupos instrumentales de los vieneses, impulsando toda su belleza y su energía, toda esa capacidad expresiva de la que son capaces y que no siempre dan a cualquiera.

Y finalizamos con ese Adagio, quizá junto al de Mahler el más bello adagio conclusivo jamás escrito. Meditación, profunda meditación del maestro, fe enfrentada a destino, serenidad que impregna su desarrollo, serenidad ardiente, enérgica plena de fuerza, bella, enormemente bella. Canto coral a la vida, canto de amor a ella, reflexivo pero no hundido el maestro refleja su creencia, su profunda Fe lo que no le aparta de mostrar su profunda lucha. ¿Irónico verdad? Quizá no. La Fe es la Fe pero no quita que amén de la resignación no pueda ser expresada de forma contundente como un enorme adiós a la vida de alguien que en ella vivió y con ella creció. Lucha como ser humano que es y hay duda, por supuesto, pero esa duda no impide dasarrollar el amor profundo por lo que fue. Quizá un leve desliz maestro...su vida estaba finalizando pero ya sabía usted que la vida de una parte de la música, aquella que usted trabajó como nadie también finalizaría pronto. 

En suma una obra monumental, con una intensidad fuera de lo común y con un Giulini y unos músicos vieneses entregados en cuerpo y alma a ella. Un verdadero prodigio de sentido, de transparencia, de respeto, de intencionalidad y de soberana interpretación. 

Un placer musical único. uno de los más grandes disco jamás grabados. Espero que sientan al menos tanto como yo con su escucha. Mis disculpas por la redacción de la entrada, sinceramente ha sido de una vez y sin repaso, no a lo loco, sí con el corazón dictando conforme escuchaba el disco.

Me disculparán si a alguien le puede parecer "agresiva" esta foto que quiero dejar. No es ese el sentido de hacerlo. Simplemente me parece tan, tan humana...que mirándola soy capaz de sentir un profundo amor y es más diría que puedo ir más allá a través de esos ojos cerrados, ese gesto plácido de los labios, ese rostro cansado pero sereno. Gracias maestro..



Anton Bruckner




Bruckner
Sinfonía nº 9
Carlo María Giulini
Orquesta Filarmónica de Viena
Grabación: Viena, Musikverein, Grosser Sal, junio de 1988
(el 11 de junio de 1988 tuvo lugar concierto público grabado que difiere levemente en el minutaje)
Versión Original de 1894 en Edición de  Leopold Nowak de 1951