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domingo, 24 de julio de 2011

Beethoven. Sinfonía nº 9. George Szell. Orquesta Filarmónica de Viena. 1969.


Queridos amigos, esta noche dejamos un disco excepcional, increíblemente bello, maravilloso, único e irrepetible. George Szell junto a la Filarmónica de Viena en un registro en vivo realizado en Viena en 1969 interpreta la Novena Sinfonía de Beethoven. Y lo hace de una forma asombrosa, diferente a sus otras aproximaciones, abordándola de forma muy, muy emocional.

Creo sinceramente que es una maravillosa aproximación de Szell a esta obra de Beethoven, posiblemente la más bella que haya realizado, completamente diferente a su excepcional, aunque atípica, aproximación de la integral de Sony con Cleveland y creo que algo por encima de su otra preciosa interpretación con la New Philharmonia Orchestra en el Royal Festival Hall de Londres un año antes, en 1968.

Esta interpretación de Viena se beneficia de una forma manifiesta de las virtudes de la Filarmónica Vienesa que sencillamente está impresionante. Con una excepcional interpretación musical, unas cuerdas brillantísimas y sedosas, unas maderas y unos instrumentos de viento que resultan tan bellos que es imposible no deleitarse con su bellísimo sonido, unos metales coloridos con una tímbrica maravillosa. Los vieneses dan ese plus que realza cualquier interpretación que pueda realizar un director. Y Szell aprovecha como nunca esa oportunidad de tener a sus órdenes a la quizá mejor orquesta del mundo.


Conduce a los músicos vieneses por una senda excepcionalmente trazada, saca de ellos unos sonidos increíbles, traza la obra de Beethoven con tiralíneas pero con un tiralíneas que el maestro Szell se permite el lujo de desviar intencionadamente y de manera excepcional hacia sendas emocionales y sonoras pocas veces exploradas de esa manera. 

Es un Szell completamente diferente al que todos habitualmente calificamos de preciso y seco. Todo lo contrario, es un Szell vital, sensual, enérgico e impulsivo. Matiza los detalles de esta excepcional sinfonía de una forma magistral, se mantiene reposado hasta que los saca a relucir de forma inesperadamente bella, intensamente concentrado, muy profundo, con cierto tono hasta trágico poco habitual en esta obra. Y en su final, excepcional final, se desborda la energía acumulada, la tensión que ha ido acumulando en su discurso musical. Es una explosión vital de energía y de tensión emocional. Una explosión finamente controlada.

La prestación del coro de la Wiener Singakademie no desentona para nada con la de la orquesta y el equipo de solistas está francamente sensacional. Increíblemente expresivas, intensas y con enormes capacidades las dos voces femeninas (maravillosa Janowitz) y ricas, poderosas e intensas las voces masculinas. Un equipo, repito, sensacional.

Quizá una de las más grandes aproximaciones a la Novena de Beethoven, realmente grande y genial. ¿Al nivel de la de Furtwängler con la Philharmonia? Difícil pregunta y difícil respuesta. Tan sólo me atrevería a decir que sí, que está a su nivel añadiendo un pequeño matiz, sí pero en una visión diferente a la del maestro alemán.

Que la disfruten. Es una joya musical. Una verdadera obra de arte.


Gundula Janowitz, soprano

Meriel Dickinson, contralto

Ernst Haefliger, tenor

Walter Berry, bajo



Beethoven 9ª Sinfonía (1824)
Texto de Johann Christoph Friedrich von Schiller "Ode an die Freude" (Oda a la Alegría) 


O Freunde, nicht diese Toene!                                     
Sondern lasst uns angenehmere
anstimmen und freundenvollere!

Freude, schoener Goetterfunken,
Tochter aus Elysium,
Wir betreten feuertrunken,
Himmlische dein Heiligtum!
Deine Zauber binden wieder,
Was die Mode streng geteilt;
Alle Menschen werden Brueder,
Wo dein sanfter Fluegel weilt. 
Wem der grosse Wurf gelungen,
Eines Freundes Freund zu sein,
Wer ein holdes Weib errungen,
Mische seine Jubel ein!
Ja - wer auch nur eine Seele
Sein nennt auf dem Erdenrund!
Und wer's nie gekonnt, der stehle
Weinend sich aus diesem Bund!
Freude trinken alle Wesen
An den Bruesten der Natur,
Alle Guten, alle Boesen
Folgen ihre Rosenspur.
Kuesse gab sie uns und Reben,
Einen Freund, geprueft im Tod,
Wollust ward dem Wurm gegeben,
Und der Cherub steht vor Gott.
Froh, wie seine Sonnen fliegen
Durch das Himmels praecht'gen Plan,
Laufet, Brueder, eure Bahn,
Freudig wie ein Held zum Siegen.
Seid umschlungen, Millionen!
Diesen Kuss der ganzen Welt!
Brueder - ueberm Sternenzelt
Muss ein lieber Vater wohnen.
Ihr stuerzt nieder, Millionen?
Ahnest du den Schoepfer, Welt?
Such ihn ueberm Sternenzelt,
Ueber Sternen muss er wohnen.


Textos: 
¡Oh, amigos, no con esos acentos!
¡Entonemos cantos placenteros
y plenos de alegría!

¡Alegría, hermosa chispa de los dioses
hija del Elíseo!
¡Ebrios de ardor penetramos,
diosa celeste, en tu santuario!
Tu hechizo vuelve a unir
lo que el mundo había separado,
todos los hombres se vuelven hermanos
allí donde se posa tu ala suave.
Quien haya alcanzado la fortuna
de poseer la amistad de un amigo, quien
haya conquistado a una mujer deleitable
una su júbilo al nuestro.
Sí, quien pueda llamar suya aunque
sólo sea a un alma sobre la Tierra
Y quien no pueda hacerlo,
que se aleje llorando de esta hermandad.
Todos los seres beben la alegría
en el seno de la naturaleza,
todos, los buenos y los malos,
siguen su camino de rosas.
Nos dio ósculos y pámpanos
y un fiel amigo hasta la muerte.
Al gusano se le concedió placer
y al querubín estar ante Dios.
Gozosos, como los astros que recorren
los grandiosos espacios celestes,
transitad, hermanos,
por vuestro camino, alegremente,
como el héroe hacia la victoria.
¡Abrazaos, criaturas innumerables!
¡Que ese beso alcance al mundo entero!
¡Hermanos!, sobre la bóveda estrellada
tiene que vivir un Padre amoroso.
¿No vislumbras, oh mundo, a tu Creador?
Búscalo sobre la bóveda estrellada.
Allí, sobre las estrellas, debe vivir.



Beethoven
Sinfonía nº 9

George Szell
Wiener Singakademie
Orquesta Filarmónica de Viena
Gundula Janowitz, soprano
Meriel Dickinson, contralto
Ernst Haefliger, tenor
Walter Berry, bajo

Grabación
Viena, 22 de junio de 1969











viernes, 22 de julio de 2011

Dvorak. Sinf. nº 8. Brahms. Sinf. nº 3. Karajan, Orquesta Filarmónica de Viena. 1961. 1960. Actualización FLAC.


Actualización de la entrada original dedicada a este disco de Karajan con dos interpretaciones excepcionales de la Octava de Dvorak y la Tercera de Brahms. 

Dedicada a un amable amigo y seguidor de este nuestro espacio y particularmente interesado en la Octava de Dvorak.

Espero que todos la disfruten con la nueva sonoridad del CD. 

Para mi gusto una de las mejores aproximaciones a la Sinfonía nº 8 de Dvorak con un Karajan espectacularmente fino y una Orquesta Filarmónica de Viena excelsa y bellísima.


Dvorak
Sinfonía nº 8*

Brahms
Sinfonía nº 3

Karajan
Orquesta Filarmónica de Viena

Grabaciones:
Sofiensaal, Viena, octubre de 1961* y octubre de 1960









miércoles, 20 de julio de 2011

J. S. Bach. Variaciones Goldberg BWV 988. Fugas BWV 883 y 878. Glenn Gould. 1955. 1957.


Queridos amigos, dejamos esta noche un disco absolutamente maravilloso, un disco legendario dentro de las grabaciones discográficas. La aproximación deliciosa de Glenn Gould a las preciosas Variaciones Goldberg de J. S. Bach realizadas en el año 1955.

Grandes cosas se han dicho de esta grabación y también cosas negativas. No entro en esas controversias que jamás alcanzaría a aclarar, más aún tratándose de un arte tan particular como es la música en el que cada persona tiene una apreciación del mismo muy particular y perfectamente válida. Para mi gusto es un disco encantador, bellísimo, lleno de alma, de belleza, de poesía musical, de sorpresas deliciosas.

El disco presentado es el primero de una larga serie de grabaciones realizadas por Gould para el sello Columbia. Gould había realizado su presentación americana en enero de 1955 en Washington y en New York. Un joven pianista de 22 años, de gran fama en su Canadá natal, realizaba su presentación con un programa digamos que poco habitual (Gibbons, Sweelinck, Bach, Webern, Beethoven y Berg). Para una gran parte de la crítica norteamericana esta presentación pasó desapercibida oportunidad que aprovechó el excepcional director del Departamento de Clásica de la Columbia, David Oppenheim, que por casualidad e invitado por un amigo asistió al concierto de ese "hombre que al piano produce un efecto casi hipnótico". Fue el inicio de una colaboración mantenida por muchísimos años y con excepcionales frutos artísticos; un fichaje estrella.


Gould eligió para su primera grabación Las Variaciones Goldberg una obra que no agradaba en demasía al productor Oppenheim y que era escasamente abordada tanto por los pianistas como por los clavecinistas de la época. Finalmente el típico carácter de Gould se impuso y las sesiones de grabación tuvieron lugar entre el 10 y el 16 de junio del año 1955. El inicio de una relación comercial y artística excepcional, con altibajos, muchas controversias y sobre todo mucho, mucho arte en el trabajo resultante.

Las grabaciones se realizaban en una antigua iglesia presbiteriana, los estudio Columbia de la 30th Street de New York. Gould entró en los estudios de una guisa y con una serie de abalorios personales que no hicieron sino asentar la opinión sobre el carácter extravagante del pianista. Las mismas excentricidades fueron hábilmente publicitadas por Columbia para comenzar a generar el mito Gould. Un mito que era pura realidad. Un mito que nació antes de la presentación del disco, disco por otra parte originalmente publicado con una excepcional colección de fotografías de Gould, una para cada una de las variaciones (una portada sensacional). Ni que decir tiene que en su salida comercial el disco tuvo un éxito impresionante.

Los motivos son en parte los ya expuestos, una sensacional obra de publicidad abierta y subliminal por parte de Columbia y por otro y principalmente por la calidad soberbia de la música que interpretaba Gould. Una forma de interpretar diferente a lo anteriormente escuchado, enormemente temperamental e impulsiva, su escaso legato, su escaso uso del pedal, su forma cristalina, limpia y brillante de aproximarse al gran músico entre los grandes, Bach,.

Las interpretaciones de Gould, gustan o te repelen. Si te gustan te embelesan y te atrapan en su belleza, en su virtuosismo claro y cristalino, en su interiorismo y en su profundidad interpretativa. Sus sonidos son tan hermosos que no puedes más que cerrar tus ojos y dejar que esas precisas, ágiles y frescas notas te invadan y se apoderen de tu corazón, de tu pensamiento, de tu alma, de todos tus sentidos.

Yo soy uno de esos oyentes que desde su escucha inicial me embeleso con ella. Me lleva a un estado de profunda paz y alegría; a un estado en el que me encuentro sencillamente bien, maravillosamente sumido en un estado de amor y profundamente relajado. Enamorado de la música, del mundo, de las personas. Es mi bálsamo espiritual, mi preciosa sábana de sonidos en la que dejo caer mis lágrimas de alegría y con la que me envuelvo a modo de capa protectora con la que me aislo de todo lo feo y negativo del mundo. Es mi pequeño disco de cabecera. En el CD se acoplan con dos Fugas del Clave bien Temperado que son sencillamente prodigiosas.


Espero que disfruten de este maravilloso y soberbio disco de un genio de la música y del piano: Glenn Gould. Un hombre apasionante, un músico de excepción.


J. S. Bach
Variaciones Goldberg

Glenn Gould

Grabación de 1955. 10, 14 y 16 de junio de 1955, 30th Street Studio, New York
El Clave bien Temperado, Fuga BWV 883 y 878
Grabaciones del 29 al 31 de julio y 1 de agosto de 1957, 30th Street Studio, New York











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lunes, 18 de julio de 2011

Música Norteamericana I. Copland. Barber. Schuman. Bernstein. Leonard Bernstein. Orquesta Filarmónica de Los Ángeles. 1982.


Queridos amigos, dejamos esta tarde un bonito disco con algunas obras musicales populares de compositores norteamericanos tales como Copland, Barber, Schuman y Bernstein.

Las grabaciones son realizadas por DG y Bernstein dirigiendo a una fantástica Orquesta Filarmónica de Los Ángeles. Un disco que muestra la parte más popular de los citados compositores con la preciosa suite Primavera en los Apalaches de Copland (una obra que contiene uno de los pasajes más bellos y emotivos jamás compuestos), el ampliamente conocido Adagio de Barber y dos oberturas festivas de Schuman y el propio Bernstein.

La Primavera en los Apalaches de Copland fue compuesta inicialmente como música para ballet dedicada a la coreógrafa y bailarina Martha Graham (una enamorada de la música de Copland y verdadera impulsora de la misma) en una distribución para 13 instrumentos terminada en México en 1943, aunque habitualmente se ha interpretado como suite orquestal cuya composición es un poco posterior, en 1945. 


Describe la vida y la celebración de los pioneros americanos en las colinas de Pennsylvania; es un regalo y un homenaje a los hombres y mujeres que supieron extender su presencia y afianzar su voluntad a través de su forma de ser, de vivir y de pensar. Los verdaderos héroes norteamericanos del siglo XIX (y quizá un reflejo también de la situación de muchos músicos norteamericanos contemporáneos de Copland y su lucha por hacerse reconocer y afianzar su lenguaje y su valor).

Copland no tenía problemas en la elaboración de música para ballet pues ya en años anteriores había compuesto música para varios como Grogh (“Un ballet de vampiros” de 1922); Hear Ye! Hear Ye!, ballet en un acto de 1934; Billy the Kid (1938) escrito para el Ballet Caravan de Lincoln Kirstein y Rodeo (1942) para Agnes de Mille. Sus formas compositivas y sus interioridades eran bien dominadas por Copland.

El estreno de Primavera en los Apalaches en su versión de ballet fue el punto final de un festival en honor de Elizabeth Sprague Coolidge (la comisionadora de la obra a través de su fundación dentro de la Biblioteca del Congreso) en su cumpleaños número ochenta y como continuación de tres días previos del Décimo Festival de Música de Cámara en la Biblioteca del Congreso (30 de octubre de 1944). La obra alcanzó un éxito enorme, ganó el Pulitzer, la crítica y el público auparon a Copland a lo más alto y se reconoció la fantástica capacidad compositiva en los más variados estilos que era capaz de manejar Copland. 


La Suite Sinfónica finalizada en el año 1945 se compone de ocho partes que se ejecutan sin interrupción: muy lentamente, rápido, moderato, muy rápido, aún más rápido, muy lentamente, tranquilo y fluyendo libremente y moderato. El estreno de la Suite orquestal de la Primavera en los Apalaches tuvo lugar el 4 de octubre de 1945 dirigida por Arthur Rodzinski y la Filarmónica de Nueva York. Pocos días después fue interpretada por la Sinfónica de Boston y algo más tarde el discípulo de Copland, Leonard Bernstein, la estrenó en Europa (Londres) en 1946 mostrando hacia el autor una admiración sin par por la belleza de la música y los logros compositivos la misma, por su fantástica muestra de serenidad, calma, paz y armonía.

La obra es sencillamente una belleza musical, una de las músicas más bonitas, sencillas, armoniosas, tranquilas, serenas y preciosas que se hayan compuesto. Un logro sencillamente genial de tranquilidad y serenidad mezclado en parte con algo de tristeza. Los resultados finales no pueden sino dejarte sencillamente emocionado y con un estado de paz interior difícil de describir. La obra tuvo un impacto muy significativo sobre la generación de músicos norteamericanos contemporáneos de Copland y sobre las futuras generaciones.


La Obertura para un Festival Americano de William Schuman fue una obra compuesta con el fin de estrenarse en 1939 en New York con motivo de un festival musical dedicado a la música americana. La entrada al público se aseguraba gratuita y la orquesta encargada sería la Orquesta Sinfónica de Boston. Finalmente no pudo ser tal y como estaba planeado ya que por motivos sindicales no se permitió a la citada formación su intervención (no estaban sindicados) y fue la ciudad de Boston la que, montando su propio festival, aseguró el estreno de la obra de Schuman con Koussevitzky en la dirección. 


Obra fresca y dinámica basada en principio en unas breves notas de una canción popular de los barrios de la infancia de Schumann, es un ejemplo precioso de dinamismo, desarrollo musical precioso, fugas, variaciones, síncopas y otras artes musicales algo ajenas al simple populismo musical. Una preciosidad con un marcado acento en los metales, unas maderas francamente bellas y unas cuerdas sencillamente impresionante. Una bellísima obra de un gran músico que gracias a su hermana abandonó los estudios de la Escuela de Negocios por los de música y que fue una de las grandes figuras musicales e institucionales de Norteamérica.

El famoso Adagio de Barber sigue siendo a pesar de sus numerosísimas interpretaciones y versiones una de las obras más bonitas, melodiosas y sencillamente emotivas que se puedan escuchar. Su origen a partir de una demanda general realizada en octubre de 1937 por Toscanini para ampliar el repertorio de su Orquesta de la NBC es bien conocido. El director recibió dos obras de parte de Barber, la transcripción orquestal para cuerdas del segundo movimiento de su cuarteto Op. 11 y el primer Essay para Orquesta. Fueron devueltas a Barber en la primavera de 1938 sin comentario alguno. Algunos meses más tarde retenidas en la memoria de Toscanini fueron estrenadas ante un reducido grupo de invitados al estudio de grabación de la radio el 5 de noviembre de 1938 y transmitida vía radiofónica. 

Desde su estreno se ha convertido en una obra emblemática en diversas ceremonias para personalidades amén de formar parte de numerosas escenas del cine (impresionante su sentido y oportunidad en Platoon o en la fenomenal y sensacional El Hombre Elefante de David Lynch) y ser la música interpretada por Bernstein y la Filarmónica de New York para conmemorar el fallecimiento del propio Barber (curiosidades de la vida entendiendo la evidente poca empatía personal que manifestaron en vida).


Finalmente la maravillosa y sensacional Obertura Candide del propio Bernstein, obertura de la ópera que en general y a pesar de sus varias adaptaciones y revisiones no alcanzó un éxito pleno. La obertura fue estrenada en concierto de la Filarmónica de Nueva York al año del fallido estreno de la ópera completa, concretamente el 26 de enero de 1957. Chispeante y enérgica, la Obertura se inicia con una fanfarria que se escucha otras tres veces en la pieza y que muestra a modo de resumen la frenética actividad de la obra. 

La Obertura Candide se ha paseado por los atriles de la mayor parte de las orquestas pero es la Filarmónica de New York la que guarda una especial relación de cariño y afecto con ella. Se interpretó sin director en el podio en un concierto a la memoria de Bernstein, fallecido en 1990, y desde entonces se ha convertido en una tradición de la Filarmónica que, siempre sin director en el podio, la ha tocado en no menos de 20 ocasiones en estos últimos años. Un precioso homenaje a quien fue uno de sus máximos valedores nacionales e internacionales. 



Espero que disfruten sin más de la preciosa y bonita música recogida en este precioso disco. 
Un disco con unas interpretaciones francamente soberbias de Lenny, preciosistas, detalladas, frescas, emotivas, ricas en matices, coloridas y que se ven acompañadas por una Filarmónica de Los Ángeles entregada al maestro, preciosista, muy fina, perfecta en su ejecución instrumental y con una sonoridad bellísima.

Espero en breve continuar con música semejante de grandes compositores norteamericanos.


Música Norteamericana

Leonard Bernstein
Orquesta Filarmónica de Los Ángeles
Copland, Primavera en los Apalaches
Barber, Adagio
Schuman, American Festival Overture
Bernstein, Candide Overture
Grabación, San Francisco, Davies Symphony Hall, 24 de julio de 1982










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miércoles, 13 de julio de 2011

Grieg. Schumann. Conciertos para Piano. Eugene Ormandy. Philadelphia Orchestra. Philippe Entremont, (Grieg). Rudolf Serkin, (Schumann). 1958. 1964.


Queridos amigos, dejamos hoy uno de esos discos sencillamente maravillosos, encantadores y bellos que tienes la suerte de paladear y saborear. Unas preciosas interpretaciones de dos de los conciertos para piano más ampliamente grabados (y normalmente acoplados juntos en los CD) y más bonitos de los que se puede tener el placer de escuchar: los conciertos de Grieg y de Schumann.

En este CD se presentan en las preciosas y bellas interpretaciones dirigidas por el gran Eugene Ormandy a dos excepcionales pianistas, Entremont en el caso de Grieg y el genial Serkin en el de Schumann. 

Edvar Grieg tiene una formación musical enmarcada en gran parte en la tradición musical alemana. Siempre tuvo un gran amor y respeto por la obra de Schumann desde la audición que siendo estudiante el Leipzig pudo gozar del mismo compositor e influenciado por su maestro Wenzel que inculcó en el joven Grieg ese amor por la música de Schumann. 


En el año 1868 con tan sólo 25 años escribió un excepcional Concierto para Piano (hay esbozos posteriores de un segundo inacabado). Un concierto muy en línea con las formas del concierto de Schumann pero quizá con una mayor brillantez y lirismo y con muchos matices de Chopin y de un futuro Rachmaninov. En su primer movimiento se puede disfrutar de la maestría compositiva de Grieg y de su fantástica escritura tanto para el piano, bellísimos pasajes, como para los instrumentos acompañantes tales como los chelos, el precioso clarinete, las flautas o las trompas. Sabiamente concertados con un lírico y precioso piano constituye uno de los movimientos más bellos jamás escritos. Su segundo movimiento es de una fantástica y serena belleza, sencillamente magistral y hermosísimo. De un lirismo encantador y soñador tiene un genial juego con las cuerdas de la orquesta que encandila desde su primera escucha. Su tercer movimiento es una maravillosa muestra de lirismo encantador y energía desbordante; danzable, alegre, hermoso, suave, va acumulando energía e impulso para finalizar de forma totalmente brillante e intensa.

La ejecución de este concierto en manos de Ormandy y Entremont nos permite disfrutar del mismo con una intensidad y belleza maravillosas. El juego orquestal de la Philadelphia Orchestra es como siempre impresionante, preciso, bellísimo. Entremont da muestras de una calidad pianística soberbia, una nitidez sonora cristalina y pulcra, limpia, muy sonora y bella. Y Ormandy, como es habitual, sencillamente magistral, sabio acompañante de un piano que deja respirar y expresarse con una brillantez y sensibilidad inigualables.


En relación al excepcional concierto de Schumann poco podemos añadir que ayude a darle más valor del que encierra. Es una obra maestra del piano. Schumann, habiendo abandonado por necesidad física su sueño de alcanzar una posición entre los grandes virtuosos del piano había cambiado también su concepción de la música instrumental para el mismo. Quería modificar la forma tradicional del concierto según los clásicos, Mozart o Beethoven. Y su trabajo se centró fundamentalmente en darle un papel relevante a las posibilidades sonoras y musicales del piano acompañándolo de una orquesta muy participativa, variada, que aportara todo su valor como conjunto musical y como individualidades que la forman. 

El concierto fue escrito en una etapa de gran trabajo de Schumann en la obra sinfónica, Primera y cuarta Sinfonías, Obertura, Scherzo y Final, aportando así un enriquecedor conocimiento de las formas compositivas sinfónicas. Inicialmente compuesto en 1841 quedó como un sólo movimiento bautizado como Fantasía. En 1845 fue completado hasta su forma definitiva. El estreno de  la obra tuvo lugar el 1 de enero de 1846 en Leipzig con la esposa del compositor, Clara, como solista. El concierto de Schumann es de una belleza sin par, una maravillosa combinación de maestría intrumental y colorido asignada al piano junto a una orquestación fabulosa, brillantísima; un juego musical desarrollado de forma perfecta a lo largo de sus tres movimientos (o dos según las grabaciones) que asume una forma sinfónica global marcada por numerosísimos cambios de tempos, de expresividad y de tensiones emocionales que logran en su conjunto una belleza musical sencillamente genial, con unos temas bellísimos, una combinación de vitalidad, ritmo, gracia, musicalidad, emotividad y colorido sin par.

En la interpretación presentada, asistimos nuevamente a una demostración de maestría por parte de Ormandy y la Philadelphia Orchestra. Es asombroso cómo logra transitar a lo largo de todo el concierto sin que decaiga la intensidad, cómo logra dar el sentido adecuado a cada fragmento y de qué manera tan fantástica deja respirar al excepcional y brillante piano del fenomenal Serkin. Una interpretación sencillamente preciosa.

El CD se acompaña de una fantástica interpretación, de nuevo por Ormandy y Serkin, del precioso Konzertstück Op. 92, una pieza al estilo de la homónima de Weber. Un mini concierto para piano sencillamente precioso, cargado de emotividad, de romanticismo, de belleza, de serenidad y de alegría desbordante. La obra fue compuesta en 1849 y estrenada también por su esposa Clara. Basta con escuchar su precioso inicio de piano y trompa para hacerse una idea de la belleza que encierra la pieza. Un encanto.

Espero que disfruten de este CD cargado de belleza.






Grieg, Schumann, Conciertos para Piano
Eugene Ormandy
Philadelphia Orchestra
Philippe Entremont, piano (Grieg)
Rudolf Serkin, piano, (Schumann)
Gabaciones:
Grieg, Broadwood Hotel, Philadelphia, 1 de febrero de 1958
Schumann, Town Hall, Philadelphia, 17 de marzo de 1964, Concierto y 16 de marzo de 1964, Konzertstück op.92