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domingo, 25 de noviembre de 2012

Bruckner. Sinfonía nº 5. Stanislaw Skrowaczewski. Saarbrücken Radio Symphony Orchestra. 1996.


Queridos amigos, damos esta noche otro pequeño pasito más en este lento paseo que pretendemos hacer recorriendo las preciosas interpretaciones brucknerianas del maestro Skrowaczewski. 

Y hoy dejamos el CD correspondiente a su grabación de la hermosa Sinfonía nº 5 que representa a mi modesto entender una de las cimas de su ciclo junto con la Sexta y la Octava. La interpretación que nos deja el maestro de esta Sinfonía nº 5 está cargada de intensidad, de fuerza, de elegancia, de dinamismo, de perfección técnica, de visión estructural clara, de matizaciones, de sonoridad cristalina, de planteamiento musical perfecto, de estratificación de planos perfecta. En suma de maravillas técnicas y musicales que hacen su escucha un verdadero placer. Una interpretación al mismo nivel que puedan estar las más grandes recreaciones de esta obra.

La Quinta Sinfonía fue compuesta entre 1875 y 1876 con algunos cambios menores en años posteriores. Su primera interpretación orquestal fue dirigida por Franz Schalk en Graz, el 9 de abril de 1894 (Bruckner se encontraba enfermo y no pudo asistir; nunca pudo escuchar su sinfonía en las manos de una orquesta). La partitura está dedicada a Karl von Stremayr, ministro de educación del Imperio Austrohúngaro.


Hay dos versiones posteriores de la sinfonía, en 1878 y en 1898 y sobre esta última hay serias dudas de la participación o del visto bueno de Bruckner sobre las modificaciones que parecen ser debidas a la mano de Schalk que añadió en el final platillos y triángulo y dobló los instrumentos de metal, para dar mayor brillo y potencia al pasaje (algo habitualmente usado por Jochum en sus interpretaciones aunque use normalmente la versión de 1878).

En el caso de Skrowaczewski nos encontramos con el uso escrupuloso de la versión de 1878 con ese final original precioso sin el aumento de instrumentos de metal y con ese maravilloso contraste que ofrecen las maderas antes del final de timbal, final por otro lado extraordinariamente preciso, marcado, contundente y enérgico en esta interpretación. Pero además de este final que resulta espectacular, brillante y poderoso, es de destacar la maravillosa interpretación global de la obra que nos ofrece el maestro dirigiendo a una orquesta extraordinaria, de verdad increíble y sensacional, bellísima en su colorido orquestal, en sus cuerdas vibrantes que logran formar un tejido musical de base maravilloso sobre el que asentar la construcción monumental de Bruckner (sus pizzicatos y stacattos son realmente hermosos).

Maravillosa simetría en los temas de los movimientos, preciosa unión de los bloques musicales, hermosísimo devenir de cada uno de ellos, con sentido global y con la vista puesta en la construcción final de los mismos. Bellísimos toques de maderas y vientos y sensacionales metales salpican toda la construcción siempre como indicaba apoyados en un tejido sonoro denso pero claro de unas cuerdas soberbias. Extraordinarios los ritmos, timbres y tempos.

Bellísima la sonoridad global de la orquesta, sensacional. Impresionante el movimiento inicial, majestuoso y poderoso; emocionante Adagio, profundo, conmovedor, denso; fantástico el Scherzo, vitalista, renovador, ágil y pleno de dinamismo y musicalidad. Y extraordinario el movimiento final con una impresionante recreación del manejo de los temas a modo de citas de los ya aparecidos en los movimientos previos y con adición magistral de los nuevos que van a construir el tejido base del Allegro final.

En resumen y repitiendo lo que entradas anteriores indicaba de la misma obra: "... Desde su inicio maravilloso, lento y sublime que oficia como una presentación de la obra hasta el final excepcionalmente bello con la repetición de los temas previos imbricados de manera soberbia en un crecimiento constante hasta su terminación en una coral genial, la obra resulta de una belleza asombrosa e imposible de dejar de admirar." 

Y en esta recreación esas palabras son realmente aplicables.



Creo realmente que estamos ante una grandiosa interpretación de esta magna obra bruckneriana. Merece el tributo de su audición detallada para saborear un Bruckner inmenso, claro, intenso, bello, poderoso y técnicamente muy bien elaborado y recreado. Un maestro pleno de buen hacer y una orquesta realmente sorprendente.

Que disfruten de esta hermosura. No se van a sentir defraudados, es más estoy plenamente seguro que se verán gratamente sorprendidos por esta interpretación.

Bruckner
Sinfonía nº 5 
Stanislaw Skrowaczewski
Saarbrücken Radio Symphony Orchestra 
Grabación:
Kongresshalle Saarbrücken
31 de mayo al 3 de junio de 1996 (las notas del CD indican octubre de 1996)
Versión de 1878, Edición de Leopold Nowak, 1951, sin grandes diferencias con la de Haas de 1935








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Brahms. Conciertos para Piano. Baladas. Fantasías. Jochum. Gilels. Orquesta Filarmónica de Berlín. 1972. 1975.


Queridos amigos dejamos hoy estos dos CD excepcionales con los registros realizados por Eugen Jochum, Emil Gilels y la Filarmónica de Berlín de los Conciertos para Piano de nuestro amado Brahms. 

Los Conciertos para Piano de Brahms son considerados obras monumentales y de importancia capital en la historia musical por su calidad, su significado de cambio formal en la historia del concierto para piano, su belleza e intensidad emocional y su extraordinaria concepción como obras monumentales que elevan el concierto a nivel sinfónico sin dejar de lado una escritura para el instrumento realmente soberbia.

El Concierto para Piano nº 1 fue comenzado a escribir en el año 1854 inicialmente con el propósito de ser una sonata para dos pianos y terminado finalmente en el año 1858 en su forma definitiva de concierto para piano tras pasar por cuatro años de duro trabajo, conflicto personal, dudas, desesperación y lucha anímica de Brahms al tener una relación temporal con alguno de los peores momentos de su vida, ni más ni menos que ver como su maestro y compañero, Robert Schumann perdía el juicio y finalmente moría en un manicomio. Fueron años también de elaboración técnica por el maestro Brahms de su concepción de lo que sería un nuevo rumbo en la forma del concierto para piano.


Finalmente fue estrenado el 22 de enero de 1859 en Hannover con una una acogida dispar, más bien tirando a mala, por parte de público y críticos; lo podríamos dejar en "división de opiniones".

El concierto es una monumental obra sinfónica, por su enorme grandeza conceptual, sus exigencias instrumentales, su construcción y elaboración formal, su distribución y equilibrio de partes y su intensidad sonora plena y poderosa. En él la orquesta deja de ser un simple acompañante del instrumento solista pero también el solista no es la estrella rutilante de la obra sino que se integra en el concepto sinfónico elaborado por Brahms. Es realmente maravilloso observar como los grandes temas del primer movimiento se exponen en la orquesta con una expansión progresiva y monumental y se unen al instrumento solista con una maravillosa idea de progresión en forma de variaciones temáticas realmente asombrosa. Un movimiento masivo, enorme y grandioso que asombra por su poder e intensidad y por la enorme extensión del mismo. Un compromiso entre el concepto beethoveniano y las propias exigencias sinfónicas y orquestales de Brahms. Grandioso en su conjunto, impetuoso y de cierto carácter fatídico es asombroso y bellísimo. 

El Adagio que sigue es un movimiento de una belleza enorme en forma de una combinación maravillosa de carácter sombrío con lirismo y emotividad que da paso a un Rondo final en el que se cierra el drama conceptual del inicio con matices triunfantes y bucólicos. Las alusiones a Beethoven en estos dos movimientos están presentes, homenaje del maestro a la figura del compositor, a su valor formal y a su ideal expresivo.

El Segundo concierto para Piano fue comenzado a componer en 1878 y se completó tres años más tarde, en 1881, en Pressbaum, en las cercanías de Viena. Distante unos 20 años de su Primer Concierto nos muestra un Brahms ya maduro, seguro y dueño de unas habilidades técnicas muy desarrolladas que le permiten culminar la idea inicialmente esbozada en el primero y elevar definitivamente el concierto para piano a una verdadera obra sinfónica majestuosa. Se nos presenta como una obra de corte clásico si bien Brahms modifica el esquema tradicional del concierto para piano introduciendo, luego del primer movimiento, un segundo movimiento rápido. En su conjunto es una obra de profundo y largo aliento, grandes dimensiones, carácter marcadamente sinfónico y de amplios desarrollos temáticos que lo mantienen en cierto modo emparentado con su predecesor, su primer concierto para piano. En este caso ya Brahms logra un maravilloso esquema formal de conjunto, trabaja la orquesta como un gran todo sinfónico de una manera brillante, los temas y sus desarrollos en preciosas variaciones están sabiamente definidos y conseguidos y parejo en fecha con su Segunda Sinfonía el concierto se muestra claro y pleno de recursos expresivos.


La obra fue estrenada en Budapest el 9 de noviembre de 1881 con el compositor al piano y  a diferencia de su primer concierto recibió una muy favorable aceptación de crítica y público. Hoy sigue siendo considerado como una obra excepcional llena de complejidad en la parte solista y en la orquestal.

En su conjunto el Segundo Concierto de Brahms se nos aparece como una obra de menor calado trágico y más bien lleno de profundo lirismo y rico colorido. En todo él destaca la maravillosa y sorprendente capacidad de Brahms de unir las partes intervinientes, piano y orquesta, en un todo sinfónico en el que los temas se exponen, se reelaboran y se transforman de forma nunca antes vista de manera que es esta misma técnica la que determina la forma del concierto. Todo ello además aderezado por la maravillosa sensibilidad de Brahms que añade impulsividad, lirismo, cromatismo, colorido, brillantez, serenidad y muy diversas emociones más a lo largo de su desarrollo.

Un concierto realmente extraordinario, majestuoso, brillante, lleno de emoción, precioso en su sonoridad individual y orquestal y lleno de temas realmente inolvidables. 

Los dos discos se completan con piezas pianísticas de Brahms de una belleza extraordinaria.
Las Baladas op. 10 son un ejemplo maravilloso de romanticismo pianístico, casi verdaderas sonatas para piano en forma de tiempos lentos de las mismas. Se escribieron por el maestro en 1854 en una visita a sus amigos Robert y Clara Schumann y fueron las últimas piezas que Schumann (ya internado) comentó con lucidez con el maestro. Están dedicadas a su amigo Julius Otto Grimm y coinciden en el tiempo con el comienzo del afecto (siempre casto) durante toda la vida del compositor hacia Clara Schumann. Son un ejemplo de la profunda capacidad emotiva de Brahms. La inspiración para la primera balada la toma Brahms de la Balada de Edward un poema escocés que se encuentra en la colección Stimmen der Völker en Liedern Ihren compilado por Johann Gottfried Herder. Son a su vez un maravilloso ejemplo del estilo bardo de Brahms, que recoge y evoca la sensación de un pasado mitológico. Puede que inicialmente el plan completo fuera la elaboración de música en forma de Lied que posteriormente fue reelaborada a la forma de pieza para piano recogiendo en el instrumento las sensaciones que la Balada de Edward le habían producido.


Las Fantasías op. 116 son piezas para piano de la etapa final de Brahms compuestas en la década de 1890, muy probablemente en el verano de 1892, y forman parte del conjunto final del grupo de obras para piano compuestas por el maestro, de la op.116 a la op. 119 e inspiradas y dedicadas a Clara Schumann. Obras de aparente facilidad interpretativa requiere algo muy importante a la hora de su recreación: enorme musicalidad y gran delicadeza. Son piezas íntimas, delicadas en su sentido y a la par un ejemplo de dificultad compositiva formal que según los entendidos daría paso en un futuro a la ruptura por parte de la generación de músicos de Schönberg con esas dificultades formales.

En lo referente a los discos presentados sólo quisiera indicarles que realmente resultan maravillosos. La perfecta comunión entre Jochum y ese enorme pianista que es Gilels unida a una interpretación realmente soberbia de la Filarmónica de Berlín da como resultado unas recreaciones bellísimas de los dos conciertos de Brahms. Realmente sin tacha, contundentes, claras, de exposición nítida, técnicamente irreprochables, de sonoridad y colorido espectacular. 


La claridad de exposición de Jochum es realmente sobresaliente, su forma de desarrollar la temática de los conciertos clarísima, su sensibilidad sobresaliente y su atención al detalle orquestal y a la unión con el solista impresionante, solista por otra parte y repito, genial y maravilloso. La concepción musical que Jochum tiene de Brahms ya tuvo su reflejo en las preciosas interpretaciones de su obra sinfónica y aquí vuelve a quedar de manifiesto su afinidad por su universo sonoro, su música y su ideal compositivo.

Gilels siempre ha sido tenido por uno de los pianistas más técnicos que hayan existido teniendo además la virtud de una enorme sensibilidad interpretativa lo que hace que estas recreaciones de los conciertos y de las piezas para piano de Brahms sean increíblemente bellas e impactantes. Su sonido es poderoso, claro, de pulsación contundente y precisa, técnicamente irreprochable y con una genial gama de colores y timbres. Perfectamente equilibrado con la dirección de Jochum y con la formación berlinesa creo sinceramente que nos deja unas interpretaciones irrepetibles y grandiosas.



Espero que disfruten de estos maravillosos discos, de la música de Brahms, del piano de Gilels, del arte musical de Jochum y de esa formación orquestal soberbia que es la Filarmónica de Berlín. todo en su conjunto da como resultado dos verdaderas obras de arte y dos hitos de la fonografía.

Sesiones de Grabación de los Conciertos de Brahms



Brahms
Conciertos para Piano
Eugen Jochum
Emil Gilels
Orquesta Filarmónica de Berlín

Grabaciones: 

Conciertos para Piano
  • nº 1, 16-17 de junio de 1972
  • nº 2, 12-13 de junio de 1972

Berlín, Jesus-Christus-Kirche

Fantasías op. 116 y Baladas op. 10, septiembre de 1975. Concert Hall, Turku, Finlandia










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viernes, 23 de noviembre de 2012

Bruckner. Sinfonía nº 8. Boulez. Orquesta Filarmónica de Viena. 1996.


Queridos amigos, hacía ya tiempo que deseaba publicar este disco. Hoy he sentido el impulso y la necesidad de hacerlo por una combinación de estado de ánimo y puro placer tras haberlo escuchado de nuevo. 

En su momento cuando lo adquirí reconozco que me costó mucho trabajo apreciarlo, simplemente por una mala costumbre de prejuicios. ¿Boulez y Bruckner? no me cuadraba esa asociación teniendo además presente la nula discografía que el maestro francés tenía de Bruckner (posteriormente agregó a su repertorio la 5ª, 7ª y 9ª).

Años después adquirí el DVD de la misma interpretación animado por una necesidad cada vez mayor de "ver" ese concierto y porque poco a poco había entrado en mis oídos esa música que producía el director francés sobre la partitura de Bruckner y me había ido cautivando la excepcional sonoridad de la Filarmónica de Viena. Visto el concierto, y varias veces ya, cada vez que escucho el CD me ha ido gustando más y más hasta llegar a tenerlo entre los más bellos discos que poseo tanto de Boulez como del propio Bruckner. 

Al final no iba a resultar tan extraña esa unión de dos músicos tan aparentemente distantes. Un Boulez que es un perfecto maestro del cromatismo, un habilísimo traductor del lenguaje armónico incluso de los más complejos y laberínticos, un maestro seductor en las complejas formas constructivas de la música de autores como Debussy, Ravel o Stravinsky o en las complicadísmas partituras de Bartok por no hablar de los "modernos" de la Escuela de Viena. Un músico que ha ido modelando su lenguaje expresivo con el paso de los años, la experiencia y la madurez y que ha llegado a admirar a Mahler en obras de las que renegaba en su juventud a la par que perfeccionando una técnica de dirección ya de entrada maravillosa no podía resultar decepcionante con Bruckner.

Y creo que no me equivoqué, ya juzgarán, queridos amigos, tras la escucha.

El origen de este concierto especial de Boulez tiene lugar unos cuatro años atrás después de un concierto en Londres con la misma obra y orquesta, un concierto que fue un éxito total y que tuvo una acogida excepcional en la prensa y crítica especializada londinense. Algunas conversaciones, ideas iniciales, proyectos futuros se debatieron entre Boulez y el director artístico de los vieneses resultado de todo ello se acordó un bello objetivo: interpretar la Octava Sinfonía de Bruckner en San Florián en el año del centenario de su fallecimiento. Y el proyecto fue tomando forma hasta llegar a hacerse una realidad, bella e impresionante realidad. 


El concierto se registraría por la ORF, se filmaría por Euroart y se grabaría por la DG. Lugar, Iglesia de San Florián, cerca de Linz, el lugar de reposo de Bruckner y lugar donde por ejemplo dos de los más grandes directores brucknerianos habían dirigido, Jochum y Karajan. Se harían ensayos previos en Viena, se trasladarían todos a San Florián, se montaría y analizaría la bella pero delicada acústica de la iglesia y se ofrecerían dos conciertos el 21 y 22 de septiembre de 1996.


Los resultados sonoros son espectaculares con una grabación verdaderamente antológica en la que se aprecian con enorme nitidez todos los bloques musicales, los instrumentistas solistas, los pasajes densos, las partes de delicada armonía, los silencios y los fantásticos grupos musicales dispuestos por Bruckner en sus corales maravillosas. Grabación que elimina los sonidos inapropiados, los ecos y que permite además hacer una interpretación con un tempo y un ritmo nada forzado a la lentitud por tener que condicionarse a las condiciones acústicas. En definitiva, una grabación soberbia.


Y en cuanto a la interpretación debo reconocer que es sencillamente preciosa. Ya decía al inicio que tenía mis reparos pero cuando la escuchas esos iniciales reparos que puedes tener van desapareciendo y te rindes a la verdadera magia de Boulez, a su precisión sin exceso de análisis, a su entrega a la belleza del sonido bruckneriano, a su elaboración perfecta del edificio sonoro y al desarrollo realmente espectacular de la partitura. Una construcción enlazada de forma soberbia de las partes musicales de cada movimiento, una perfecta unidad conceptual de toda ella, una atención al detalle y significado de cada intervención solista realmente exquisita, un manejo de la masa orquesta depurado, una tímbrica deliciosa, un colorido instrumental realmente bellos y un flujo musical sabiamente manejado, sin altibajos, sin prisas y sin excesos de lentitud. Una interpretación que deja asombrado por su bellísima musicalidad, su enorme fuerza emocional, su belleza sonora al servicio de la belleza espiritual; una interpretación que les conmoverá de verdad y en la que podrán experimentar energía, vitalidad, calma, serenidad, impulso, fuerza, belleza, emoción y pasión.

Realmente una interpretación de la Octava Sinfonía de Bruckner de un altísimo nivel, maravilloso homenaje al compositor en el centenario de su fallecimiento y una muestra más de lo que es la Orquesta Fialrmónica de Viena: una orquesta excepcional, única, irrepetible y, cuando está en estado de gracia, insuperable. Realmente resulta un placer indescriptible escucharla.

Espero que disfruten de este disco realmente sorprendente y bello.

Merece la pena, no piensen en Boulez para que no les pase lo mismo que me ocurrió, que me dejé llevar por prejuicios sin haber dado la oportunidad previa de la escucha. Piensen en una música soberbia que va a ser recreada por un enorme músico con deseo de hacer todo lo bella que pueda la recreación de una partitura que va a dedicar al propio compositor. Y es que cuando la música se interpreta con profundidad, con convencimiento, con amor...jamás puede fallar.



Bruckner
Sinfonía nº 8
Pierre Boulez
Orquesta Filarmónica de Viena
Festival Bruckner de 1996
Grabación: San Florián, Chorherrenstift, 21 y 22 de septiembre de 1996
Versión mixta de 1887/90 en la Edición de  Robert Haas de 1939










jueves, 22 de noviembre de 2012

¡Feliz Día de Santa Cecilia! Fiesta. Gustavo Dudamel. Joven Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela. 2008.


Queridos amigos hoy es el día de Santa Cecilia y para festejar un día como el de hoy, de tan señalado significado para todos los amantes de la Música, quisiera compartir con todos este hermoso disco del maestro Dudamel dirigiendo a su orquesta (excepcional orquesta y ejemplo que muchos países deberían seguir) la Joven Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela.

Fiesta, un título muy apropiado, un contenido realmente hermoso, una verdadera fuente de alegría, belleza sonora, ritmo y melodía. Uno de los discos más bonitos que haya escuchado en los últimos años, del que he disfrutado muchísimo y del que disfruto más y más en cada ocasión que lo escucho.

Podría haber elegido otro, hay muchos, pero creo que este refleja a la perfección la fuerza, la vitalidad, la emoción, el placer, el ánimo que la Música puede llegar a producir y, si se me permite, creo que en estos tiempos tan delicados y duros vendría muy bien que se escuchara.

Felicidades a todos aquellos que disfrutan de este noble arte, de la forma y manera que sea, bien como profesionales o como aficionados, músicos o público, maestros o alumnos, mayores o chicos. Felicidades a todos y gracias a Ella por todo aquello que nos hace sentir.

¡Que lo disfruten! Es fantástico.

Santa Cecilia de Rafael


Fiesta

Gustavo Dudamel
Joven Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela

Grabación: Caracas, Centro de Acción Social por la Música, Sala Simón Bolívar, enero de 2008


Hermosísimo ejemplo de un trabajo excepcional.







martes, 20 de noviembre de 2012

Beethoven. Bruckner. Szell. Staatskapelle Dresden. Conciertos de Salzburgo. 1961. 1965.


Estimados amigos, permitidme que esta noche deje como entrada esta actualización particular. Corresponde a un doble disco maravilloso y excepcional que dejamos hace ya bastante tiempo, casi al inicio de la andadura de este espacio, las entradas merecen esta atención especial y no me gustaría que pasaran desapercibidas en el conjunto de actualizaciones diarias que no reflejo directamente en el día a día. Un poco más adelante actualizaremos las entradas correspondientes a las grabaciones de Sony.

Los conciertos celebrados en Salzburgo y que se reflejan en estos dos discos son absolutamente excepcionales, por la calidad musical de los mismos, la extraordinaria prestación de la orquesta de Dresde, la visión de Szell de las obras ofrecidas (obras trabajadas a menudo por el maestro y con una concepción muy clara y definida amén de su interpretación vital y enérgica) y la calidad sonora del testimonio.

Szell fue uno de los primeros directores de renombre mundial en volver a acudir a Salzburgo después de la II Guerra Mundial. Tras una aparición inicial en 1949 vuelve a acudir de manera regular a partir de la temporada de 1952 en que queda como uno de los directores permanentes del festival hasta el año 1969 asegurando cada temporada la presentación de conciertos sinfónicos regulares que fueron verdaderas maravillas y ocasiones especiales para el público. La elección del repertorio de Szell en estos conciertos básicamente se centró en los grandes compositores europeos familiares al público y a las orquestas europeas con las que participaba extendiendo esa preferencia a su Orquesta de Cleveland en la temporada  de 1967 en que participó con la misma. Esta elección no pudo ser más apropiada. Obras conocidas, estimadas y valoradas por el público y que eran parte del repertorio de las orquestas invitadas del festival o de la propia Filarmónica de Viena (ORTF, Concertgebouw, Dresde) con las que llegaba a trabajar de manera minuciosa nuevos detalles y matices, giros, recreaciones y precisiones para darles nueva vida según su propia experiencia "americana".


Es justo recordar que todo esto fue en gran parte posible por el empecinamiento de Karajan, con sus más o menos claras u obscuras intenciones, en hacer del festival no una exclusividad de la Filarmónica de Viena. Suyo es el mérito de tener un festival abierto a orquestas de prestigio, empezando por la Filarmónica de Berlín y continuando con las grandes formaciones europeas entre las que es de destacar la participación continuada de esa gran orquesta que es la Estatal de Dresde, orquesta maravillosa, de una sonoridad peculiar, finísima, precisa, de una técnica soberbia, matizada, preciosista, colorida, brillante y nítida.

Espero que disfruten de nuevo de estos dos maravillosos testimonios de una asociación peculiar, maravillosa, irrepetible y sublime en cuanto a los resultados.

Les dejo los enlaces a las entradas originales, por si tienen a bien leerlos, así como a los archivos. Creo que van a disfrutar de una música excepcional, maravillosamente recreadas, interpretadas con una energía y vitalidad que, aún reconociendo como propias de Szell, en estos dos conciertos se elevan a un nivel increíble y de una orquesta brillantísima, excepcional y entregada a las indicaciones e ideas particulares de un Szell en estado de gracia.




CD 1





Beethoven
Obertura Coriolan
Concierto para piano y orquesta No. 5, Emperador
Sinfonía No. 5

George Szell
Staatskapelle Dresden
Nikita Magaloff, piano

Grabación
Grosses Festspielehaus de Salzburgo
6 de Agosto de 1961




CD 2






Beethoven Obertura Egmont
Bruckner Sinfonía nº 3

George Szell
Staatskapelle Dresden

Grabación
Grosses Festspielhaus de Salzburgo
2 de agosto de 1965