Queridos amigos, dejamos esta noche un bellísimo disco. La Cuarta Sinfonía del genio Tchaikovsky en las portentosas manos del maestro Temirkanov dirigiendo a una orquesta sensacional.
Reconozco mi admiración, digamos incluso veneración, por el director caucásico. Desde que lo escuché al frente de la Sinfónica de Sevilla he procurado escuchar el máximo número posible de discos del mismo. En concreto sus aproximaciones al maestro Tchaikovsky me parecen formidables.
La hermosísima Sinfonía nº 4, inicio de su trilogía final sinfónica con ese nexo común de unión en el destino, fue iniciada por Tchaikovsky en 1877 en una época de fuerte lucha interna del compositor entre lo externo y aparente y su interior y sus deseos. El matrimonio de "conveniencia" con una de sus estudiantes, Antonia Milioukova, fue un verdadero desastre. No sirvió como elemento apaciguador de los rumores que tanto le atormentaban, a él y a su familia. Su interior superaba a la necesidad de aparentar. El daño en los sentimientos y en el alma de Tchaikovsky fue profundo y de larga duración, muy larga.
En estas circunstancias nuestro querido Tchaikovsky abre su corazón de forma completa a su protectora, Nadejda von Meck. En la correspondencia entre ambos se detallan los matices y las formas generales de la obra que compone, sus sentimientos y su significado. Es el germen del tema del destino usado posteriormente en sus siguientes sinfonías el que marca la obra: el destino, la lucha interna, el deseo, la fatalidad. Todo un mundo de intensas sensaciones se plasma en el desarrollo de la obra. Y lo hace de forma soberbia en un inmenso cuadro melódico de largos temas maravillosamente trazados y genialmente contrastados en todo su devenir. La obra se impregna además de un alma con matices rusos, fundamentalmente en ese soberbio movimiento final. Su forma de estructurar y matizar los temas es sensacional y quizá sólo posible para un músico con el carácter y el corazón de Tchaikovsky, un músico, como al principio indicaba, dotado de un talento melódico único y una capacidad de acompañar esos temas con unos detalles en permanente modificación y evolución (sensacionales los dos movimientos centrales y único el final).
En el disco que dejamos hoy, todos estos detalles se pueden paladear y sentir de una forma especial. Temirkanov usa unos tempos amplios, completamente diferentes, por ejemplo, a su predecesor Mravinsky, y los emplea en matizar soberbiamente los detalles melódicos, los temas y su desarrollo, los timbres de la orquesta, los colores. Quizá pueda sonar en ocasiones "lento" pero es tanta la belleza que extrae de la Filarmónica de San Petersburgo que sencillamente la saboreas y te recreas en su belleza. No hay exceso de dulzura en la interpretación, digamos que no empalaga, simplemente impresiona por su perfección sonora, su capacidad de mantener la vida intensísima que encierra la obra, su pasión y su dureza. Su sonoridad sigue siendo muy semejante a la que obtenía Mravinsky, muy dura y a veces seca y cortante, pero es una delicia escuchar esas maravillosas cuerdas y esos metales de la renombrada filarmónica. Sencillamente magistral.
Espero que disfruten de esta preciosa obra, fruto del genio de Tchaikovsky, de su corazón y de sus pensamientos; de su sensibilidad exquisita y de su sufrimiento. Desde mi punto de vista, una de las más bonitas interpretaciones y recreaciones de esta preciosa sinfonía.
Tchaikovsky
Sinfonía nº 4
Temirkanov
Orquesta Filarmónica de San Petersburgo
Grabaciones
8, 9 y 11 de abril de 1992 (junto a las Sinfonías nº 5 y nº 6)
Gran Sala de la Filarmónica, San Petersburgo